Luego del pánico desatado por el yuyo colorado, estas malezas toman la posta y desafían a productores y agrónomos. Son más difíciles de combatir en campañas secas como la actual y faltan principios activos en el mercado para controlarlas. Mientras tanto, avanzan con fuerza en el centro norte provincial.
Casi en la antigüedad quedaron aquellas primeras apariciones de sorgo de alepo resistente a glifosato, en comparación con el arrasador avance del yuyo colorado de los últimos años. Sin embargo el temible Amaranthus ahora tiene quien le pise los talones. Las gramíneas ya se presentan como el nuevo gran desafío para productores y agrónomos.
En este contexto las entidades técnicas han puesto manos a la obra. Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) mantiene en permanente actualización su Red de Conocimiento de Malezas Resistentes (REM), que comenzó el año con la publicación de un relevamiento nacional de todas las especies problemáticas, en el que destaca que “yuyos colorados y gramíneas son los grupos de malezas con mayor crecimiento zonal en los últimos años”.
Desde el Movimiento CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), por su parte, continúan con las acciones del Proyecto Malezas, que consisten en probar diferentes estrategias de control, químicas y culturales, en la búsqueda de incentivar soluciones integrales. En este marco, el pasado 18 de enero se realizó un encuentro en Campo Timbó, Oliveros, donde el asesor del CREA Gálvez Diego Hugo Pérez, junto a su equipo de asesoramiento y experimentación agropecuaria, mostraron a técnicos de la región el diseño de diversas mezclas de principios activos, así como un ensayo con cultivo de cobertura en el que el lote cumplió 13 meses sin aplicaciones de agroquímicos. Allí, una de las conclusiones más alarmantes fue que “el gran problema” son las gramíneas, que avanzan rápidamente hacia el norte de la provincia, por diversos motivos: las dispersaron las inundaciones de los últimos años; se necesitan condiciones óptimas para combatirlas con éxito, aspecto que esta campaña las volvió una complicación mayor por las condiciones secas; y porque faltan principios activos en el mercado para controlarlas, especialmente en lotes de maíz, mientras los nuevos desarrollos se enfocan en las malezas de hoja ancha.
Radiografía
Para Aapresid, no es ninguna novedad que a los yuyos colorados resistentes a glifosato cada campaña se los encuentra presentes en una nueva zona. En los mapas de REM relevados en 2017 esto aparece muy claramente: mientras que en el relevamiento nacional de 2015 se mencionaba al Amaranthus hybridus en 44 partidos y departamentos provinciales, en este último año se lo mencionó en 120. Seguidamente, en orden de crecimiento se encuentra su primo hermano, el Amaranthus palmeri, que en 2015 estaba presente en 52 partidos y departamentos y en 2017 en 95. El primero de ellos creció mayormente en las zonas Norte, Oeste y Sudeste de Buenos Aires, Entre Ríos, Norte de Santa Fe, NEA y NOA. El palmeri se difundió hacia el norte de La Pampa, Norte de Buenos Aires, Centro de Córdoba y el NEA.
Luego de los yuyos colorados, “ganadores indiscutidos”, según la entidad, quienes le siguieron fueron las Chlorídeas, grupo de gramíneas tolerantes al glifosato, que se mencionaron en 25 nuevos partidos y departamentos frente al relevamiento de 2015. Se expandieron mayormente hacia el Norte y Oeste de Buenos Aires y La Pampa, ya que más al norte se encontraban presentes desde antes. En territorio santafesino, estas malezas se concentran mayormente en los departamentos: La Capital (95% de los lotes), 9 de Julio (86.3%), San Justo (82.5%), Las Colonias (48.8%), San Jerónimo (53.3%) e Iriondo (55%). Tomando en cuentas las hectáreas afectadas, 9 de Julio lidera el ránking con 232.000 seguido por General López con 170.230.
“Un escalón más abajo”, indicaron desde la entidad, se ubicó la Pata de gallina (Eleusine indica) resistente a glifosato, que creció en 20 distritos, casi todos ubicados en la zona Norte de Buenos Aires. En Santa Fe la mayor cantidad de lotes se concentran en General Obligado (52.5%), Iriondo (60%), Rosario (50%), Belgrano, San Lorenzo y Vera (40%). En superficie, Iriondo lidera la lista con 155.000 hectáreas; seguido por Castellanos y Gral Obligado con 110.000 cada uno aproximadamente.
El Pasto amargo (Digitaria insularis) resistente a glifosato es quien le siguió en crecimiento, con unos 10 nuevos departamentos y se ubicó mayormente en las zonas NEA y NOA. En este mismo nivel de crecimiento geográfico se ubicaron las Gomphrenas, (G. pulchella y G. perennis), amarantáceas muy tolerantes a glifosato, el Capín (Echinochloa colona) resistente a glifosato, la Brachiaria o Pasto crespo (Urochloa panicoides) resistente a glifosato y el Sorgo de Alepo (Sorghum halepense) también resistente a este activo, para completar la lista de las 10 malezas que más crecieron este período de 2 años.
En suelo santafesino, los mapas REM muestran que el Capín está presente en el 65% delos lotes en Iriondo, en el 65% de Constitución y en el 55% de San Martín, que a su vez lidera el número de hectáreas afectadas con 213.000 (seguido de Castellanos con 151.000).
Sobre las causas de este permanente crecimiento geográfico de las malezas difíciles “mucho puede decirse y cada especie tiene causas particulares”, indicó Aapresid. Y explicó: existen las naturales donde muy poco puede hacerse (cursos de agua, viento, pájaros) pero el hombre colabora en gran medida con el transporte de maquinarias, animales, heno, granos. Para el caso de las Chlorideas y el Pasto amargo el viento es su principal fuente de dispersión, así como para Capín lo es el agua. Las semillas de yuyo colorado son muy apetecibles para los pájaros y las corrientes de agua también llevan sus semillas, pero las cosechadoras hacen lo suyo y las transportan cientos de kilómetros. “Una cuenta pendiente en Argentina que habría que abordar”, concluyó.
Foto: Archivo
Manejo integral
Diego Hugo Pérez, por su parte, relató a Campolitoral que en Oliveros no se ofrecieron “recetas”, sino herramientas para un “manejo extremadamente integral” contra las malezas. En primer lugar, indicó la necesidad de conocer el comportamiento de cada especie, así como cada lote donde están presentes para diseñar una estrategia de control particular en cada caso. Esto, sobre todo, permitirá “optimizar el uso de los pre emergentes”. Y también afirmó que la cobertura invernal del lote es la técnica que mayor reducción de malezas genera. Al respecto mostraron un lote de maíz sobre vicia que lleva 13 meses sin pulverizaciones de herbicidas libre de malezas.
En la jornada se analizó el efecto que está teniendo la sequía en el control de malezas. Se mencionó que hubo emergencia temprana de Amaranthus a raíz de la siembra sobre lotes limpios que demoraron el nacimiento por la falta de humedad. “Empezó a nacer en diciembre y la soja no había cerrado surco, los residuales habían funcionado pero ya habían pasado 40 días de la siembra”. Esto generó escapes entre el 20 y el 30% de los lotes, que debieron “repasarse” y la soja quedó golpeada por fitotoxicidad. El cultivo “venía en seca, no podía crecer a fondo y no alcanzó a detoxificar todo el producto”, explicó el asesor. Ahora dependerá de lo que ocurra con el clima, pero la estadística de años anteriores indica que se puede perder de 5 a 10% de rinde por esta causa.
Sin embargo la conclusión más importante fue que, desde el centro de la provincia hacia el norte, “la gran problemática son las gramíneas; y toda la biotecnología para soja está enfocada contra malezas de hoja ancha”, dijo, en referencia a los cultivos resistentes a 2,4D y Dicamba, que se desarrollan en EE.UU., donde no tienen problemas con las gramíneas. Por eso “con herbicida solo” -advirtió- la batalla contra estas malezas se presenta “muy complicada”. Al respecto enumeró “muchas resistentes”, como capines, Eleusine, Leptochloa, Urochloa, “ni hablar las Chlorideas (Chloris y trichloris)”.
Según Pérez, “es terrorífico” el problema, ya que “más del 50% de la superficie sembrada tiene este problema”. Que se potenció en los años de inundación “que las diseminó por todos lados”. En zonas como Clucellas, que sufrieron anegamientos, “ese porcentaje es mucho más alto”. En Gálvez, Pellegrini y María Susana, “es más sectorizado”, porque tiene que ver la dispersión que hizo el agua los últimos tres o cuatro años.
En soja pueden usarse graminicidas -a riesgo de desarrollar resistencia, como ocurrió con el sorgo de alepo- pero en maíces “es un problemón”. De discutir este desafío es como surgen alternativas “culturales”, como las rotaciones o los cultivos de cobertura. “La estrategia química es una entre otras que debemos tener en la caja de herramientas”, explicó.
Es tal el problema que el yuyo colorado parece amigable. “Fue mucho más manejable con herbicidas preemergentes y de rescate; pero en gramíneas queda mucho conocimiento por desarrollar”, afirmó, como determinar cuales son los mejores principios activos para las diferentes variedades. “Así como discutimos sobre los mejores preemergentes para colorado, ahora lo que tenemos que aprender mucho más es cuales son las mejores estrategias contra gramíneas resistentes”, explicó.
Porcentaje de lotes con presencia de Yuyo Colorado en 2017. Foto: REM
Otro aspecto preocupante: a diferencia del Amaranthus las gramíneas nacen y compiten aún con sequía. “Sembramos la soja limpia y en sequía nacían las gramíneas y no había nada de colorado”, agregó. Sin embargo no es un problema de esta campaña, sino de varios años. “Lo que pasa que el colorado tiene mucho más márketing, pero desde nuestra zona hacia el norte hay una presión muy muy alta de gramíneas”.
A su vez, para combatirla se necesitan “condiciones ambientales espectaculares” (buena temperatura y humedad) y este años fueron muy malas. “Entonces las gramíneas seguían creciendo, porque se las aguantan muy bien, y la soja se frenaba”. En algunos casos, como con Leptochloa, se necesita un doble golpe: graminicida y a los 10 días un desecante. “Para que te des una idea lo difícil que es el control; y una vez que está nacida en el cultivo no la frenás más”, concluyó.