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La ganadería, ¿una actividad que aporta o atenta contra la sostenibilidad?


Cómo el potencial de captura a partir de pasturas convierte a las vacas en aliadas frente al cambio climático En los últimos tiempos se ha suscitado un intenso debate en torno a la sustentabilidad de la ganadería vacuna. Quienes cuestionan a la actividad suelen referirse a un viejo reporte de FAO (2006) en el que sus…


Cómo el potencial de captura a partir de pasturas convierte a las vacas en aliadas frente al cambio climático

En los últimos tiempos se ha suscitado un intenso debate en torno a la sustentabilidad de la ganadería vacuna. Quienes cuestionan a la actividad suelen referirse a un viejo reporte de FAO (2006) en el que sus autores manifiestan que la ganadería es “la mayor responsable de emisión de gases de efecto invernadero (GEIs) del mundo”. Pero, ¿qué tanto hay de cierto en esta afirmación?, ¿puede la ganadería ser una solución para el cambio climático?, ¿qué rol cumplen los rumiantes a nivel ecosistémico y cuál es su impacto en la seguridad alimentaria

¿Qué son los gases de efecto invernadero (GEIs)?

En primer lugar, los GEIs son gases que se acumulan en la atmósfera y que atrapan parte del calor que, de otra manera, escaparía de la tierra. Estos gases son indispensables para la vida en la tierra. De hecho, si no existieran, la temperatura promedio de nuestro planeta pasaría de 15°C, como es en la actualidad, a -18°C, haciendo inviable la vida. Los principales GEIs, de acuerdo a su abundancia en la atmósfera, son el vapor de agua, el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). 

Estos gases difieren en su capacidad de “calentar” la atmósfera. Una de las métricas para estimar esa capacidad de producir calentamiento se denomina Potencial de Calentamiento Global (GWP por sus siglas en inglés). Esta métrica fue desarrollada por el Panel Internacional para el cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés) y es una medida relativa de cuánto calor puede ser atrapado por un determinado GEI en comparación con el CO2, cuyo GWP equivale a 1 (Tabla 1). Existen otras métricas que también pueden usarse para estimar el potencial “calor” generado por estos GEIs. Una de las más difundidas es el Potencial de cambio de Temperatura Global (GTP por sus siglas en inglés). Mientras que el GWP es una medida del calor absorbido durante un período de tiempo debido a la emisión de un determinado gas, el GTP es una medida del cambio de temperatura al final de ese mismo período. En este sentido, y como se observa en la tabla 1, el GTP del metano (el gas que más preocupa a quienes cuestionan la ganadería) es 4 veces menor que el del CO2 (Chang-Ke et al., 2013).

Tabla 1. Principales GEIs, fórmulas químicas, vida media en atmósfera y su potencial contribución al calentamiento (GWP) según el IPCC.

Los rumiantes y el ciclo biogénico del carbono

Los rumiantes, como las vacas, son de los pocos animales sobre la faz de la tierra capaces de transformar celulosa en productos de alto valor biológico (proteínas). Para ello hacen uso de bacterias y protozoos presentes en sus estómagos que degradan esa celulosa. Los seres humanos son incapaces de degradar esa celulosa ya que carecen de un rumen y bacterias capaces de hacerlo. De hecho, mientras que los estómagos de una vaca lechera de 550 kg pesan 21 kg (4% del peso vivo total, Figura 1; Reynolds et al., 2004), el estómago de un ser humano adulto pesa solo 150 grs (0,2% del peso vivo), es decir, ¡20 veces menos que el de una vaca!

Figura 1. Esquema del sistema digestivo de una vaca.

Al comer pasto, una vaca consume, entre otros compuestos, celulosa y almidón. Ambos compuestos están conformados por carbono (C). Como subproducto de su digestión, las bacterias del rumen eliminan metano (CH4). Ese metano es parte de un ciclo natural, también llamado biogénico. En este sentido, el metano dura unos 12 años en la atmósfera y luego se reconvierte a CO2, y de esta manera puede ser tomado por las plantas a partir del proceso de fotosíntesis (Figura 2). De esta forma, los sistemas pastoriles pueden reciclar metano a partir del proceso de fotosíntesis. El rumiante cumple allí un rol esencial, ya que de no estar presente el crecimiento de esas pasturas y pastizales se vería afectado negativamente (Vecchio et al., 2018). Asimismo la presencia de rumiantes que retiren material vegetal y limiten la acumulación de material muerto permite reducir la intensidad y la frecuencia de incendios (Rouet‐Leduc et al., 2021). Estos incendios someterían a estos ecosistemas a potenciales catástrofes naturales y liberarían enormes cantidades de CO2 a la atmósfera.

Figura 2. Ciclo biogénico del carbono.

¿Por qué se cuestiona a la emisión de metano?

El metano es un gas con una corta vida atmosférica, por lo que difiere sustancialmente del CO2, cuya vida media puede superar los 1.000 años. En este sentido, si se emite una cantidad equivalente de metano y dióxido de carbono, el CH4 calienta rápidamente la atmósfera pero a las pocas décadas deja de producir calentamiento. En cambio, el CO2 sigue calentando la atmósfera por cientos o miles de años (Figura 3). A partir de este comportamiento diferencial del CH4 respecto al CO2 se han propuesto otras métricas para estimar el incremento real de la temperatura provocado por estos gases de corta duración. Además del GTP mencionado anteriormente, existe otra métrica que tiene en cuenta estas diferencias en la vida media de las moléculas. Esta métrica (denominada GWP*) está alcanzando un consenso global en el último reporte preliminar del IPCC y presenta una sólida base científica que la avala (Lynch et al., 2020).

Figura 3. Comparación entre el calentamiento producido por un pulso de emisión de metano (CH4) y la misma cantidad equivalente de dióxido de carbono (CO2).

El ciclo antropogénico del carbono

El ser humano, a partir de la extracción, fundamentalmente de combustibles fósiles, ha emitido una enorme cantidad de CO2 a la atmósfera. Ese CO2 es producto de la quema de estos combustibles (petróleo, gas y carbón en mayor medida) y, a diferencia del metano, se acumula en la atmósfera. Esto vuelve al CO2 más perjudicial que el CH4 por su carácter acumulativo, a pesar de que el GWP de este último sea mayor. 

Aún cuando se insiste en apuntar a la ganadería como una actividad con enorme responsabilidad frente al calentamiento global, la evidencia indica que, del total de las emisiones globales de GEIs solo el 5.8% corresponde a la producción animal, principalmente debido a la emisión de metano entérico (por fermentación ruminal). Si consideramos emisiones indirectas (transporte) la ganadería podría alcanzar un nivel de emisión cercano al 10% del total de GEIs a nivel global.

Como puede observarse en la Figura 4, la producción de energía es la principal responsable de emisiones a nivel mundial. Esto tiene que ver con que un porcentaje grande de esa producción energética se realiza a partir del uso de combustibles fósiles (más del 80%).

Figura 4. Emisiones globales de GEIs divididas por sector productivo.

Entonces… ¿pueden las vacas enfriar el planeta?

Las vacas en interacción con pasturas perennes o pastizales, pueden potenciar la captura de CO2 del aire. Esta capacidad es directamente proporcional a la productividad de las pasturas o pastizales. Cuanto más biomasa aérea produce una pastura, más cantidad de raíces genera. A diferencia de lo que sucede con cultivos anuales agrícolas, las pasturas y pastizales tienen generalmente la capacidad de recomponer el carbono del suelo, aumentando así la captura (Figura 5). ¡Capturando más carbono, ayudamos a enfriar el planeta!

Figura 5 (a) Contenido de carbono orgánico (g/kg) en suelos de Balcarce (AR) bajo agricultura durante 8 años que luego fueron transformados a pasturas (círculos negros) o se mantuvieron en agricultura (círculos blancos) (Studdert et al., 1997). (b) Efectos del porcentaje de tiempo con pasturas (%PS) sobre el contenido de carbono orgánico (%) en suelos en INIA Estanzuela. 

Pero… las vacas, ¿no compiten fuertemente con el alimento para el ser humano?

La mayor parte de la ganadería argentina (y del mundo) se hace sobre suelos ganaderos, no aptos para cultivos de grano. De hecho a nivel mundial, se estima que más del 50% de las tierras usadas para la ganadería no es apta para sembrar otros cultivos y que el 86% del alimento que consumen los rumiantes no es apto para consumo humano (Mottet et al., 2017). Por eso la actividad compite poco con la agricultura. 

En el caso puntual de Argentina, por ejemplo, los granos son incorporados en la dieta casi exclusivamente en la etapa de terminación (los últimos 100 kg aproximadamente) y solo el 60% del total de animales faenados son terminados a grano. Todas las etapas anteriores (y el 40% del total de la faena) nacen, crecen y se desarrollan en pasturas y pastizales, en suelos no aptos o marginalmente aptos para agricultura. En el ciclo de vida de un novillo, a lo sumo el 10% de lo que consume en total es grano, el restante 90% es pasto (Jáuregui et al., 2021). Entonces, la disyuntiva no es “grano o carne”, sino que es mantener un pastizal que produce celulosa (indigestible para el hombre) o usar un rumiante que lo transforme en proteínas de alto valor biológico. Aún si fuera posible transformar estos sistemas ganaderos a agrícolas, el impacto para el suelo y la captura de carbono sería nefasto. En este sentido, transformar pastizales y pasturas perennes en cultivos agrícolas permanentes implica una caída importante en el contenido de C orgánico del suelo y un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (Soussana et al., 2004; Studdert et al., 1997).

Conclusiones

Las vacas solo emiten un porcentaje muy menor de GEIs. A su vez, debido a que el metano es un gas de corta duración en la atmósfera, su potencial aporte al incremento global de temperatura es muy bajo. Por otro lado, el potencial de captura a partir de pasturas convierte a las vacas en aliadas frente al cambio climático. Además, 50% de la producción de carne y leche se realiza sobre tierras no aptas para cultivos de grano. Por todo ello, eliminar rumiantes generaría inseguridad alimentaria, particularmente en regiones más pobres, al prescindir de fuentes esenciales de proteínas.

Referencias

CHANG-KE, W.; XIN-ZHENG, L.; HUA, Z. 2013. Shares differences of greenhouse gas emissions calculated with GTP and GWP for major countries. Advances in Climate Change Research 4: 127-132.

JÁUREGUI, J. M.; BERHONGARAY, G.; PALLADINO, A.; BARGO, F.; COLOMBATTO, D. 2021. Reassessing beef livestock myths. 1) Kilograms of grain per kilogram of liveweight. Communication. Presented at: Congreso Argentino de Producción Animal.

LYNCH, J.; CAIN, M.; PIERREHUMBERT, R.; ALLEN, M. 2020. Demonstrating GWP*: a means of reporting warming-equivalent emissions that captures the contrasting impacts of short-and long-lived climate pollutants. Environmental Research Letters 15: 044023.

MOTTET, A.; DE HAAN, C.; FALCUCCI, A.; TEMPIO, G.; OPIO, C.; GERBER, P. 2017. Livestock: On our plates or eating at our table? A new analysis of the feed/food debate. Global Food Security 14: 1-8.

REYNOLDS, C.; DÜRST, B.; LUPOLI, B.; HUMPHRIES, D.; BEEVER, D. 2004. Visceral tissue mass and rumen volume in dairy cows during the transition from late gestation to early lactation. Journal of Dairy Science 87: 961-971.

ROUET‐LEDUC, J.; PE’ER, G.; MOREIRA, F.; BONN, A.; HELMER, W.; SHAHSAVAN ZADEH, S. A.; ZIZKA, A.; VAN DER PLAS, F. 2021. Effects of large herbivores on fire regimes and wildfire mitigation. Journal of Applied Ecology.

SOUSSANA, J. F.; LOISEAU, P.; VUICHARD, N.; CESCHIA, E.; BALESDENT, J.; CHEVALLIER, T.; ARROUAYS, D. 2004. Carbon cycling and sequestration opportunities in temperate grasslands. Soil use and management 20: 219-230.

STUDDERT, G. A.; ECHEVERRÍA, H. E.; CASANOVAS, E. M. 1997. Crop‐pasture rotation for sustaining the quality and productivity of a typic Argiudoll. Soil Science Society of America Journal 61: 1466-1472.

VECCHIO, M. C.; GOLLUSCIO, R. A.; RODRÍGUEZ, A. M.; TABOADA, M. A. 2018. Improvement of saline-sodic grassland soils properties by rotational grazing in Argentina. Rangeland Ecology & Management 71: 807-814.

Fuente: news.agrofy.com.ar

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