Finlar comenzó a operar hace 28 años, pero sus propietarios, la familia Larrauri, tienen una amplia trayectoria en el negocio de la carne vacuna. Durante décadas reinvirtieron las ganancias y así avanzaron en diferentes eslabones de la cadena, incluso en la producción ganadera. Desde hace unos 20 años recrían y engordan parte de la hacienda que faenan en un feedlot propio y también en campos y engordes intensivos de terceros.
El primer paso lo dieron en 1910, cuando el país festejaba el primer centenario de la Revolución de Mayo, con la apertura de una carnicería. De forma continua e incansable siguieron trabajando en el rubro hasta transformarse en importantes matarifes abastecedores.
Luego decidieron construir su propia planta faenadora que comenzó a operar a fines de los 90 y que está radicada en Pueblo Andino, localidad del sur de Santa Fe. Allí dan trabajo a 300 personas y además cuentan con una flota propia de camiones para la compra de hacienda y el reparto de carne.
Los avances en la empresa son continuos. Hace dos años inauguraron un ciclo 2 en el que se pueden trocean y despostar 200 medias reses por día, aunque por ahora están operando por debajo de esa capacidad.
La carne que allí se produce se vende en el consumo interno mientras esperan por las habilitaciones correspondientes de los mercados internacionales, especialmente de Europa, para poder suministrar a sus clientes los cortes que allí se elaboran.
Desde ese establecimiento comenzarán a salir en breve cortes premium envasados al vacío para el mercado interno, que es el negocio fuerte de la empresa.
Entre las múltiples inversiones que realizaron se cuentan túneles de enfriamiento y congelado de la carne a 38 grados bajo cero y una planta de procesamiento de secado de sangre bovina que se vende para la fabricación de alimento balanceado de otras especies como cerdos o peces.
En la compañía tienen más planes de expansión, entre otros figura la construcción de una fábrica de hamburguesas, pero para ello se requiere de certezas económicas y sobre todo de cambios en el funcionamiento de la cadena cárnica.
El gerente general de Finlar, Alberto Barcos, dijo que no resulta conveniente hacer estas inversiones si luego no hay controles a la informalidad comercial, impositiva y sanitaria. Las inversiones deben ir acompañadas de reglas de juego que sean parejas y que se cumplan, sino las empresas que invierten y trabajan en el marco de la ley terminan perdiendo, no pueden competir contra esos operadores y eso se vuelve en contra, se pierde dinero y se desalientan nuevas inversiones”.
Luego agregó: “En el ciclo 2 podemos trocear 200 medias reces pero producimos muchas más en el ciclo 1. Deberíamos tener la capacidad para procesar mil por día. Eso implica hacer más e importantes inversiones, pero si luego no hay reglas parejas para todos, no se pueden realizar”.
Otro tema que preocupa el directivo de Finlar es la situación impositiva sobre lo que reclamó cambios a los funcionarios.
“Tenemos aduanas internas que resultan inconcebibles y que son carísimas. No puede ser que cada provincia te cobre la alícuota de ingresos brutos lo que le parezca por una mera compra venta en su territorio. Además los municipios cobra tasas por el ingreso de la mercadería sin que haya ningún tipo de retribución y para colmo de males los caminos y rutas están en muy mal estado y los camiones se rompen, eso no puede seguir así”.
Finalmente Barcos destacó que considera conveniente que el instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA) trabaje más en la difusión de las bondades de este alimento en el consumo interno, el mayor y más cercano cliente que tiene la cadena.
“Se tendría que hacer foco en hacer publicidad al mercado interno de la carne. Y revertir las opiniones negativas sobre el producto que está perjudicando las ventas en beneficio de la carne aviar o porcina”, indicó.
Crédito: FINLAR
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