Argentina es un país productor de proteína animal por excelencia y se ubica entre los cinco países que más carne bovina exportan. Hay un mundo que pide cada vez más carne y eso se transformó en una gran oportunidad para los frigoríficos exportadores, que realizaron muy buenos negocios en los últimos años. China, que comenzó a importar proteínas con mayor ímpetu luego de la aparición de la Peste Porcina Africana -que diezmó su stock de cerdos- se transformó en el principal destino de nuestra carne, pero fundamentalmente de las vacas de descarte, es decir las hembras adultas que ya no se destinarán a la reproducción.
María Aiassa, analista ganadera del ROSGAN, asegura que “el criador ha sido el eslabón más beneficiado en los últimos años, porque encontró un mercado de volumen para la vaca de refugo que casi no tenía valor comercial. Eso fue importante para poder capitalizarse y no desprenderse de otro tipo de hacienda. Y por otro lado ayudó a generar mayor eficiencia porque salieron vientres improductivos que antes por no tener valor quedaban en el campo y deprimían los índices de parición”. Desde el punto de vista comercial la Argentina había encontrado el comprador ideal: pagaba bien la hacienda que a nosotros nos sobraba.
Los granos, como el trigo, maíz, soja o sorgo, también recibieron presión comercial por parte de China y ante un escenario de escasez mundial por diversas cuestiones climáticas, se generó un rally alcista que aún hoy se evidencia en el precio de los commodities y los alimentos. Según el índice de precios elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) la carne tuvo su séptima suba consecutiva en abril y aumentó 5,1% en la comparación interanual, apoyado en “la sólida demanda de Asia oriental, ante la escasez de la oferta en Oceanía provocada por la reconstitución en curso de la cabaña ganadera y los bajos niveles de existencias”.
En nuestro país el cambio de gobierno generó una alteración de las expectativas, que son la base del negocio ganadero. Con el acceso limitado a la compra de moneda extranjera, muchos productores se volcaron a la compra de terneros, lo que provocó una escalada en el valor por kilo vivo que se trasladó al resto de las categorías. El combo de precios altos del ternero, un maíz que casi triplicó su valor en mercado interno a nivel interanual, la pandemia y una inflación difícil de manejar, desencadenaron una suba de más del 65% en el precio de la carne durante el último año.
Martín García Fernández, vicepresidente de la Asociación Argentina de Brangus, aseguró que cuando comenzaron a subir los precios internacionales de los granos, los números no cerraron por ningún lado para el feedlot, que abastece el 70% el mercado interno, por lo tanto cayó la oferta de hacienda e incrementó los precios en la góndola. Eso mismo lo confirma Roberto Guercetti, CEO de Conecar, uno de los establecimientos productivos más importantes de Santa Fe, quien asegura que “en los últimos 8 meses, las pérdidas rondaron los 6 mil pesos por animal”.
Proyección
La pregunta que muchos se hacen es si efectivamente hay algún tipo de superposición entre la carne que va al mercado interno y la que se exporta. En este sentido Aiassa destaca que “la complementariedad que tiene Argentina en cuanto a los canales de venta es muy fuerte. El tipo de hacienda que se consume internamente no es el tipo de carne que se exporta y no sólo me refiero a China, que se lleva vaca manufactura o toro, que acá prácticamente no se consumen”.
Sin embargo, en cuanto a este punto, Martín García Fernández, vicepresidente de la Asociación Argentina de Brangus, destacó que “el frigorífico que exporta y también hace mercado interno puede integrar, porque si no tuviera ese mercado externo, sus costos serían mucho mas altos. Pero en el caso de la vaca que va a China, si bien no impactan en el mercado interno la conserva o la manufactura mala, sí lo hace la vaca gorda que se comercializa en las carnicerías populares donde se vendía muy barato y tiene una demanda fuerte. Esa vaca va a empezar a aparecer en los pueblos y bajara un poco el precio hasta que después de un tiempo, la falta de productividad provoque que vuelvan a subir los precios”. En este sentido, Aiassa confirma que “el golpe se lo dan al criador, porque ya no podrá sacar del campo una mercadería que nada tiene que ver con el producto que se intenta controlar”.
La complejidad del negocio ganadero obliga a tomar decisiones que deben tener una precisión quirúrgica. En este escenario, el gobierno tomo una decisión que alarmó a todo el sector productivo al suspender los envíos de carne bovina al exterior por 30 días, mientras muchos se preguntan si efectivamente eso resolverá el problema más agobiante, que es el alto precio de la carne en el mercado interno.