«La edición génica produjo ya un salto tecnológico porque ahora se pueden editar, corregir y mejorar secuencias específicas de nucleótidos en el ADN de una manera más sencilla, precisa y económica».
Así lo indicó Esteban Hopp, referente internacional del INTA en agrobiotecnología y genómica, durante una conferencia ofrecida en el CREATech que se está realizando hoy y mañana en la ciudad de Córdoba.
«La edición génica por medio de la técnica denominada Crispr-Cas9 permite obtener, en forma mejorada, los mismos productos que se obtenían por mutagénesis, pero con varias ventajas, porque las mutaciones no son al azar, sino dirigidas en forma específica», explicó Hopp, quien además es profesor titular de Agrobiotecnología y Genómica en la UBA.
Además, Crispr-Cas9 posibilita introducir cambios epigenéticos y nuevas secuencias de ADN específicamente diseñadas, lo que le permitirá mejorar lo que obtiene hasta ahora por transgénesis, en el sentido de que se puede planificar con precisión el sitio de localización de estas nuevas secuencias en el genoma y evitar la incorporación de secuencias acompañantes derivadas del sistema de transformación genética.
Muchas empresas están compitiendo para liberar cultivos genéticamente editados. Un ejemplo es el de los champiñones resistentes al amarronamiento. Los champiñones son muy sensibles a golpes y magulladuras que, incluso con embalajes especiales, activan enzimas llamadas fenoloxidasas que aceleran su descomposición (que empieza por un amarronamiento muy notorio que disuade al consumidor de su compra).
«Un investigador de la Universidad de Pensilvania editó los genes de fenoloxidasas de Agaricus bisporus, que es el hongo comestible más popular, logrando su inactivación. En lapsos inéditos para lo que son los tiempos para la desregulación de un OGM, estos hongos comestibles fueron autorizados para su liberación comercial en EE.UU.», comentó Hopp.
El caso de los champiñones no es siquiera novedoso en este sentido. Poco tiempo antes, la empresa norteamericana Cibus logró desregular también en poco tiempo una colza editada genéticamente para resistir a herbicidas como la sulfonilurea. En este caso, la edición se realizó por una tecnología anterior a CRISPR/Cas9, llamada RTDS y patentada por esa empresa.
«Estas nuevas tecnologías confiere a las pequeñas empresas biotecnológicas una capacidad potencial para manipular los genes que no se limita ya a las grandes compañías», apuntó el investigador argentino.
En la Argentina, si bien estamos aún lejos de que se desarrolle un producto comercial con la nueva CRISPR/Cas9, una investigación científica conjunta entre la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (grupo de Daniel Salamone) y el INTA Castelar (grupo de Oscar Taboga) permitió obtener embriones bovinos genéticamente editados para bloquear el gen responsable de gatillar la enfermedad popularmente conocida como «vaca loca».