Estamos transitando un año que debe ser el puntapié inicial para las tan ansiadas reformas anunciadas.
Para el 2018 debemos avanzar en las reformas impositivas, y laborales. No hay competitividad ni la posibilidad de ser el supermercado del mundo si no lo hacemos y bien.
La falta de coordinación entre las diferentes áreas de Gobierno y sus diferentes estratos, Nacional, Provincial y Municipal; conlleva a una serie de distorsiones y complejidades que dificultan el normal desempeño del sector.
El campo no puede ser el pato de la boda que pague los costos. La situación se torna inviable con aumentos constantes que impactan directamente en el bolsillo de los productores.
Todo impuesto distorsivo afecta la confianza y la previsibilidad. Todo insumo tiene una carga impositiva asfixiante. La componente impositiva de la energía actúa como freno a la producción y el empleo.
Tenemos un camino largo, donde profundizaremos el diálogo y entendemos que ese es el camino para entenderse y lograr acuerdos.
Es el momento de entender al campo como un generador de trabajo, arraigo local, desarrollo del interior y por sobre todas las cosas, entender que el campo no es solo producción y exportación, sino también un eslabón social dentro del vasto territorio argentino.
Por eso, creemos que el 2018 debe ser el año donde la competitividad empiece a llegar a nuestro sector, con reglas claras, y avanzar hacia las metas necesarias.
En solo un año hemos aumentado las exportaciones en más de un 30% desde 2016 y el país volvió a ser líder mundial. La producción agrícola, por su parte, creció un 24%, mientras que la venta de maquinarias aumentó en un 60%. Y un dato no menor: se mejoró la calidad ambiental de los suelos agrícolas al incorporar más superficie de los cereales como trigo y maíz.
Esto es solo el principio, debemos consolidar las economías regionales y apostar a generar más y mayor empleo agregando valor a la producción en origen. Esa es la manera de poder alcanzar resultados que hagan a nuestro país más competitivo.
Con un tipo de cambio retrasado y altas tasas de interés, la consecuencia es la contracción del sector. La reforma tributaria sin ajuste por inflación, aumentos de los inmobiliarios inmediatos y confiscatorios contra la reducción de tasas y sellos a 2 años, son ejemplos de que la reforma va en sentido contrario a la competitividad. Los estados provinciales y municipales se fagocitan el intento de la Nación de bajar la carga impositiva.
Aquí se decide quien paga el gasto, cómo y con quien se financia el Estado. El presidente anunció en el CCK una reforma con equidad contributiva. No se ve concordancia entre lo anunciado y lo sancionado.
Regímenes de promoción como el de Tierra del Fuego que representa, por sí solo, la mitad de las retenciones a la soja son ejemplo de la transferencia de recursos no solo de un sector a otro si no de una región a otra. Esto no es Federalismo si no discrecionalidad.
Subsidios, regímenes, carga laboral e impositiva se deben discutir entre «TODOS» los actores del país.
Pero además, generan transferencia de recursos de un sector de la sociedad a otro. El sector agropecuario y los productores lo vienen haciendo históricamente, hacia el sector industrial y al sector público y no con parte de su renta, sino de su capital.
El supermercado no funciona así. Puede hacerlo en el corto plazo, pero en el largo plazo cierra, la competencia lo devora.
por Dardo Chiesa (Presidente de Confederaciones Rurales Argentinas)