El trigo fue la gramínea más importante hasta 2010, cuando empezó a declinar por cuestiones de mercado y la cebada pasó a ser la estrella, llegando el trigo a valores de hasta solo el tres por ciento de la rotación. Los últimos tres años el trigo viene recuperando superficie en detrimento de la cebada, pero enfrenta un panorama muy diferente de nutrición y sanidad.
Estos aspectos del cultivo fueron algo modificados por el ingreso de la cebada y el ajuste de manejo que esta requirió por presentar mayor respuesta a momento y dosis de fertilización nitrogenada y a un más exigente manejo sanitario debido a la susceptibilidad de las variedades utilizadas.
Desde la visión de la nutrición se viene avanzando en la implementación de los muestreos de suelo y una fertilización más balanceada, eligiendo mejor los nutrientes a reponer y las dosis a aplicar pensando en la rotación, en fortalecer la planta ante posibles residuos de herbicidas que pudieran debilitar la planta, en potenciar las defensas de las plantas y lograr mejor calidad (proteína bruta en particular) en el grano cosechado.
Se viene ajustando la fertilización fosforada de base, las dosis y momentos de aplicación de fertilizantes nitrogenados que se realiza en dosis divididas, yendo la primera desde una hoja (Z11) y la segunda hasta 2 nudos (Z32), con un posible refuerzo con otras fuentes de nitrógeno hasta hoja bandera desplegada, según oferta de nitrógeno del ambiente y condiciones de crecimiento del cultivo.
Respecto de la sanidad, se apunta a la elección de variedades en función del rendimiento potencial, pero también desde el comportamiento sanitario a enfermedades que antes no eran importantes en la zona, como la roya amarilla del trigo ( Puccinia striiformis f. sp. tritici), la roya negra ( Puccinia graminis f. sp. Tritici), y la variable presencia y agresividad de estas y otras enfermedades en función de la fecha de siembra, nutrición, y condiciones climáticas de la campaña.
No olvidemos el necesario análisis de patógenos de las semillas a utilizar para una adecuada elección del curasemilla fungicida a utilizar y el infaltable monitoreo de plagas y enfermedades que acompañe al cultivo para la toma de decisiones lote a lote y con criterio agronómico. En la zona, los trigos tienen un promedio de los últimos diez años de una aplicación de fungicida foliar en el cultivo, llegando en la última campaña a 1,5 aplicaciones en el promedio de los lotes debido al avance de la roya amarilla y la roya negra por el uso de variedades susceptibles, sumado a la presencia de ( Drechslera tritici-repentis), septoria ( Septoria tritici) y roya anaranjada ( Puccinia triticina).
Mientras que en cebada va de 1,2 a 1,8 aplicaciones por lote las últimas campañas, siendo las enfermedades más importantes mancha en red ( Drechslera teres), escaldadura ( Rhynchosporium secalis), ramularia ( Ramularia collo-cygni) y, por último, la roya de la cebada ( Puccinia hordei). Debemos comprender que los sistemas son complejos, y en las experiencias simplistas no nos ha ido bien, debemos estudiar, ir al campo, interactuar, integrarnos, potenciarnos, transitando el camino de la intensificación sustentable. Tenemos que tener acciones cada vez más específicas, pero con pensamientos cada vez más integrales: el camino es la agronomía.
Por: Esteban Bilbao
La Nación