En marzo y abril la hacienda tocó niveles record históricos pero desde entonces perdió 20 %, en términos deflacionados, un porcentaje muy importante. Qué variables inciden para que la estacionalidad, que se repite año tras año, en esta ocasión tenga mayor impacto, según Miguel Gorelik.
La inflación se viene acelerando y los problemas en las decisiones políticas del gobierno no permiten prever motivos para su atenuación. El 2021 terminó con poco más del 50% y en los últimos doce meses ya superamos el 60%. Para los próximos doce, el consenso de los analistas se ubica arriba del 70%, aunque debe destacarse que esta previsión no ha dejado de subir en los últimos meses.
Por otro lado, el precio de la carne recorrió los dos años recientes con una gran resiliencia que pudo superar a la inflación general, a pesar de la debilitada situación de la economía, de la demanda y de las medidas tomadas contra la exportación con el propósito contrario.
Así las cosas, se llegó a los meses de marzo y abril con niveles récord históricos, en pesos deflacionados, obviamente.
Pero desde entonces, la hacienda perdió 10% en términos nominales y 20% en términos reales. Éste es un procentaje muy importante para tan corto tiempo. El consuelo es que el retroceso proviene desde un nivel muy importante.
Justamente ahora que las noticias se llenan de titulares acerca de cómo aumentan todos los precios, el de la carne está colaborando para que el incremento del nivel general de precios sea menos abrupto.
El retroceso de la hacienda
En este proceso tiene que ver la estacionalidad y los efectos que produce una alta inflación.
En los meses del invierno y su salida, los valores de la hacienda acusan un nivel más bajo, habitualmente. A esto se agregan las consecuencias de una persistente sequía en el área ganadera central, que obligan a suplementar con granos caros, encerrar o vender, poniendo más presión en la oferta.
Por último, altas tasas de inflación provocan una gran variabilidad en los precios reales, en especial en los de mercados de alta competencia, donde no hay “fijadores de precios”.
Esto le suma otro ingrediente de alto riesgo a una actividad de largo plazo y que no puede elegir el mejor momento para la venta de sus productos finales, sean los vientres, la invernada o el gordo. Se debe depender de la suerte para que al momento de la venta los precios resulten favorables o no.
Esta no es una buena noticia para un sector que viene invirtiendo y creciendo, aunque lentamente, y que tiene muy buenas señales desde el resto del mundo.