Por medio de la metagenómica se identificó un promedio de 394 géneros de bacterias en la leche de tres hatos ganaderos: uno con desarrollo tecnológico alto, otro con nivel medio y otro con tecnificación baja.
Estos resultados, que permiten orientar tratamientos antibióticos precisos en las fincas productoras de leche, dista mucho de los que se podrían obtener mediante técnicas convencionales que dependen de medios de cultivo.
“Solo el 10 % de las bacterias, como máximo, se desarrolla en los medios de cultivo y por ello no suele advertirse la presencia de las demás, lo que provoca que los productores utilicen tratamientos dirigidos apenas a algunos de los agentes causales de la mastitis. Por ello, las bacterias no advertidas desarrollan resistencia a los antibióticos y prevalece la enfermedad”, sostiene la zootecnista Mabel Coronado Vélez, candidata a doctora en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Palmira.
Durante su investigación, ella encontró evidencias sobre la diversidad de bacterias en la leche de sistemas de producción colombianos: “hallamos una fuerte prevalencia de los géneros Acinetobacter, Pseudomonas, Staphylococcus, Streptococcus, Delftia y Stenotrophomonas”.
Por eso plantea la metagenómica como alternativa para productores con hatos de desarrollo tecnológico alto y mediano, teniendo en cuenta los impactos en el sector lácteo colombiano de la mastitis, que es la inflamación de las ubres que provoca reducción en la producción y pérdida de la calidad de la leche.
La mastitis es la enfermedad que más pérdidas económicas genera en la industria láctea en el mundo, con un promedio entre 61 y 97 euros (entre 214.000 y 340.000 pesos colombianos) por vaca al año, según un estudio publicado en 2011 por Joseph S. Hogan y otros investigadores de la Universidad Estatal de Ohio.
En un estudio de Nicolás Ramírez Vásquez y otros investigadores de la Universidad de Antioquia y la Cooperativa Lechera de Antioquia se encontró mastitis subclínica –que no refleja signos visibles en la ubre o en la leche– en una de cada cinco vacas estudiadas al norte de este departamento.
A más tecnología, menos bacterias
En la finca con desarrollo tecnológico bajo se encontró que el 26,84 % de las bacterias pertenecía al género Staphylococcus, uno de los principales causantes de la enfermedad, en lo que marca un nivel de predominio importante. En contraste, en el hato con tecnología media esa cifra descendió a 5,84 % y en el de tecnificación alta a 2,43 %.
Según explica la investigadora, en esa línea la diferencia entre los tres hatos estuvo en la abundancia de las bacterias, más que en la diversidad. “En el hato de desarrollo bajo observamos una mayor incidencia de mastitis contagiosa –que se transmite de una vaca a otra–. La transferencia está relacionada, entre otras causas, con el manejo manual que se hace de las ubres, ya que se puede diseminar a través de las manos de quienes ordeñan y de las toallas usadas”, explica la investigadora.
Para el estudio se realizaron encuestas sobre los factores de riesgo de mastitis, con el objetivo de analizar el efecto de las prácticas de manejo en la composición microbiana de la leche.
Después de ello se tomaron muestras en los hatos, y de este material se extrajo ADN. Para detectar los microorganismos se trabajó con el gen 16S de rRNA, común para todas las bacterias.
Agrega que “en los hatos de desarrollo medio y alto observamos el predominio de bacterias de origen ambiental, característico de lecherías modernas y bien administradas. Estos patógenos ambientales se encuentran en el pasto, la cama del animal, el estiércol y las áreas húmedas, entre otros espacios”.
Por eso, para mitigar el impacto de la mastitis en Colombia, recomienda prácticas como usar guantes, desarrollar pruebas diagnósticas eficientes y periódicas, marcar a los animales enfermos, registrar los tratamientos aplicados para adoptar medidas de control contra bacterias específicas, limpiar y desinfectar los equipos de ordeño, y disponer de un ambiente libre de estrés para las vacas.
La investigación fue dirigida por los profesores Jaime Eduardo Muñoz Flórez y Luz Ángela Álvarez, de la U.N. Sede Palmira.