Lo primero a considerar sobre los análisis que publicamos desde hace más de siete años, tiene que ver con los actuales precios de la hacienda. Si desde hace semanas venimos calificando como sorprendentes los aumentos verificados desde principios de octubre, es porque claramente no estaba dentro de nuestras previsiones. (Aunque tampoco preveíamos lo contrario).
Los analistas no tenemos la bola de cristal. Ni en materia ganadera ni en temas económicos ni financieros; tampoco sociales ni políticos. Lo único que podemos hacer es analizar mucha información relevante y, con la ayuda de la mayor o menor experiencia, vislumbrar un rumbo de los acontecimientos. Esto es lo que tiene todo pronóstico.
Pero mis previsiones, que no incluían un aumento fuerte de precios, tenían un fundamento bastante claro.
El precio surge de un balance entre oferta y demanda, especialmente en un mercado tan atomizado, abierto y competitivo como es el de ganados y carnes en la Argentina.
Por el lado de la oferta, venimos con una faena bastante estable, en línea con el stock ganadero, que marcaba un pequeño aumento interanual en la primera parte del año que luego trocó en disminución, pero en ambos casos, insisto, de pequeña magnitud.
Tampoco había diferencias mayores en el análisis por categoría.
Desde el lado de la demanda, teníamos dos circunstancias adversas, con relación a la posibilidad de un aumento de precios.
Con la demanda de consumo interno, una crisis de producción y empleo nunca antes experimentada, en un país tan sometido a repetidas crisis. La caída del 20% del PBI en el segundo semestre es récord histórico, la paralización de actividades en numerosas ramas de la producción a causa de la cuarentena es relevante, la pérdida de empleos, a pesar de los decretos, es cuantiosa, lo mismo con la pérdida de ingresos, el cierre de miles de empresas comerciales, de restauración y de entretenimiento, etc, etc.
Con este panorama no se puede prever una demanda mayor sobre una oferta estable o una demanda dispuesta a pagar mayores precios, en momentos en que una carne competitiva (o complementaria) como la aviar tiene un volumen tan significativo como la bovina, por primera vez.
Con respecto a la demanda para exportación, si bien se va a batir el récord de muchas décadas marcado el año pasado, los precios FOB están muy debilitados y el tipo de cambio (oficial) sube por la escalera, además de los derechos de exportación incrementados hace menos de un año. Es decir, que más allá de procurar un tonelaje importante, la exportación ha perdido bastante poder de fuego.
Entonces, con una oferta estable y demandas más frágiles, haber pronosticado aumentos de precio habría sido temerario (y sin fundamento).
Otro aspecto que se ha mencionado mucho en la prensa últimamente es un supuesto “vaciamiento” de los feedlots, a causa de su ruinosa explotación coyuntural, que provocaría un faltante extraordinario de oferta hacia fines de año.
Ni las estadísticas de la cámara de feedlots ni las del Ministerio demuestran esa suposición.
Según la cámara, cada uno de los 10 meses de este año se inició con un porcentaje de ocupación de entre 2 y 7 puntos mayor al del mismo mes de 2019, con un promedio de 4 puntos, lo que significa casi 7% más de hacienda encerrada en forma interanual (si los feedlots muestreados fueran siempre los mismos).
Por otro lado, los números oficiales muestran que, entre entradas y salidas de animales a feedlots, los corrales perdieron en diez meses de este año unos 60 mil animales como saldo neto, que no es un número demasiado significativo. Serían unos seis mil animales menos por mes de una población de entre 1,5 y 2 millones de cabezas.
Pero un análisis más de cerca ve que toda la pérdida se concentró entre febrero y abril. Al contrario, en los últimos seis meses, de mayo a octubre inclusive, los feedlots ganaron más de 70 mil cabezas, a pesar de lo malos que fueron los márgenes en la actividad, por la valorización de la invernada, el aumento del precio del maíz y la estabilidad (hasta principios de octubre) del precio de los animales terminados, además de otras variables siempre presentes, como costo del dinero, presión impositiva y una larga serie de etcéteras.
En definitiva, para quien sigue con alguna regularidad los análisis que publicamos en Valor Carne sabe que nunca dejamos de reconocer los errores que cometemos en nuestros pronósticos pero también saben en base a qué los hacemos.
Claramente, no preví el incremento de precios en este bimestre que acaba de terminar.
Más allá de toda esta coyuntura, y en base a todo lo dicho antes, no soy tan optimista con respecto al precio de la hacienda en los meses por venir.
Por Miguel Gorelik, Director de Valor Carne