El presidente Mauricio Macri mantuvo esta semana una nueva reunión con la Mesa de las Carnes, que tuvo a la sequía y su impacto en la ganadería como el eje central. Por ello, una de las propuestas que surgió fue que, por 90 días, se reduzca el peso mínimo de faena de las hembras, de 300 a 260 kilos, para poder achicar la carga en los campos ante un otoño en que se verá afectada la oferta de forraje.
La medida generó reacciones dispares dentro de la cadena; desde el Inta, consideran que no es lo ideal, pero es lo correcto ante esta coyuntura.
«Es un mal necesario, hay que hacerlo; si no, se la van a pasar multando frigoríficos, porque no va a haber animales que lleguen al peso mínimo», señaló a Agrovoz el coordinador del Programa Nacional de Producción Animal del Inta, Aníbal Pordomingo.
Según el experto del Inta Anguil (La Pampa) la sequía «está pesando mucho en la ganadería», sobre todo en un país que tiene una oferta de pasturas menor a la que hubo décadas atrás, como consecuencia del avance de la agricultura intensiva. «Tenemos menos pasturas instaladas que antes, lo que significa menos capacidad de enfrentar las sequías y reservas forrajeras que se pondrán difíciles y caras este año», explicó el técnico.
En esa línea, insistió: «Bajar el peso mínimo de faena es central, porque, si no, se va a empezar a hacer un ‘puré’ de animales mal terminados, y se van a terminar dibujando los números».
Además, criticó que los cuestionamientos a la medida sean porque se afecta el peso medio de faena. «Es algo que está bien como estadística, pero no es necesariamente un indicador de salud del negocio», mencionó. Ejemplificó con que el promedio podría mantenerse si, a la par de una reducción en el peso de las terneras, se lograra faenar novillos de mayor kilaje.
Precio, la clave
Precisamente, incrementar la oferta de bovinos pesados es el principal desafío que enfrenta la ganadería en un contexto en que el mercado interno ya no tiene margen para seguir creciendo, pero el exterior demanda cada vez más proteína animal.
El problema es que, mientras el stock de hacienda mejoró de 48 a 55 millones de cabezas en los últimos años, el de novillos cayó de 6,5 a 2,8 millones y nunca se recuperó.
Para Pordomingo, que estará disertando en el 2° Simposio Internacional de Nutrición Animal de Biofarma (18 y 19 de abril, en Rosario), el problema está en el «castigo» que tiene hacer animales más pesados. «El productor está dispuesto a tenerlos unos meses más y sumarles 100 kilos, pero no si le ajustan el precio», subrayó.
Desde su punto de vista, el actor clave para revertir esta tendencia son los frigoríficos. «Si quieren construir el novillo pesado de exportación, está en sus manos generar la oportunidad», resumió.
Sobre este punto, añadió la necesidad de solucionar otro cuello de botella: «La industria frigorífica tiene que actualizarse, sobre todo las que no tienen categoría de exportación. Muchos establecimientos dedicados al consumo interno no tienen mucho interés en el animal pesado, porque no lo pueden manejar».