En un marco de incertidumbre global respecto de los precios y la comercialización de commodities, en la Argentina, la siembra de los cultivos de invierno ya está en marcha. En esta campaña 2020 se podría alcanzar un nuevo incremento en la superficie sembrada respecto a años anteriores y los productores miran de reojo la posible aparición de malezas y enfermedades en sus campos. En este sentido, Marcelo Carmona, Francisco Sautua y Julio Scursoni, docentes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) alertan sobre la actualidad de tales adversidades y recomiendan alternativas para manejarlas.
“Las principales enfermedades del trigo en la Región Pampeana son la roya amarilla, la roya naranja y la mancha amarilla. En los últimos años se vio que pueden aparecer más temprano o más tarde de lo acostumbrado, e incluso hasta se pueden presentar de repente, como sucede con la roya amarilla desde hace tres años. Esta última enfermedad se volvió muy agresiva y prevalente, y como es muy destructiva en el caso de cultivares susceptibles, es fundamental controlarla a tiempo”, advirtió Marcelo Carmona, docente de la cátedra de Fitopatología de la FAUBA.
En el caso de la roya naranja, el docente señaló que, al igual que todas las royas, llega a los lotes con el viento. Esta enfermedad también es agresiva y el productor debe tener en cuenta que los fungicidas con moléculas triazoles ya perdieron eficiencia para controlarla.
“La mancha amarilla, a diferencia de la roya naranja, puede provenir desde la semilla si la misma no fue tratada como corresponde. Incluso, esta mancha también puede tener su origen en los rastrojos si es que se siembra trigo sobre trigo”, comentó Carmona, y añadió que esta enfermedad merece una atención especial dado que la cátedra de Fitopatología de la FAUBA recientemente detectó y confirmó que las poblaciones de este hongo adquirieron resistencia a los fungicidas que contienen estrobilurinas y que el triazol cyproconazole empezó a perder eficiencia de control.
Por su parte, Francisco Sautua, docente de la misma cátedra, hizo hincapié en que el panorama actual para productores y técnicos se complejizó por el hecho de que las enfermedades empezaron a mostrar resistencias a ciertos fungicidas. “Para las royas, el control es a través de las variedades resistentes o tolerantes, y para la mancha amarilla se deben rotar los cultivos y tratar las semillas con moléculas eficientes. Una vez instalada la enfermedad, se deberían aplicar fungicidas en base a un criterio científico”.
En este sentido, Sautua puntualizó que para decidir la aplicación de un fungicida se debe monitorear la incidencia de las enfermedades, es decir, el número de hojas enfermas respecto al total de hojas muestreadas. En el caso de la roya naranja, el fungicida debe aplicarse cuando se alcanza entre el 2 y el 5 % de incidencia foliar a partir de encañazón. Desde ese mismo momento, para la mancha amarilla, el umbral es entre 15 y el 20% de incidencia foliar.
Por último, ambos docentes coincidieron en remarcar la necesidad de que los productores se capaciten, se informen y luego actúen. “La rentabilidad está directamente relacionada con el conocimiento invertido por hectárea. Por ejemplo, es deseable que se desarrollen programas de manejo integrado que incluyan la elección de genotipos resistentes, rotaciones de cultivos, tratamiento eficiente de las semillas, una fertilización equilibrada, monitoreo frecuente, aplicación de fungicidas y uso de controladores biológicos y activadores de las defensas como los fosfitos. En este punto, es clave que el productor no realice aplicaciones innecesarias y que, cuando las haga, respete las dosis indicadas en los marbetes sin dividirlas ni bajarlas”.
Malezas al acecho
“Pensando en un lote destinado a sembrar trigo o cebada nos tenemos que centrar en las malezas de ciclo otoño-invierno-primaveral. Probablemente, las más abundantes en gran parte de la Región Pampeana son Conyza bonariensis y Conyza sumatrensis, conocidas ambas como ‘rama negra’. Pero también hay otras que pueden competir con los cereales de invierno y bajar los rendimientos, como el raigrás (Lolium spp.), y las de la familia botánica crucíferas, como la ‘nabolza’ (Brassica rapa), el ‘nabón’ (Raphanus sativus) y el ‘nabillo’ (Hirschfeldia incana)”, dijo Julio Scursoni, docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA.
“Es importante controlar inicialmente Conyza para que no se complique hacerlo a la salida del invierno y principios de primavera. Si el lote que va a trigo contiene rama negra, se recomienda realizar una aplicación al comienzo del barbecho combinando glifosato con un herbicida de los llamados auxínicos. Hay que tener presente que este control es sencillo cuando se encuentra en un estado de roseta hasta las 4 ó 6 hojas, pero se dificulta cuando llega a los 10 cm de altura”, indicó Scursoni, quien también es el actual presidente de la Asociación Argentina de Ciencia de las Malezas.
Para el docente, la maleza más problemática a la hora de preparar el lote para trigo, e incluso una vez ya emergido el cultivo, es el raigrás, una gramínea muy frecuente en el sur de la provincia de Buenos Aires, la zona triguera más importante del país. En esa región ya se detectaron poblaciones de raigrás resistentes a distintos herbicidas.
“En el caso del raigrás que resiste el glifosato —profundizó—, se pueden aplicar los herbicidas graminicidas, teniendo la precaución de controlarlo tempranamente, cuando las plantas no tienen más de 3 ó 4 macollos. Pero si las matas de raigrás ya están muy desarrolladas, se recomienda realizar lo que se llama ‘doble golpe’, que es aplicar primero el graminicida y luego, pasados unos 7-10 días, un desecante”.
Julio también recalcó que es fundamental controlar las malezas crucíferas antes mencionadas, la nabolza, el nabón y el nabillo. El momento de realizar los controles químicos es en pre-siembra, entre abril y junio, del trigo o la cebada. Como estas crucíferas también desarrollaron resistencia a los herbicidas más comunes —técnicamente llamados auxínicos, inhibidores de ALS y glifosato— se están volviendo a usar productos de hace 40 años —como metribuzin y fluroclorhidona— en pre-emergencia y post-emergencia.
Como cierre, Scursoni recomendó tres prácticas clave en relación con el agrosistema y manejo de las malezas. “Se debe priorizar la rotación de cultivos, ya que es una práctica probadamente efectiva y sustentable para reducir la densidad de malezas en los lotes. También es básico ir rotando entre distintos tipos de herbicidas, ya que aplicar siempre los que actúan del mismo modo favorece la aparición de resistencia. Y por último, es imperativo aplicar sólo las dosis indicadas en las etiquetas de los productos. Por cuestiones de costos o de operatividad se suelen usar dosis menores, pero a la larga esto también termina generando resistencia”.
Fuente: Sobre la Tierra. Por Pablo A. Roset.