El mito del jinete sin cabeza tiene sus primeros registros históricos en la Edad Media. Sin embargo, la historia terminó de popularizarse a principios del siglo XIX, de la mano de los hermanos Grimm, autores de célebres cuentos infantiles.
Estos escritores alemanes pusieron en los papeles los relatos populares que habían llegado a sus oídos y, en el caso del jinete sin cabeza, redactaron dos cuentos. Uno de ellos, la versión de un “cazador salvaje” que soplaba un cuerno para advertirle a otros cazadores que no viajaran, como una premonición sobre un posible accidente que podía llegarles a ocurrir.
Dos siglos después, la lechería argentina podría protagonizar un nuevo cuento que reviva aquella leyenda.
A 50 días de su asunción, la administración comandada por Alberto Fernández, que tiene a Luis Basterra a cargo del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, aún no ha elegido al jinete que debe cabalgar al frente de la Dirección Nacional Láctea y tratar de evitar que el sector se encamine a una nueva colisión.
Al cierre de esta edición, el Frente de Todos aún no había designado a nadie al frente de esta dependencia.
En el sector no comprenden la demora en acabar con esta acefalía. Al plazo que la actual gestión lleva en la Casa Rosada, consideran que debe sumarse al menos el mes transcurrido desde que el peronismo ganó las elecciones, a fines de octubre. Tiempo suficiente para haber armado los equipos que, llamativamente, aún tienen muchos puestos sin cubrir.
Sin rentabilidad
Esto ocurre en medio de un panorama que se avizora poco favorable para el negocio lechero a lo largo de 2020, tras un 2019 que tampoco fue muy alentador pese a la mejora del 81 por ciento en el precio en tranquera.
Según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla), la producción se redujo 2,2 por ciento, la rentabilidad de la actividad tambera fue positiva pero baja (2,8 por ciento en el promedio nacional) y cerraron casi mil tambos.
Si bien la primera proyección del Ocla para este año muestra un repunte productivo que llevaría el ordeñe total hasta los 10.575 millones de litros, esta cifra no difiere demasiado de los 10.329 millones de litros de 1999.
La lechería, en resumidas cuentas, lleva 20 años navegando en el estancamiento, pero con el agravante de que cada vez hay menos jugadores.
El problema para el corriente ejercicio es que, con un consumo interno con poco espacio para crecer, la llave de la expansión se sitúa en las exportaciones, que tampoco tienen muchos incentivos para repuntar.
Por el contrario, retenciones más altas, dólar fijo al lado de inflación sin freno y precio internacional bajo constituyen factores que soplan en contra y “pueden generar resultados negativos para los dos eslabones principales de la cadena láctea: producción primaria e industria”, advierte el Ocla.
Los números no ayudan
Como si no sobraran inconvenientes, a la lechería además le faltan bases estadísticas sólidas sobre las que apalancarse para imaginar las políticas que la saquen del pantano.
Sobre la base de datos de Senasa, el Ocla estima que en Argentina quedaron 10.300 tambos funcionando el año pasado. Pero el Observatorio al mismo tiempo aclara que, si se toman otros indicadores, una cifra más real sería de 9.500 unidades. El Censo Nacional Agropecuario tampoco trajo las soluciones que se esperaban.
Difícil pensar el futuro sin tener un panorama preciso del presente. Por eso es que en el sector aguardan con urgencia que aparezca un jinete como aquel de los hermanos Grimm, que se ponga a la cabeza para evitar nuevos accidentes en el que queden más tambos en el camino.