La pregunta que todos pretenden responder es: ¿cómo impactará el efecto dólar-inflación en el negocio ganadero?
Así entonces, una de las conclusiones aparece en el informe de la agencia Big River, para el Rosgan, el Mercado Ganadero de la Bolsa de Cereales de Rosario, donde se asegura que la esperanza está puesta, una vez más, en la exportación, claramente favorecida por un tipo de cambio más competitivo.
“Pero, lamentablemente, volvemos a caer en una situación de dualidad en la cual lo que genera competitividad para un sector, complica al otro. La pregunta es si estamos en condiciones de comenzar a articular, definitivamente, los distintos eslabones de la cadena comercial de manera tal de poder amortiguar los vaivenes propios de ambos mercados”, se indicó.
“Es hora de trabajar con miras a un solo mercado bajo los mismos estándares comerciales (trazabilidad, tipificación, sanidad), creando herramientas comerciales que permitan dar previsibilidad a la producción y participación en el margen global. De este modo, será posible generar vasos comunicantes sólidos como para lograr una verdadera complementariedad entre el mercado interno y el mercado de exportación”, se fundamentó.
La semana posterior a las elecciones se conoció el dato de inflación de julio el cual, en otro contexto, hubiese sido quizás un motivo de festejo. Con una variación mensual de tan solo 2,2 %, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) marcaba su cuarto mes consecutivo de baja acumulando 54,4 % anual respecto de 55,8 % de junio pasado.
A su vez, el maíz, que es uno de los insumos más importantes para el negocio ganadero, comenzaba a ceder respecto del incremento de inflación, lo que auguraba una mejora relativa en los márgenes de engorde. Y en el consumo, si bien aún no se convalidaban mayores ajustes de precios, esta baja sostenida en la tasa de inflación hubiera permitido comenzar a recomponer lentamente los salarios y, con ello, el precio de la carne finalmente podría haber corregido parte de su retraso.
Sin embargo, eso no ocurrió y las perspectivas hoy son muy distintas. Las principales consultoras que relevan mensualmente los precios indican para este mes una tasa de inflación mensual de entre 4 y 5%, con un septiembre rozando los 7 puntos, siempre que el dólar se mantenga por debajo de los $ 60.
Ahora bien, ¿cómo impacta esta situación en el negocio ganadero?
“Haciendo una lectura rápida podríamos pensar que una devaluación mejora los números de la exportación, lo cual es cierto. Sucede que, en el caso de la cadena de la carne, la participación de la exportación —si bien ha estado creciendo fuertemente— no supera, en promedio, el 20 % de la producción total.
“Por otro lado, mucho se ha escrito acerca de la desconexión que existe entre la exportación —como último eslabón de la cadena— y el productor primario. Por lo que cualquier mejora que pueda recibir el sector exportador por un tipo de cambio más competitivo, difícilmente logre trasladarse hacia el resto de la cadena».
Nivel de resistencia
Respecto del mercado interno, es sabido que la capacidad de compra del consumidor ha llegado a un nivel de resistencia tal que ha forzado a una baja sistemática del consumo de carne en los últimos meses.
De acuerdo con los últimos datos oficiales correspondientes a este junio, el consumo aparente de carne vacuna ha tocado un piso de 48,1 kilos por habitante por año, tras restringirse 10 kilos en los últimos 12 meses. Pero la resistencia del consumo se torna más fuerte aún si se considera que el precio de la carne en el mostrador se ha mantenido durante este tiempo por debajo de inflación.
Tomando el relevamiento de precios que realiza el Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el precio —promedio— de los distintos cortes registró un aumento, en los últimos 12 meses, del 53 %, lo que lo deja por debajo del 54,4 % acumulado por el IPC.
“A pesar del retraso en precios que registra la carne vacuna, comparado incluso con otras carnes como el pollo, cuyo aumento interanual supera el 70 %, su consumo no ha dado signos de recuperación. En adelante, con una inflación nuevamente en alza, el inevitablemente efecto volverá a sentirse sobre esta variable”, se concluyó.
También se sostuvo que el sector industrial tampoco escapa de este impacto.
Con costos de estructura crecientes y un fuerte componente financiero, que a su vez pone en riesgo la cadena de pago interna, es altamente probable que el nivel de actividad, en especial de aquellas plantas mayormente orientadas al mercado doméstico, se vea complicado en los próximos meses”, indicó.
En cuanto al sector productor, primer eslabón de la cadena, las señales no son menos desalentadoras.
“Las empresas ganaderas ya se encuentran sumamente golpeadas por la fuerte presión fiscal y financiera que vienen soportando durante el último año, con tasas que ahogan la actividad productiva. Sumado a esto, el precio de la hacienda en los últimos meses ha estado perdiendo contra la inflación, generando márgenes muy ajustados, especialmente para la cría con un precio del ternero sumamente retrasado”, se destacó.
“En el caso de los feedlots, si bien durante el último mes han logrado recuperar margen producto de la fuerte baja que registró el precio del maíz, lo cierto es que con su principal insumo dolarizado y un consumo interno planchado, los márgenes deberían volver a erosionarse en los próximos meses.
“Durante la última semana, ante la gran incertidumbre cambiaria, el productor naturalmente restringió el nivel de oferta en un intento por proteger el valor de los animales hasta tanto logren estabilizarse las principales variables económicas.
“Fue así que el valor de la hacienda registró una importante corrección en pesos, el IGML (Indice General del Mercado de Liniers) aumentó en una semana más del 13 %, pasando de un promedio semanal de 55,345 pesos a $ 62,561 en la última semana. Sin embargo, dos factores condicionarán esta situación”, se indicó.
La normalización
Por un lado, el bajo margen de maniobra que tiene el productor respecto de la entrega de su hacienda gorda. A diferencia de otros bienes, no es posible retener la mercadería a la espera de mejores condiciones, por lo que el nivel de oferta, tarde o temprano, tenderá a normalizarse.
Por otro lado se encuentra el consumo, ya sumamente deprimido y con escasa capacidad para absorber nuevos incrementos.
En definitiva, lo visto esta semana —según el informe del Rosgan— no sería más que un desequilibrio transitorio, propio de la conmoción que vivió el mercado por estos días y que, rápidamente, deberá reacomodarse, llevando el precio de la hacienda a posibles nuevos retrasos contra la inflación.