Muchos productores optaron por comprar hacienda para cría e invirtieron en terneros, pagando hasta $150 por kilo, un valor que se ubica un 30% por encima de los del mercado. Ante la imposibilidad de acceder a moneda extranjera, convertir pesos en carne fue la estrategia planteada por quienes apostaron a la ganadería para no perder contra el dólar o la inflación.
La pandemia trajo incertidumbre y complicaciones en la economía. Hacia marzo de este año, la Argentina presentaba una situación financiera adversa pero con la irrupción del covid-19 en el mundo, todo lo que era, dejo de ser y se debieron repensar las estrategias de negocio en el sector agropecuario.
Desde abril en adelante los productores tomaron varias decisiones: algunos compraron maquinaria, otros tomaron créditos para la compra de bienes de capital, muchos adelantaron compras de insumos y una gran cantidad se definió por la inversión en ganadería. En este ultimo caso fueron miles los que luego de vender su producción buscaron refugio para sus pesos en la compra de terneros.
Un mes después el Banco Central instrumentó una serie de medidas con el objetivo de incentivar la venta de granos que tienen los productores, estableciendo que para acceder a créditos con tasas al 24%, había que liquidar el 95% de la cosecha de trigo y soja. A partir de allí el productor optó por esa caja de ahorro en dólares que se mueve, rumia y a la que le deposita pasto para hacer mas rentable la inversión.
Ese animal que se compró tuvo dos destinos: ir a recría para lograr novillos de exportación o terminar en un establecimiento de engorde para el mercado interno.
Según Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), “quien compro terneros lo hizo para no quedarse con pesos. Es como comprar dólar un 30% más caro de lo que vale en el mercado informal, puede ser un mal negocio pero el que lo hace busca resguardo. Ante la venta de una jaula de animales terminados el productor no sabe qué hacer con los pesos y la mayoría no accede a opciones de inversión como el “dólar contado con liqui”, entonces lo más probable es que haga lo que sabe hacer, que es comprar maquinaria o hacienda”.
Hay quienes ven en el horizonte un “boom ganadero” y defienden la inversión en terneros porque avizoran una sostenida demanda internacional, con importaciones Chinas que no frenan y una suba considerable en el valor de la Cuota Hilton, que arrancó la campaña 2020/21 en 8.500 dólares y llegó a rozar los 12 mil dólares. La posibilidad de la recría con el objetivo de lograr un animal pesado y exportarlo es básicamente la traducción del kilo vivo que se pagó en pesos y se vende en dólares, pero es un negocio a largo plazo.
Otros mantienen la expectativa de una recuperación del mercado interno, todavía deprimido por las medidas de aislamiento social. Hoy se da una situación atípica porque la faena es alta, se envía hacienda pero los números no cierran. Esto ocurre porque en el negocio de la carne siempre se consume todo lo que hay disponible y si es necesario se vende mas barato, ya que la carne ajusta por precio. No es que porque no hay plata no se come. Se consume todo pero se paga menos.
En el caso del feedlot, que provee la carne para el merado local, la situación es límite. El negocio es a corto plazo (90 días) y según los últimos valores de la hacienda no resiste ninguna planilla de cálculo. Según el consultor ganadero Federico Santangelo, “hoy el productor recibe unos 110 $/kilo al vender un novillo gordo y pagó por un ternero cerca de 150 $/kilo. El número no cierra y la actividad se volvió un dolor de cabeza porque se pierden entre 3 y 4 mil pesos por animal”. Esta operación sólo se explica porque al productor le queman los pesos, sin embargo la pregunta es qué pasará cuando los feedlot no repongan su población y por ende falten cabezas para cubrir la demanda.
Para Juan Eiras, presidente de la Cámara Argentina de Feedlot, quedan unos meses muy complicados para la actividad porque todavía la faena es alta y estamos en un contexto de bolsillos flacos.
El clima conspira, hay poco pasto y el maíz que se vende en el mercado interno para alimento del ganado se vende muy por encima del precio internacional, por eso el negocio de engorde muestra números rojos y según Eiras “va a provocar que haya muy pocos animales en stock”.
El efecto en el negocio ganadero se va a sentir, porque nadie quiere seguir perdiendo entonces hay un mayor envío de animales a faena. Eso aumentaría la oferta en un contexto en el que la demanda no esta preparada.
Acerca del consumo de carne, Schiariti precisó que “los frigoríficos están atrasados en las ventas, queda carne en las cámaras frigoríficas, por lo tanto se presume que el precio del gordo va a caer. De hecho es probable que cuando finalice el mes el consumo por habitante se ubique por debajo de los 50 kilos. En comparación con el mes pasado, las ventas cayeron en el Gran Buenos Aires un 20%”.
La pretensión de muchos productores por encontrar un refugio para su moneda generó a partir de abril un desmedido e injustificado aumento de precios en el valor del ternero que podría tener consecuencias en las góndolas a corto plazo. La recomposición de precios en la cadena de la carne recién podría llegar a fin de año impulsada por la escasez de hacienda y en ese caso, según analistas y fuentes del sector el aumento al consumidor podría rondar entre el 20 y 30%.
Fuente: Ambito Financiero