A pesar del ruido mediático mayormente pesimista, el Mercosur y la Unión Europea estarían cerca de alcanzar el dilatado acuerdo de libre comercio entre ambos bloques, de acuerdo a los trascendidos de las reuniones que hasta el 2 de marzo se están llevando adelante en Paraguay.
En el caso de la carne, hay que esperar una cuota de 75 mil toneladas peso embarque, mitad enfriada y mitad congelada, con 7% de arancel. Todavía se discute qué lado va a administrarla, lo que no es indiferente para su resultado económico.
Más allá de lo magro de la cuota, el aspecto más negativo es la división estricta entre enfriado y congelado. La mejor prueba de esto es que la llamada cuota GATT, que desde hace décadas otorga mejores condiciones para la colocación del producto congelado, no se ha cumplido en los últimos años por falta de interés de ambos lados.
Además, ninguna de sus cláusulas entrará en vigor antes de un par de años, ya que el acuerdo debe ser aprobado formalmente por los 28 parlamentos europeos (ó 27 tras el Brexit?) y los cuatro sudamericanos.
Tampoco sabemos si será necesario el voto de algunos parlamentos locales de Europa. Hay que considerar que el acuerdo de libre comercio con Canadá (CETA) casi se ve frustrado el año pasado por el parlamento de Valonia, región de Bélgica.
Si se alcanzara, este pobre resultado debe atribuirse tanto a la miopía europea como a la falta de interés que el Mercosur mostró durante demasiado tiempo por esta nueva forma de relacionamiento comercial que floreció en todo el mundo, especialmente entre los países con ambición para ganar mercados.
Es de desear que con el cambio advertido en nuestros países en este tema, este resultado sirva como experiencia para los próximos acuerdos. Si éstos no vinieran o se demoraran, el Mercosur seguirá cada vez más aislado de las corrientes internacionales de comercio e inversiones, con grave daño para sus sectores más competitivos y para su nivel de vida general.