Si se mira la ganadería en perspectiva, todos tienen muy buenas expectativas porque el consumo interno es sostenido y las exportaciones crecientes. Pero la producción no responde de la misma forma, más allá de que sea una actividad de ciclo largo. Detrás de escena, surge un tema clave: la escasa adopción de tecnología.
Es más, a veces se incorpora una práctica pero se abandona otra, con lo cual el avance es muy lento. Por ejemplo, hay muchos productores que adoptaron el feedlot pero dejaron de lado el buen manejo de las pasturas o directamente las eliminaron, lo que generó el problema del novillo liviano. Antes, cuando se producía a pasto, si no se cuidaba su calidad, el momento de cosecha o pastoreo, no se terminaban los novillos. Hoy, recorriendo los campos, se advierte un retroceso: se respetan menos los eléctricos, la alfalfa se come pasada, etc. Al tener el corral, que permite engordar los animales encerrados, se liberan de manejar adecuadamente las pasturas, se relajan. Con lo cual, les suman kilos a corral pero se los restan a pasto. Y con ello el progreso es limitado.
Por otro lado, la tecnología que se debería aplicar para producir más, aumentar el margen bruto y la renta, lo que permitiría lograr un mayor saldo exportable, no siempre es la que se adopta. Se prioriza la que requiere menos trabajo. Es cierto que no se consigue personal de campo, pero tampoco se toma un rol activo como en los Estados Unidos, donde hay ganaderos que viven en sus establecimientos y se ocupan ellos mismos de las tareas. En la Argentina, ya casi nadie reside en el campo, ni los empresarios ni los peones. Entonces, muchas veces se adoptan técnicas que no se sabe si producen más, probablemente produzcan menos, pero sí demandan menos dedicación.
El caso típico es el del silo de chapa para autoconsumo, que reemplazó a esquemas más sofisticados de alimentación. Se carga una vez por semana, pero no se controla adecuadamente el consumo y esto puede llevar a que no se logre la misma eficiencia que con otros métodos de racionamiento de la comida. Tal vez haya más problemas de acidosis y peor conversión, además de mayores costos, ya que la ración de maíz-núcleo proteico es más cara que la utilizada anteriormente, a base de maíz-afrechillo. Pero deja tiempo libre para ver Netflix entre otras actividades de esparcimiento.
En tanto, la generación que sigue creció con los avances agrícolas, basados en la simplificación de las tareas y el uso de insumos, y buscan trasladar esa idea a la producción de carne. Entonces, aunque haya una práctica que dé más kilos por hectárea pero que demande procesos más complejos, a veces no la toman.
Al respecto, en el último congreso de la Asociación Argentina de Producción Animal, el INTA presentó un ensayo muy significativo. Comprobó que pastoreando la alfalfa previo al botón floral se produce un 30% más de carne que haciéndolo más adelante, cuando la pastura está florecida. Si la planta es más tierna, tiene más proteína y carbohidratos y menos fibra, entonces el animal come todo y gana más peso. En cambio, si se posterga el pastoreo, come la hoja pero no el tronco y desperdicia un montón de pasto. Es una muy buena noticia, una tecnología que sólo implica cambiar el momento de aprovechamiento. Pero, hay que dedicarle más tiempo: manejar bien la problemática del empaste, cambiar de franja más seguido y estarle muy encima para pastorearla con precisión. Y si a este manejo, se le agrega una suplementación con granos y monensina, se puede lograr no ya un 30% más de carne sino un 40 a 50% más. Es un ejemplo de tecnología disponible -no tenemos que generar una nueva- que no se aplica porque el productor ya no puede poner tanta atención en la ganadería. Así las cosas, la producción no aumenta.
En síntesis, el gran reto de los tiempos que corren es adoptar tecnología que realmente apunte a lograr más cantidad de carne.
El control de procesos
Muchas tecnologías emergentes se basan en la informática y están destinadas a controlar procesos, algo clave para la mejora de la productividad. En realidad, hoy en día algunas de estas herramientas ya están al alcance de la mano, pero no se utilizan.
Siguiendo con el silo de autoconsumo, se le podría colocar algo tan simple como un visor, como tiene cualquier cafetera, para ver en qué nivel está la ración, si se consumió la mitad o está por terminarse. Es posible que los fabricantes no hayan detectado la necesidad de diseñarlo porque ningún usuario lo demandó, muchos ganaderos esperan a que el animal se quede sin comida. En el otro extremo tecnológico, se podrían mandar un dron desde la casa, para controlar el consumo del silo, pero tampoco se hace. O poner una camarita en la reja del silo bolsa para autoconsumo, de modo de visualizar cuánto comieron los animales y saber si hay que correrla.
Todos estos monitoreos que se pueden hacer a partir de herramientas que ya están en el mercado, no se aplican porque no se ve la necesidad. Entonces, será muy difícil que se adopten las tecnologías que vendrán. El que las incorpore será probablemente el que ya está utilizando las actualmente disponibles.
Las nuevas tecnologías
Antes, la tecnología se generaba para solucionar un problema. Una muestra de ello es el pastoreo rotativo, que apareció en la década de los ’70 con la decadencia de los alfalfares por el pulgón. Cuando surgió este problema, las plantas se debilitaban más con el pastoreo continuo. Entonces, se advirtió que para fortalecerlas, tenían que acopiar reservas. Había que hacer franjitas dentro del potrero y comerlas por parcelitas para que luego éstas pudieran descansar. Otro caso es el del pasto llorón: se volaban los médanos, había que fijarlos y para ello se trajo esta especie de Sudáfrica, que soportó la arena y el frío, y se difundió para el control de la erosión eólica. Aparecía un inconveniente y se buscaba la solución.
Hoy, la creación de tecnologías de la información tiene otra dinámica. Jóvenes emprendedores generan cada vez más herramientas y después hay que ver en qué se utilizan. Para ello, habrá que contar con más profesionales formados en producción animal de modo de seleccionarlas, evaluarlas y encontrarles un fin práctico. El aporte será probablemente un mejor control de procesos, que no es poco, pero no sustituirán la investigación en nutrición, manejo de pasturas y sanidad, entre otros.
Los sensores podrán emplearse para saber cuál es la disponibilidad de forrajes en un potrero, o para hacer lecturas de comederos más frecuentemente pero no servirán para diagnosticar si la ración A es mejor que la B para el engorde vacuno. Habrá que seguir desarrollando conocimientos biológicos tal como se hacía antes, saber qué variedad de alfalfa sembrar, cuál es el nivel de fertilización necesario y si el insumo tal da o no resultado. En concreto, las nuevas tecnologías no sustituirán a las clásicas.
¿Quiénes aplicarán las futuras innovaciones? A partir de 2025, los jóvenes que nacieron con el milenio podrán tomar decisiones en los establecimientos de sus padres y abuelos. Entonces, su llegada al corazón del negocio impondrá nuevos retos. Por un lado tendrán un gran manejo de las comunicaciones y de la información pero la duda es si estarán mejor preparados para adoptar las futuras innovaciones que dependen de un proceso de aprendizaje consistente. La llamada generación de los millennials tiene una cultura muy distinta y una fuerte visión de la inmediatez, que tal vez no se corresponda con la continuidad que requiere una actividad de largo plazo. Será el desafío tecnológico de los próximos años.
Por: Ing. Agr. Juan Elizalde