“Fue un proceso de altas inversiones y nos generó una crisis financiera, pero son pocos los que tienen las cosas de esta manera, así que valió la pena”, destaca Carlos, a cargo del establecimiento
La Criolla es una empresa agrícola-ganadera ubicada en la localidad América, partido de Rivadavia, provincia de Buenos Aires que hace más de 15 años está en el rubro del engorde de hacienda a corral, ya sea con hacienda propia o brindando el servicio de hotelería (engorde a terceros).
En 2018 decidieron darle un giro a la empresa familiar e implementar acciones para cuidar el ambiente: manejo de efluentes, limpieza de corrales y bienestar animal.
Pero la historia viene de hace muchísimo antes. Es un negocio familiar centenario y no es un dato menor, porque en un lugar donde las cosas se hicieron de la misma manera durante tanto tiempo, animarse a dar un salto y probar nuevas formas de producir es todo un desafío.
“La empresa arrancó con mi bisabuelo en 1914 y luego siguieron mis padres. En 2007 fallece mi única hermana, mis padres me ceden todo y decido crear una Sociedad Anónima. Ahí comencé como presidente hasta el día de hoy”, contó a Agrofy News Carlos Barrios Barón.
Carlos tiene 67 años, es marino de profesión y actual gerente de La Criolla. Cuando decidió tomar las riendas del campo no paró. Hizo cursos, posgrado en Agronegocios y se sumó a distintas instituciones para trabajar en conjunto: CREA, INTA, Aapresid. Hoy, entre otras tantas cosas, participa de la comisión directiva de la Cámara de Feedlot y de la Fundación Barbechando.
La Criolla: ganaderos por opción
El 2004 fue un punto de inflexión para el establecimiento. La agricultura avanzaba y le quitaba hectáreas a la ganadería. En ese momento la empresa decidió intensificar el pastoreo rotativo con altas cargas y aumentó la suplementación estratégica: «Empezamos a hacer silos de maíz en bolsones para autoconsumo. En un momento no alcanzó entonces decidimos hacer unos corrales para mantener nuestra hacienda”, contó Carlos.
En la campaña 2008/09 iniciaron con el desarrollo del feedlot para mantener su stock de hacienda vacuna y para brindar servicio a terceros: “Somos ganaderos por opción porque estamos en una zona agrícola. La transformación de nuestra agricultura en carne constituye una buena forma de agregar valor y además, de generar empleo directo e indirecto en nuestra comunidad”, expresó el presidente.
Cuando arrancaron con el feedlot pasaron de tener 14 personas de 40 años de promedio de edad, a 60 personas de 35 años: “Incorporamos más jóvenes con más nivel de educación. Cambió el perfil a profesionales y técnicos. Eso nos llevó a tener mucha menos gente viviendo en el campo. Tenemos traffics que los llevan y los traen. Eso hace que se equilibre más la vida familiar y laboral”, explicó.
Un giro sustentable
Pero el cambio de mirada en la empresa llegó recién de la mano de sus cuatro hijas mujeres, que se involucraron en el negocio y demostraron que se podía hacer las cosas de otra manera: “María Paula es abogada, María Pilar, es doctora en Biología, estuvo en el INTA y ahora trabaja con nosotros, María Pía es ingeniera agrónoma y está conmigo full time desde 2018 y Carla que es la única que no vive en el país pero también está involucrada”, detalló Barrios.
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El nuevo enfoque que aportaron sus hijas es el de tener producciones cada vez más respetuosas del medio ambiente. “Es un proyecto compartido por toda la familia”, resaltó. Actualmente Carlos y sus hijas están integrados como directores y accionistas del establecimiento: “El 85% de mis acciones ya las fui pasando a ellas y mantengo por ahora el rol de gerente general”.
En 2018 comenzaron a hacer un cambio profundo en el feedlot para cuidar el ambiente: “Fue un proceso de altas inversiones, fue un costo económico enorme y nos generó una crisis financiera, pero conozco muchos feedlot y son pocos los que tienen las cosas de esta manera, así que valió la pena”.
En ese momento se propusieron tres objetivos: mitigar el impacto ambiental, mejorar el confort y performance animal y obtener la materia prima para realizar compost que luego utilizan como fertilizante dentro de la empresa, todo bajo el modelo de economía circular.
“Necesitábamos un campo para hacer recrías más largas, para poder apuntar a exportación, con mayor cuidado del ambiente, un feedlot con menor rotación, con más bienestar animal, con más espacio. Para eso redefinimos los metros cuadrados de hábitat de los corrales para la hacienda. Hoy el 40 % del campo está praderizado”, resaltó.
Se manejan con ganadería pastoril y usan los corrales solo para engorde final: “Estamos en la cuarta Niña. Tenemos un círculo rojo que agarra Rivadavia y Villegas con sequía extrema, llevamos 220 mm en el año. No pudimos tener toda la hacienda en el campo”, conentó sobre esta campaña.
Y agregó: “Nuestras pasturas se comen al estilo regenerativo, holístico. Las 2 mil hectáreas que tenemos se mueven con cambio diario de parcelas y se regresa recién cuando está recuperada. Esto da mucha más producción de carne pero también un manejo más cuidadoso del suelo”.
El feedlot pasó de tener una capacidad instalada de 25 mil cabezas, a 17 mil cabezas: “No es que achicamos sino que redefinimos la capacidad de los corrales. Hay aproximadamente 208, son de distintos tamaños. Está ubicado en un lugar del campo que tiene la mejor cantidad y calidad de agua”.
Corrales limpios y compost
Una de las medidas más importantes para ser sustentables es tener corrales limpios. El barro da una mala ganancia de peso, trae enfermedades y complica la producción. “Fuimos haciendo un proceso de aprendizaje para compostarlo, para desactivar antibióticos y homogeneizar el material”, contó el gerente.
Para eso empezaron a trabajar con el INTA Villegas en un grupo de ambiente, junto con otras empresas y CREA, mejorando los procesos y lograron generar compost cada vez mejor hechos: “El traslado del compost al lote y la aplicación nos ha permitido, aún con agricultura permanente, mejorar fuertemente los niveles de fósforo. No solo elimina la necesidad de ir a comprarlo afuera, bajando las emisiones, sino que ayuda a la economía circular. Transformar y agregar valor”.
De esta forma, implementaron muchos procesos que le permitieron obtener el certificado de agricultura sustentable, como los protocolos y certificados de disposición final de todos los residuos químicos, la utilización de herbicidas banda verde, y la disminución de uso de insecticidas. Además, tomaron contacto con Carbon Group para medir la huella de carbono en todo el campo, incluido el feedlot y durante este tiempo lograron bajar un 35 % las emisiones.
Cuidado de las napas
Además, se enfocaron en tener un manejo eficiente de los efluentes, controlando rigurosamente las aguas subterráneas y asegurando estándares de limpieza de los corrales: “Impermeabilizar 17 lagunas, tener casi 5 mil metros de canales con materiales, todo eso llevó un esfuerzo económico importante”, explicó Barrios.
Tal como explicó el gerente de La Criolla, la peor contra que tiene un feedlot mal hecho es que haya contaminación a las napas: “Logramos que los efluentes vayan de los corrales a lagunas que están impermeabilizadas y no pueden pasar a la napa. El agua que no se usa en el agro sigue corriendo y termina en el océano salinizándose, se pierde. No le sacamos el agua a nadie y lo importante es no deteriorarla”.
Un paradigma de 3 patas
El gerente de la Criolla resaltó que la sustentabilidad tiene 3 ejes y no hay que descuidar ninguno: “Nos auto imponemos cuestiones como el 100 % de la economía en blanco. Esto agrega más costos de lo que te reditúa en valor pero nosotros lo medimos de otra manera”.
Destacó que la misión como empresarios agropecuarios es producir materia prima para elaborar alimentos, cada vez de mejor calidad, y con más cuidado del ambiente: “Venimos charlando de cuánto hicimos que muchas veces no se ve monetizado, pero uno se lleva la tranquilidad de hacer las cosas bien antes que una ley lo exija, vemos que la sociedad lo está demandando. No se puede producir de cualquier manera”.
El 5 de septiembre Carlos participó de una reunión de Secretaría de Ambiente del Acuerdo para el Cambio Climático: “Somos 60 empresas las que firmamos. Asumimos una serie de compromisos de buenas prácticas y mantener un flujo de información”.
Además, resaltó la importancia del compromiso con las instituciones del lugar hacia el bien común: “Nos relacionamos con agrotécnicas de la zona, recibimos pasantías, damos capacitaciones”.
Por último, contaron que firmaron un acuerdo con Fundación Vida Silvestre: “Trabajar en una zona netamente agrícola es un desafío para ellos porque asumen que la agricultura barrió la biodiversidad. Queremos ver cuál es nuestro status hoy y que nos ayuden a mantenerlo. Con menor uso de insecticidas uno puede proteger los insectos benéficos del suelo. La idea es producir cuidando todo lo que nos rodea, siendo sustentables económicamente”.
Fuente: news.agrofy.com.ar/
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