En marzo, los despachos a faena de la Argentina totalizaron 1,03 millones de cabezas, 1% más que en febrero pero 7% menos en la comparación interanual.
Ajustados por los días hábiles, los envíos resultan 5% menores que en febrero y 10% por debajo de los de marzo de 2018, ya que este año Carnaval cayó en el tercer mes del año.
Por su parte, el porcentaje de hembras en la faena volvió a tener un incremento, para 49,2%, 0,7 puntos más que en febrero y 4,5 puntos más que hace un año.
Todos los indicadores, tanto de faena total como faena discriminada entre machos y hembras, tomados mes a mes, de a tres meses y de a 12 meses, siguen mostrando caídas mayores o incrementos menores que en los meses previos, lo que viene sucediendo desde hace alrededor de un año, tal como lo venimos resaltando en estos comentarios mensuales.
En este contexto, la participación de hembras es la variable que luce menos consistente con la moderación de la faena.
Sin embargo, como ya lo venimos sosteniendo desde hace un tiempo, a nuestro juicio se trata de que la baja en la faena arrancó antes en las categorías de machos, las que ya se encuentran en territorio negativo, con lo que necesariamente aumenta el peso de las hembras sobre el total.
Pero no debe tomarse como un indicio de liquidación.
A continuación, se puede ver este movimiento en los últimos 24 meses.
Sobre las reiteradas advertencias de liquidación
Tras un año de consistente moderación en la faena, no deja de llamar la atención la cantidad de espacio periodístico que siguen teniendo los juicios apocalípticos en torno al futuro próximo de la evolución de las existencias.
En los últimos días se han reforzado con la afirmación de una supuesta masiva faena de vacas preñadas, establecida en 70% de las mismas, lo que no surge de ninguna estadística confiable.
Y de paso, culpando a China, cuya demanda promueve su precio. Como si un buen precio alguna vez pueda ser malo para una actividad económica.
Y cuando la faena muestra una caída mayor, como sucedió en marzo, el análisis apocalíptico se vuelca a señalar la retracción de la demanda interna cuando, en realidad, el cálculo del consumo aparente de carne surge sólo de la oferta, suponiendo que no existen stocks de carne no vendida -lo que generalmente es cierto- sin medir la intención de los consumidores.
Con esto no se quiere decir que el consumo no está atravesando una situación delicada, presionado por aumentos en los precios de la hacienda y caídas en los salarios, todo expresado en términos reales. Tan difícil que el sector comercial no ha podido trasladar los nuevos precios al mostrador, sobre lo que venimos insistiendo desde enero.
Pero de ahí a que este hecho contribuya a seguir agitando el fantasma de la liquidación, hay un buen trecho.