El argentino Manuel Otero, el nuevo director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), organismo dependiente de la OEA con sede en esta ciudad, recibió a Ámbito Financiero para contarle sus planes y el lugar que pretende asignarle a nuestro país. ¿Será el de mero proveedor en los esquemas de cooperación y transferencia de tecnología, dada su condición de líder en materia de producción de alimentos? Para nada. Según explica en la entrevista, la Argentina tiene mucho para obtener tanto en términos comerciales como políticos. ¿Será que por fin descubriremos los beneficios de la cooperación internacional, una lección que países vecinos saben de memoria pero que a nosotros, inexplicablemente, se nos escapa?
Periodista: ¿Qué significa su nombramiento para la Argentina?
Manuel Otero: Primero, rompimos un maleficio de quince años, porque por primera vez desde 2003 un argentino asume la conducción de un organismo internacional (NdR.: el anterior había sido José Luis Machinea en 2003, en la Cepal). Ahora bien, dada la decisión del presidente, Mauricio Macri, de reinsertarnos en el mundo, hay diferentes maneras de hacerlo. El comercio es un modo. La cooperación es otra de las avenidas para lograr ese propósito. Sin embargo, hay que saber entender ese juego, porque se trata de una apuesta a largo plazo, en la que se vencen resistencias y se crea una relación de empatía entre países, algo que hacen muy bien Chile, México, Brasil… En la Argentina funcionó hasta ahora como algo más casuístico, caso por caso. Por ejemplo, cuando necesitamos reunir voluntades de diversos países en pos de un objetivo de política exterior, es bueno llegar con un bagaje de cooperación bilateral o multilateral que nos permita dialogar en mejores términos.
P.: ¿Cómo se recorre, en términos prácticos, esa avenida de la que habla?
M. O.: La Argentina tiene un buque insignia que es el sector agropecuario, que es uno de los modelos más exitosos en zonas templadas, en el que tenemos muchísimas cosas para ofrecer, como bienes públicos, con los que quizás no se gane nada, pero que pueden llevarnos a terminar vendiendo tecnología, maquinaria agrícola de nuestro cluster santafesino. Se puede partir entonces de la cooperación para llegar al comercio. Vea. Yo viví cinco años en Estados Unidos a mediados de los 80 y me llamaba la atención el despliegue de ayuda internacional que veía. Después me di cuenta de que esa ayuda después se transformaba en más comercio. El mundo se mueve en base a intereses.
P.: Usted critica el bajo nivel de comercio intrarregional. ¿Eso también le da una oportunidad a la Argentina en un contexto internacional de creciente proteccionismo?
M. O.: Por supuesto. Nuestro comercio intrabloque es el más bajo del mundo. Eso es inadmisible. Fíjese qué cosa interesante: mercados muy consolidados como la Unión Europea tienen un esquema de escalonamiento arancelario, que hace que no se le pueda exportar productos con alto valor agregado, algo que se da en mucho menor medida en América. Tenemos que mirar más a nuestro continente, donde hay muchas oportunidades. Solo la región del Caribe, las islas, importan alimentos por u$s6.000 millones por año. Para la Argentina se trata de un mercado inexplotado, que en buena medida es de productos de alto valor para un turismo de nivel. No es tan fácil entrar, pero por algún lado tenemos que empezar. Debemos entender que para jugar comercialmente a nivel internacional, la plataforma de nuestro continente es muy importante.
P.: ¿Qué cambios espera introducir en las prácticas del IICA?
M. O.: Este tipo de organismo de cooperación técnica tiene recursos muy limitados. El IICA tiene un presupuesto anual de u$s30 millones, que está cayendo, para mantener 35 oficinas, 300 proyectos y 500 personas. Realmente se hacen maravillas con el dinero, por ejemplo pagando salarios mucho más bajos que los de otras instituciones equivalentes. En los últimos años el IICA trabajó en base a una serie de proyectos insignia, tratando de articular voluntades dispersas. Eso estuvo perfecto, con un pequeño detalle: nos terminábamos pasando la pelota entre nosotros y nadie pateaba al arco. Lo que vamos a hacer es aprovechar esos esfuerzos para jugar los verdaderos partidos, allí donde se discute el futuro de la agricultura, donde se juega financiamiento para proyectos realmente importantes.
P.: ¿Eso implicará acudir a fuentes de financiamiento extrarregionales?
M. O.: Sí. Eso le va a permitir al IICA, por ejemplo, jugar en el «triángulo norte» (Guatemala, Honduras y El Salvador), donde el nivel de violencia exclusión es comparable al de Siria, en el «corredor seco centroamericano» y en todos los lugares en los que están los problemas que limitan el desarrollo de los países. El IICA necesita apalancar recursos y para lograrlo tiene que salir al escenario internacional.
P.: ¿Qué otras zonas son de interés prioritario para la entidad?
M. O.: El Gran Chaco Americano, entre Bolivia, Paraguay y nuestras provincias de Formosa y Chaco. El Nordeste de Brasil. Y desde ya Haití, que es el caso más terrible. Estuve hace poco y me quería morir al ver a gente viviendo en las peores condiciones imaginables.