Hace casi una semana, la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, le dio una entrevista a Radio con Vos sobre la evolución de los precios. Diferenció los alimentos “de góndola” de los frescos y afirmó que estos últimos subieron más desde finales del año pasado y en los primeros del actual, agregando que “mucho más la carne”. Recordó que en este rubro hay un acuerdo pero que no les va a temblar el pulso si tienen que prohibir las exportaciones del producto, en caso de que detecten comportamientos especulativos. Que están en conversaciones con el sector pero que tiene que haber un parate. Reconoció que los precios internacionales de las commodities ponen una presión alcista, ejemplificando con el aumento del precio del aceite de girasol del 130% en un año (en dólares). Que hay que avanzar con ciertas herramientas de administración del comercio: suba de retenciones, encajes, cupos, etc.
También se refirió a que la dinámica inflacionaria es de origen diverso, enumerando a la economía bimonetaria (?), que la demanda de dólares puede desestabilizar y que la modificación del tipo de cambio tiene impacto en los precios. Además, sostuvo que el programa en curso quiebra esta inercia.
Tras el fin de semana, la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, en entrevista con radio Urbana, puso un poco de paños fríos. Describió una aceleración inflacionaria en forma parecida, se refirió a la turbulencia cambiaria de poco antes, a los precios internacionales de los alimentos y a que hay una inflación alta hace rato.
Ante la pregunta concreta de si van a prohibir exportaciones fue cauta, y dijo que no están en ese punto. Sin embargo agregó que el gobierno ha dicho claramente que el mercado tiene que estar normalmente abastecido y a precios razonables. Por otro lado dijo que se necesita exportar, que el sector agro es dinámico y que hay que buscar un equilibrio.
Hecha la síntesis de lo dicho, pasamos a algunas reflexiones.
Por qué no tiene sentido cerrar exportaciones
Es penoso tener que volver a analizar estas posibilidades a sólo seis años de la terminación de una política que provocó la desinversión más grande en 150 años de ganadería e industria de carnes, que fue la desaparición de diez millones de cabezas en poco más de un año, cierre de plantas, pérdidas de puestos de trabajo calificado y el confinamiento al 13er lugar como exportadores.
Encima, después sobrevino una experiencia más reciente y con resultados completamente distintos. Desde que se empezó a vislumbrar el inexorable fin de aquella política de carnes, los productores recuperaron algo más de la mitad de los animales perdidos.
Con reglas básicas muy sencillas (tipo de cambio único, sin derechos de exportación o muy bajos) toda la cadena hizo cuantiosas inversiones que le permitieron aumentar de a miles a los empleados y volver a colocarse como 5to exportador mundial, ahora por tercer año consecutivo.
Por otro lado, creer que se puede controlar el precio de la carne, más allá del cortísimo plazo, indica que se desconoce lo básico del desempeño del sector. Es uno de los pocos en el país que se acerca a la competencia perfecta, de libro de texto.
Doscientos mil ganaderos, centenas de plantas de faena, de las que ninguna supera 4 puntos de mercado, centenas de consignatarios de hacienda, miles de matarifes abastecedores, decenas de miles de carniceros y centenares de bocas de supermercados. Es imposible pensar en maniobras de colusión.
Además, para creer que puede haber comportamientos especulativos se necesita una capacidad de almacenamiento que no existe.
Los que engordan ganado a campo tienen una flexibilidad de pocos días para enviar sus animales al mercado, los que lo hacen en un feedlot, ninguna. No existen stocks de carne, enfriada ni congelada, fuera de las necesidades operativas corrientes. El carnicero tiene que vender la carne de sus medias reses en horas, al precio que acepten sus clientes, si quiere recuperar su inversión.
A principios de 2016 el órgano encargado de proteger la debida competencia en los mercados, que precisamente funciona en el Secretaría de Comercio Interior, realizó una investigación sobre el funcionamiento de este sector, porque en los primeros meses del gobierno anterior también hubo funcionarios que veían fantasmas en el aumento del precio de ese entonces. La conclusión fue que no existían problemas en su funcionamiento.
Con todos estos elementos a la vista, los que marcan la historia y los que definen la actividad, es frustrante oír que se vuelve sobre estos temas.
Confiemos en que se trata de una competencia interna verbal entre sectores del Gobierno y que no se va a avanzar en esa dirección, es especial, habiendo tantos otros temas más apremiantes.
Por Miguel Gorelik, Director de Valor Carne