Una vez más –tal como sucedió el año pasado– los grandes ganadores en 2019 no serán los empresarios agropecuarios focalizados en incrementar la productividad, sino los que realizaron una gestión financiera de sus activos.
El peso argentino se encontraba sobreapreciado con el propósito de forzar un atraso cambiariopara intentar contener la inflación. Estaba claro –para cualquier persona mínimamente informada– que se dispararía ante la aparición de cualquier evento desfavorable.
Es urgente incorporar una nueva materia obligatoria en las facultades de agronomía y veterinaria sobre gestión financiera de activos biológicos. Sobrevivir a la máquina trituradora de un Estado sobredimensionado es tan importante como saber ajustar una sembradora o lograr una adecuada eficiencia de conversión.
Los que compraron la mayor parte de los insumos antes de la devaluación del 12 de agosto pasado estarán varios casilleros más adelantados que aquellos que no lo hicieron.
En los últimos meses algunos criadores se estaban desprendiendo de parte de su stock bovino. ¿No aman a sus animales? ¿No tienen confianza en un repunte de la ganadería? Quizás sí. Pero prefirieron liquidar un activo cuasipesificado para pasarse a dólares y resguardar parte de su capital frente a la súper devaluación que se avecinaba.
Los tamberos que comprendieron que el alza sustancial de precios de la leche registrada en los últimos meses se gestó en buena medida gracias al atraso cambiario, lejos de gastar a cuenta, aprovecharon para reducir deudas y prepararse para el próximo golpe macroeconómico.
Vivir en un territorio sin moneda propia requiere no sólo contar con conocimientos de gestión financiera, sino además entender que, ante contextos de elevada inestabilidad, el criterio financiero debe primar siempre por encima del productivista.
Ezequiel Tambornini