El principal importador de carne mundial adoptó un par de medidas que están impactando negativamente a los proveedores, importadores, al nivel de comercio y a los precios internos.
Desde hace un mes, China exige un análisis de los alimentos importados para buscar el nuevo coronavirus, lo que es generalmente desaconsejado por la comunidad científica, que sostiene que ni los alimentos ni los envases pueden transportar el virus por tanto tiempo.
Esto ha incrementado los costos portuarios y produce demoras en el ingreso de la mercadería, restringiendo la oferta doméstica de carne.
El siguiente gráfico muestra cómo el precio de la carne de cerdo (en este caso de la carne magra, medida en yuans por kilo) ha vuelto a aumentar hasta casi los niveles máximos de fines de año, según lo publicado por el Financial Times.
Otra medida disruptora es la deshabilitación de plantas que han sufrido casos de coronavirus entre sus empleados, que también está reñido con los criterios científicos. Les ha pasado a plantas en EE.UU., Holanda, Alemania, Reino Unido, Brasil, la Argentina y Nueva Zelandia, entre los más importantes.
Esto también reduce la oferta de lo que China necesita imperiosamente importar.
Funcionarios holandeses van a discutir con sus pares chinos estas medidas en estos días y lo mismo anunció Brasil. Hay quienes opinan que las mismas se mantendrán hasta mediados de agosto mientras que otros son más pesimistas. La Argentina sufrió la baja de dos plantas, las que piensan ser repuestas rápidamente.
Esta nueva normativa hace prever que las importaciones de julio van a registrar una baja importante.
Mientras tanto, hasta mayo el aumento de precios de los alimentos en China se ha mitigado considerablemente, según muestra el siguiente gráfico, en valores porcentuales interanuales del precio de los alimentos pagados por los consumidores.