Frank Mitloehner de la Universidad de California es el investigador que logró revertir con datos científicos el informe “La larga sombra del ganado” de la FAO, que los responsabilizaba por el cambio climático, aduciendo que producían más gases de efecto invernadero que el transporte de todo el mundo. Luego, lideró el equipo de 300 científicos que desarrolló estándares globales para cuantificar los impactos de la ganadería de cara a la Agenda 2030 para el Acuerdo de París. Con esta trayectoria explicó en la Rural de Palermo cómo demostró el error de ese informe que alimentó el lobby “anti-ganadería” y por qué los productores deberían gestionar el metano como negocio y parte de la solución al calentamiento global. La charla, que se realizó en la Jornada de las Carnes, contó con la participación de Cristian Feldkamp, Director Ejecutivo de CREA, y la moderación de Andrés Costamagna, de la Sociedad Rural Argentina (SRA).
“No me sonaba bien que vacas, cerdos, aves y ovejas produjeran más gases de efecto invernadero que todos los autos, camiones, trenes, aviones y barcos del mundo. Así que con mis estudiantes de posgrado analizamos el informe de la FAO y cómo llegaron a sus conclusiones”, recordó Mitloehner, agregando que, efectivamente, encontraron algunas contradicciones que necesitaban ser rectificadas. “En ganadería midieron toda la cadena de suministro, suelo, plantas, animales, cuánto sale de la boca, del estiércol, qué sucede cuando se procesan las carnes, cuando se cocinan y se consumen, pero no hicieron lo mismo para el transporte, no incluyeron la producción de los vehículos, las carreteras ni los aeropuertos. Solo miraron lo que salía del caño de escape, porque no tenían la información del ciclo de vida tal como había para el ganado”, argumentó.
“Era una falla significativa que discutimos en una reunión científica. Luego un reportero me pidió que lo explicara y compartió el tema con una agencia de prensa. En minutos, los medios del mundo supieron que un profesor de Universidad de California había rebatido el informe de la FAO”, aseguró. Tras esta repercusión, la organización se retractó, reconocieron el equívoco y escribieron algunos artículos aclaratorios.
“Pero, en la práctica, el informe satisfacía la agenda de fuertes grupos de personas anti-ganadería, que durante los últimos años han estado llamando a reducir drásticamente el consumo de alimentos de origen animal para salvar el clima del planeta”, afirmó.
“Entonces, ¿cuál es verdadero rol de la ganadería en el cambio climático?”, preguntó el moderador.
Hay que tener en cuenta que los gases de efecto invernadero asociados a la ganadería son dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. “De esos tres, el de mayor impacto es, por lejos, el metano, aunque también puede contribuir a la solución al calentamiento global”, planteó Mitloehner. Y siguiendo con la comparación con el transporte, argumentó: “una vez que, quemás combustible, el dióxido de carbono que sale del caño de escape de tu automóvil permanece en el aire durante miles de años. Pero no sucede lo mismo con el metano, que atrapa mucho calor del sol, pero tiene una vida útil muy corta”.
Con respecto al ciclo del metano, las plantas toman el carbono que necesitan para producir carbohidratos a partir del dióxido de carbono atmosférico. Al comerlas, el ganado convierte una parte en metano, que se libera cuando eructa y cuando el estiércol se descompone, pero permanece en el aire unos 10 años y luego se vuelve a convertir en el dióxido de carbono de donde vino. “Es muy diferente al ciclo de los combustibles fósiles, petróleo, carbón y gas, que se almacenaron en el suelo durante millones de años, y una vez extraídos, se queman y se agregan a la atmósfera. Es una calle de una sola mano”, subrayó.
Volviendo a la ganadería, el profesor advirtió que de toda la energía con la que se alimenta a los animales un 10% se pierde como metano. “Es una merma neta para la producción, o sea de dinero, y genera un problema ambiental. Deberíamos minimizar el metano que libera nuestro ganado (con genética, nutrición, manejo y sanidad) y capturar el que proviene del estiércol para transformarlo en algo útil”, aseveró.
¿Las vacas podrían ayudar a cambiar la matriz energética?, indagó la SRA.
“Sí, es posible”, contestó, presentando el caso de California donde la legislatura sancionó una norma muy agresiva, que exige una reducción del 40% del metano a 2030, mediante incentivos financieros a la actividad lechera. “Ahora los productores, no se limitan a almacenar el estiércol en lagunas al aire libre, las tapan y capturan el gas que emanan, que se convierte en combustible renovable. Ya redujeron la emisión un 30% y están ganando dinero por ello ya que ese biogás (60% es metano), se paga con un bono de carbono”, describió, señalando que esto es un ejemplo y que hay muchos otros en el sector cárnico.
Para Mitloehner, gestionar el metano es clave para que la ganadería sea parte de la solución al cambio climático. “Tenemos la custodia del ganado y podemos reducir este potente gas de efecto invernadero. Otros sectores que operan con combustibles fósiles no pueden hacerlo. Si el transporte disminuyera sus emisiones eso impactaría muy poco en el calentamiento global. Por eso los productores no deberían ignorar el metano, administrarlo es efectivo”, recalcó.
En ese punto, Costamagna intervino afirmando que, sin embargo, hay grupos de personas que niegan que los sistemas de producción animal sean parte de la solución y plantean que es mejor comer otros alimentos. “¿Qué opinas?”, dijo.
“Esa es la pregunta que recibimos a menudo de grupos anti-ganadería que piensan que lo mejor sería no comer carne los lunes, cuando todo el ganado de EE.UU. emite sólo el 4% de los gases de efecto invernadero”, señaló Mitloehner, detallando que en su país se ha investigado esta propuesta. “En una situación extrema, si nuestros 320 millones de habitantes dejaran de consumir alimentos de origen animal, se volvieran completamente veganos, las emisiones se reducirían un 2,6%, muy poco frente al 80% de los combustibles fósiles. Además eso nunca sucedería, porque los norteamericanos aman comer carne, huevos y lácteos”, opinó.
Por otra parte, los productos de origen animal son los alimentos más densos en nutrientes. “No los llamo ricos en proteínas, porque contienen, sí, aminoácidos esenciales, pero también tienen hierro, selenio, calcio, vitamina B12, entre otros. Y son altamente digeribles por los humanos, mucho más que los alimentos procesados de origen vegetal”, sostuvo.
Finalmente, de cara al futuro, la SRA consultó: ¿Cómo ves a la ganadería argentina para alcanzar la neutralidad climática?
“Una de las cosas que se necesita es que, cuando miran a su cadena productiva, no solo deberían considerarla como fuente de gases de efecto invernadero, sino también como un sumidero de carbono”, respondió Mitloehner, aludiendo a la abundancia de suelos de pastoreo que pueden capturar un tercio de todo el carbono que los humanos liberan a la atmósfera con sus diversas actividades.
Y aconsejó: “En mi opinión, por un lado, es importante reducir un 30% las emisiones de metano, algo posible, está demostrado, eso reduciría el calentamiento de otros gases de efecto invernadero. Pero además necesitan tener una matriz, es decir, una forma de cuantificar los gases, que describa cuándo la industria cárnica puede alcanzar esa neutralidad según el acuerdo de París. Los animo a trabajar con sus científicos para averiguar la importancia del secuestro de carbono en sus suelos y cuánto de las emisiones se puede compensar”.
Medir, la clave
Para finalizar, Feldkamp propuso una estrategia país para alcanzar la neutralidad climática.
“Hay mucha tecnología disponible para reducir las emisiones de metano mejorando la eficiencia productiva, es algo muy importante no solo porque tienen alto impacto en el calentamiento global, sino también porque puede ser un futuro negocio para la ganadería. Por otro lado, hay que capturar más carbono en los suelos, para lo cual también hay tecnología, pero no sabemos si lo estamos haciendo ni en qué cantidad porque no estamos midiendo”, advirtió.
Y, como líder en innovación y trabajo en equipo, concluyó: “Aquí la clave es medir, es un trajín, pero no es tan difícil. Lo importante es que el diálogo entre las instituciones nos lleve a invertir en acciones basadas en la ciencia, con una agenda común, algo hacia donde hoy estamos apuntando. El desafío del cambio climático es real y urgente y nuestra ganadería puede secuestrar mucho carbono y compensar las emisiones de su propia actividad y de otras, contribuyendo a la neutralidad climática del país”.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne