“China es una aspiradora de vacas”, resume un productor ganadero de Córdoba, aludiendo a la explosiva demanda de carne del gigante asiático. Justamente por ese motivo, en el sector prevén facturar este año alrededor de US$4.000 millones por el envío de unas 700.000 toneladas, casi el doble de las cifras de 2018. El alza del consumo chino tiene dos razones primordiales: “Es un país con sustanciales necesidades de proteína animal y por otro lado, este año padecieron la peste porcina, por la cual sacrificaron un tercio del stock”, explica Mario Ravettino, titular del consorcio de exportadores ABC.
Las urgencias alimentarias de China se reflejan en las estadísticas. Según datos de la AAICI (Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional), en los primeros 7 meses del año, “ingresaron US$1.533 millones por ventas de carne bovina y el país avanzó al 6° lugar del ranking de países exportadores”, detrás de Brasil, India, Australia, EE.UU. y Nueva Zelanda. En ese lapso, señala el Indec, la demanda china aumentó 103% (casi 195.000 toneladas) y hoy representa el 73% de los envíos al exterior.
El negocio de la carne cambió sustancialmente a partir de 2016, tras la eliminación del sistema ROE (permisos para exportar) implementado en 2008 para controlar ventas internacionales agropecuarias (sobre todo maíz, trigo y carne vacuna) bajo el argumento de “proteger la mesa de los argentinos”. En 2015, las exportaciones de carne tocaron piso y totalizaron US$987 millones (ver infografía). Año tras año, la tendencia fue en alza y en 2018, un total de 77 frigoríficos despacharon 475.000 toneladas por un valor de US$2.189 millones.
El factor China, complicada por la fiebre porcina, acelera el proceso de sustitución alimentaria en el coloso asiático. “Para la Argentina, ese mercado no tiene techo”, señala Carlos Riusech, titular del Frigorífico Gorina, uno de los mayores exportadores locales de carne. En el sector consideran que a China le llevará entre 4 y 7 años recuperar el nivel habitual de producción ya que existe una vacuna contra esa peste. Frente a ese panorama, China tomó medidas, “como la aprobación de nuevos protocolos sanitarios para destrabar el ingreso de carne enfriada y carne con hueso”, explica Alejandro Werner, funcionario de la AAICI.
Además, China también reconoció al Senasa para aprobar plantas de faenamiento, simplificando los trámites. Aunque este régimen todavía no está operativo, Werner señala que “hay 27 frigoríficos en lista de espera para comenzar a exportar”. Actualmente son 82 las compañías exportadoras, pero “las primeras 10 concentran el 70% del volumen”, entre ellas Swift, Gorina, Arre Beef, Friarsa, Compañía Bernal, Frigorífico Rioplatense, Offal Exp y Marfrig.
Las plantas y frigoríficos tratan de adecuar sus estructuras a este nuevo escenario. Riusech señala que Gorina trabaja para todos los mercados habilitados para las carnes argentinas. “China es un mercado reciente y desde 2014 fue creciendo en participación. El año pasado despachamos 25.000 toneladas y para este año proyectamos 35.000”, dice.
Las plantas hoy están trabajando al 90% de su capacidad, para una producción total de 3 millones de toneladas y un consumo interno estimado en 50 kilos anuales per cápita. ¿El boom exportador podría impactar en los precios locales? “No debería repercutir, porque China demanda carnes de calidad inferior, considerada como un commodity”, aclara Edgardo Bustamante, del CBA Beef, un fideicomiso de ganaderos cordobeses que exportan con la marca La Pastoril.
Productores y especialistas distinguen dos categorías de mercado: el de volumen (como el chino) y el de los cortes premium, cuyos márgenes de rentabilidad son mayores. El caso de China es ilustrativo: en lo que va de 2019, China lidera el ranking de exportaciones con un 72,6% del total medido en toneladas, pero sólo del 61,2% en valores. Alemania representa el 5,1% del total de toneladas exportadas pero su participación en la facturación se eleva al 10,5%, dice un informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina.
Tras la normalización del comercio exterior de carnes y después de 10 años, la Argentina cumplió la Cuota Hilton a Europa, que representa ingresos al país por US$350 millones. De acuerdo con el Ministerio de Agricultura, precisamente Alemania es el principal comprador de carne premium argentina, con el 60% de la cuota, seguido por Países Bajos (20%), Italia (12%) y Bélgica (3,5%). Precisamente, CBA Beef retomó operaciones este año cuando le adjudicaron parte de la Cuota Hilton.
La demanda externa alteró los planes de los frigoríficos. Bustamante destaca el desequilibrio entre la capacidad instalada en las plantas de frío y el nivel de empleo requerido para abastecer los pedidos desde el exterior. “Estamos desbordados en ese aspecto y la mano de obra capacitada es escasa. Muchos frigoríficos están capacitando con su propia gente”, añade Bustamente.
Ravettino, de Consorcios ABC (por sus siglas inglesas Argentine Beef Consortium), calcula que la industria podría llegar a exportar un millón de toneladas por un valor de US$6.500 millones anuales. “China es un mercado de volumen y la Unión Europea son cortes de calidad. Pero China tiene un segmento de calidad, que estamos explorando para ingresar con productos de mayor valor”, dice.
El negocio premium de China, estimado en unas 7.000 toneladas anuales, está copado por Australia. “El chino que consume —completa Wagner— paga cualquier precio en góndola. La ventaja de Australia es que está al lado, pero la Argentina podría competir con más frigoríficos y marcas”. Riussech coincide en que es “un mercado ínfimo, pero a los frigoríficos les abre una oportunidad” y agrega que “podría complementar las exportaciones generales de carne”.
En ese sentido, Coto anunció hace dos semanas una inversión de US$25 millones para modernizar su planta de Rosario, con la mira puesta en las exportaciones, un negocio que el empresario realiza desde 1998. Si bien el 85% de la producción la destina al mercado interno, el foco de Coto está puesto principalmente en China.
Las segundas marcas también se animan a exportar
Vista del shopping sobre la Alexanderplatz, en Berlín, donde funciona una de las sucursales ed la Galería Kaufhof.
Las segundas marcas no se conforman sólo con ganar participación en el mercado interno. Ahora también se animan a exportar, en general con estrategias de largo plazo. “No es sólo por el dólar alto. Se trata de crear una conciencia exportadora, porque no podés dejar de vender si el tipo de cambio se atrasa. Cuando se pierde un cliente, no es fácil recuperarlo”, explica Norberto Laboranti, socio y CEO de Lasfor, un fabricante de snacks y cereales para desayuno.
Las vías para ingresar en otros mercados son variadas. El mayorista Maxiconsumo ultima detalles de su nueva planta de General Rodríguez para elaborar fideos y pan rallado para sus marcas Marolio y Molto y también para terceros. “Hoy trabaja al 70% pero en un par de meses estará lista al 100% y en condiciones para exportar”, explicó al Económico Víctor Fera, fundador y presidente de una compañía que buscará expandirse a Chile, Paraguay y Uruguay.
Radicada en San Antonio de Areco, Lasfor empezó a exportar productos bajo la marca Snucks en 2017, pero Laboranti aclara que el plan arrancó mucho antes, en 2013, con viajes y rondas de negocio para establecer contactos. “Es todo un proceso. Hoy, el 95% de la producción se destina al mercado interno pero el objetivo es exportar el 25%”, dice el empresario.
La noción segunda o tercera marca, coinciden los expertos, es difusa. Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market, dice que a diferencia de las líderes, “las segundas marcas son menos conocidas y de bajo precio”. No tanto para el consumidor promedio, que hoy se para frente a la góndola con el radar puesto en un bolsillo mucho más angosto.
De 2016 a 2019, las marcas más económicas pasaron de una participación del 32,6% al 42,8% medidos en unidades, según indica un informe de Focus Market. Dentro de ese universo figuran marcas muy pujantes, como Manaos (que pelea el liderazgo en el mercado de gaseosas con Coca-Cola) y que prevé salir a exportar a varios países de la región.
Al tanto de los nuevos hábitos de consumo, las grandes cadenas impulsan sus propias marcas y traban acuerdos con pequeñas alimenticias para abastecer sus góndolas. Y ahora tratan de complementar mercados. Desde Walmart explican que “con nuestras propias marcas (Great Value, Equate y Acuenta) estamos exportando a Chile aceites, galletitas, jabón y pastas secas. Y por otro lado, a los Estados Unidos enviamos duraznos, caramelos y vinos”.
Recientemente, la AAICI informó un acuerdo con la Galería Kaufhof, la mayor tienda departamental de alimentos gourmet alemana, para ofrecer alrededor de 20 marcas argentinas. El listado abarca a sellos líderes como Arcor y Havanna, y otras no tan conocidas, como Morixe, Gauchito, Aleluya, San Ignacio, Bonalma y Purest Fields. “Kaufhof tiene 120 sucursales y ofrece productos de primer nivel para un consumidor de alto poder adquisitivo”, señala Alejandro Wagner, funcionario de la AAIC.
El negocio de la carne también tiene esa arista. Por caso, Coto profundiza su estrategia para exportar a varios países, entre ellos China, con su propia marca, cortes premium de carne vacuna y pollo. Algo que también realiza La Anónima, la cadena de supermercados patagónica fundada por Federico Braun.