Las proyecciones para el negocio ganadero de base pastoril son muy positivas. Intensificar la producción y la utilización de diferentes pasturas en función de los objetivos de cada sistema de producción es la herramienta más rentable para recuperar la productividad de carne y leche. Pero este proceso no está ocurriendo con la aceleración requerida.
La captura de la rentabilidad traccionada por el potencial exportador, la gradual recuperación de la demanda interna y la mejora en los precios de la leche se lograrán solo a través de la planificación y del rediseño de las cadenas forrajeras. La ilusión de abundancia de pasto verde que aún se observa desaparecerá con las primeras heladas. Ese bajo volumen de forraje de mala calidad diferido deberá ser compensado a altos costos con suplementos energéticos y proteicos.
De cada 100 kilos de carne que producimos, 90 kg provienen del consumo de pasturas. El negocio ganadero sigue dependiendo de las pasturas sembradas. Una hectárea de pastura sembrada aporta el forraje equivalente a por lo menos 8 hectáreas de campo natural. Frente a la incertidumbre, algunos productores optan por planteos defensivos, reduciendo en el área prevista de siembra nuevas pasturas. Por aversión al riesgo se proyectan siembras de mínimo costo, con cultivares mediocres, de bajo precio, a bajas densidades, sin fertilizar y sin control de malezas. El riesgo es ingresar en el invierno sin pasto y que enfrentemos restricciones de pasturas en la primavera temprana y durante el próximo verano.
Las pasturas de larga duración que no sembremos en esta campaña tendrán un costo de oportunidad que se multiplicará a futuro.
El retorno de las praderas perennes a las rotaciones con cultivos debe ser parte de la reingeniería de los sistemas mixtos para optimizar su rentabilidad, diversificar ingresos, amortiguar riesgo climático y asegurar su sustentabilidad a través de los múltiples servicios que aportan.
El establecimiento de pasturas que logren las poblaciones objetivo al primer pastoreo es la variable que más impacta en los resultados económicos y productivos de los sistemas pastoriles.
Siembra
En la campaña pasada se sembraron entre 0,5 a 0,8 M/ha menos a los proyectados. Por lo menos un 40% de las pasturas sembradas en 2018 se perdieron o se encuentran por debajo de su capacidad de producción invernal y tampoco podrían sostener los requerimientos animales en la próxima primavera y en el verano. Según nuestra experiencia, los planteos forrajeros que combinan verdeos, cultivos de servicio pastoreados y pasturas de alto potencial con suplementación estratégica permiten una ganancia diaria de peso vivo (GDPV) promedio de 0,75 kg PV/cabeza/día con cargas de hasta 4 novillitos o vaquillonas/ha durante el período julio a diciembre. Se logran animales de 300-340 kg PV para venta en diciembre, para engordes estivales pastoriles sobre alfalfa o para ingreso a encierre de animales de 250-280 kg PV ya en primavera.
Las pasturas perennes ofrecen seguridad de producción de pasto, amortiguan la volatilidad climática y hacen que la base forrajera sea diversificada y estable, ofreciendo mayor flexibilidad de uso. Estas pasturas deben alcanzar altos niveles productivos con alta eficiencia de utilización global. Las siembras de pasturas base alfalfa o gramíneas perennes en otoño tardío permiten que el primer pastoreo pueda realizarse a partir de los 90 días de la siembra, en pleno invierno, cuando la disponibilidad de forraje es limitante. Sin ejecutar planes forrajeros balanceados seguiremos sufriendo el efecto péndulo típico de los sistemas pastoriles, de carencia a exceso de pasto.
No podemos perder oportunidades. Debemos sustituir la percepción por el análisis de resultados, información agronómica y económica. El reto es potenciar cada etapa de la cadena de valor del negocio ganadero. Es posible, con mejores pasturas, diversificación de recursos forrajeros, integración inteligente con la agricultura e intercambio de información.
El autor es integrante del Departamento Técnico de Barenbrug Palaversich
Fuente: lanacion