Acomienzos de marzo, la proyección que hacían los propietarios de feedlots era de un año normal. Más allá de los indicadores macroeconómicos, los campos habían terminado el verano con buena condición climática, lo que garantizaba una zafra de terneros a tiempo y abundante.
Pero la ganadería no estuvo ajena al sacudón que representó la aparición del Covid-19. Uno de sus primeros efectos fue demorar la oferta de terneros, que suele comenzar en abril y que se trasladó a mayo, en medio de la incertidumbre por las medidas de aislamiento.
En este río revuelto, los criadores salieron ganando, debido a la sobredemanda que muestra la categoría de invernada, en muchos casos motivada como un resguardo de valor.
En la otra punta de la mesa, los engordadores ven un escenario cada vez más complejo. “La actual relación compraventa no tiene antecedentes en la historia estadística de los últimos 20 años. Nunca fue tan desfavorable para el engordador”, aseguró Juan Carlos Eiras, titular de la Cámara Argentina de Feedlot (CAF), durante un encuentro virtual con la prensa.
En promedio, el ternero se ubica por encima de 150 pesos el kilo. Del otro lado, el novillito oscila entre 110 y 115. Pero Eiras recordó que cuando el ternero se compra hay que sumar además los gastos y el flete.
La conclusión: “Una brecha del 50 por ciento es insostenible en relación a todo lo que podamos hacer en términos de eficiencia”, remarcó el productor ganadero.
Más caro
El problema adicional es que durante agosto se sumó a la estructura de costos una fuerte suba en el precio en otro insumo clave: el maíz.
“El costo de alimentación nos dio vuelta la cara. Con un maíz de 8.500 pesos se podía sostener algo la actividad; con uno de 11 mil pesos es imposible”, admitió Eiras.
El cálculo es que de representar 80 pesos por kilo vendido, el maíz ahora significa 100 pesos. Es decir, quedan apenas 15 pesos del gordo para cubrir el resto de los gastos.
Hoy, hacer un novillo genera un margen bruto negativo de 3.500 pesos, según los números de la CAF. Con el costo financiero incluido, el valor de venta debería ser mínimo 130 pesos; un 15 por ciento más.
“El negocio se derrumbó. Encima ingresamos en la época en la que solemos pasar a terreno negativo. En 2019 aguantamos hasta agosto con ganancias, ahora estamos perdiendo desde mayo”, alertó Eiras.
¿Cómo hace entonces el feedlot para salir de este ahogo financiero? Una de las consecuencias inevitables es la descapitalización de muchos establecimientos. Pero también hay una porción del negocio que ha ganado en importancia: los servicios de hotelería.
“Al descapitalizarse, el feedlotero usa los corrales para adicionarle kilos a novillos de terceros, y por eso cobra un fee (cuota). No es que sea mucho más rentable, pero al menos, en algunos casos, sirve para cubrir los costos de estructura”, repasó Eiras.
Experiencias
Cerca de Deán Funes, por la ruta nacional 60, Martín Loustalot es el gerente de La Posta SRL, la empresa que administra un establecimiento con una capacidad de encierre de cinco mil cabezas, de las cuales alrededor de 50 por ciento son propias y la otra mitad son de inversores a los que se le ofrece la hotelería.
El productor reconoció que en los últimos meses tuvieron mayor demanda de este servicio y lo vinculó a que gran parte del empuje de los terneros proviene de productores tanto ganaderos como agrícolas que se encuentran con liquidez y eligen la carne como refugio de valor.
En la cadena opinan que, incluso, esto es lo que provoca que el precio del ternero esté tan alejado del novillo, ya que no hay otra razón a nivel del negocio que justifique semejante diferencia entre las dos puntas.
“No es la primera vez que hay liquidez, pero sí es un momento en que la carne tomó protagonismo porque, por ejemplo, la construcción se derrumbó y entonces también generó dudas la inversión en ladrillos”, explicó Loustalot.
La hotelería es, en ese sentido, el camino más sencillo, porque el inversor se evita tener que montar una estructura propia de engorde, con todo el gasto que eso conlleva. Sólo tiene que pagar por el alojamiento y la alimentación en algún establecimiento, e incluso parte lo puede abonar entregando maíz y ahorrarse el costo de enviarlo al puerto.
Sobre el presente del negocio con la hacienda propia, Loustalot aseguró que sólo es viable en el caso de algún ternero bien liviano para recriar en el feedlot. “Con un ejemplar de invernada de 200 kilos para arriba, no hay número que cierre”, indicó.
Hacia el centro de la provincia, entre Almafuerte, Río Tercero y Los Cóndores, Ricardo Gaido es el propietario de La Merced SRL, un feedlot en el que engorda 10 mil cabezas entre terneros y vacas y novillos de exportación.
Precisamente, para Gaido el comercio exterior es una de las claves de la apuesta que hay por la ganadería: los inversores ven la posibilidad de tener un bien atado al precio de dólar.
También coincidió en que la mayoría de los que ingresaron en los últimos meses son personas que “nada tienen que ver con el sector; tienen dinero y buscan una posibilidad de ahorro distinta. No hay plazos fijos que den 70 u 80 por ciento anual ni tampoco se pueden comprar dólares, entonces optan por la hotelería en el feedlot”, afirmó.
En este sentido, Gaido reconoció que el ingreso de estos inversores no tradicionales es clave para sostener la actividad.
“¿Tu pregunta es cómo estarían los corrales si no fuera por ellos? A un 20 por ciento. Con un margen bruto negativo de 3.500 pesos es imposible. Lo que cobramos por el servicio de hotelería es lo que nos permite mantenernos en pie”, aseguró.
Y completó: “Es un sistema que nos sirve a todos: al productor le cierra porque si tiene el maíz me lo puede proveer para engordar su propia hacienda. Y cambia mucho los números convertirlo en carne en vez de enviarlo al puerto”.