Imaginen un mundo en el cual decenas de pequeños robots se encargan de la siembra en base a prescripciones agronómicas generadas por algoritmos alimentados en tiempo real con datos provenientes de satélites y sensores ambientales, los cuales, combinados con pronósticos meteorológicos, se emplean para comenzar el ciclo agrícola de la manera más óptima posible. Otros robots –que funcionan con energía solar– se encargan de realizar posteriormente el monitoreo y control selectivo de plagas, enfermedades y malezas, aunque la incidencia de los mismos viene reduciéndose gracias a la creciente oferta de cultivos editados genéticamente.
Se trata de un escenario tan inverosímil como podría serlo, apenas quince años atrás, la obsolescencia de grandes medios de comunicación provocada por la publicidad programática y el auge de las redes sociales.
No es sencillo poder visualizar la revolución que viene en camino porque las piezas del rompecabezas se encuentran actualmente bastante dispersas. Pero, en algún momento, comenzarán a ensamblarse para promover –como en todo salto tecnológico– una cantidad descomunal de riqueza a costa de miles de empresas que dejarán de ser protagonistas (o simplemente dejarán de ser) por haberse quedado afuera del mundo.
En la Argentina, si bien las crisis económicas recurrentes se llevan buena parte del tiempo y las energías de la población, un pequeño grupo de emprendedores está haciendo esfuerzos para sumarse a la revolución agrotecnológica que ocurrirá al combinar la gestión de macrodatos con la robótica aplicada y la edición génica.
Un dato clave: en el mercado argentino ya están operando tres aceleradoras dedicadas exclusivamente a potenciar emprendimientos agrotecnológicos para que, una vez fortalecidos, puedan salir a buscar capital de inversores institucionales con miras a convertirse en jugadores de escala regional o global.
The Yield Lab –subsidiaria local de un fondo estadounidense– invirtió en Eiwa, una empresa dedicada a recolectar y procesar datos agronómicos de interés (tales como cobertura, vigor, conteo y distribución de de plantas) para desarrolladores y multiplicadores de semillas. Glocal, con sede en Rosario, apostó por Kilimo, una aplicación que permite gestionar de manera automática lotes con riego por pivote para eficientizar el uso del agua subterránea. Y la potenciadora Nest puso unas fichas en Auravant, una plataforma que realiza ambientaciones orientadas a generar prescripciones para aplicación variable de insumos.
Los millennials de algunas empresas agropecuarias, lejos de seguir con el modelo tradicional, se animaron a iniciar agroemprendimientos tecnológicos para diversificarse. Tal es el caso, por ejemplo, de Taguay de la familia Bergmann, que cuenta con la representación local de la firma estadounidense PrecisionHawk, dedicada tanto al desarrollo de drones como al diseño de programas destinados a gestionar agrodatos.
En otras situaciones las iniciativas surgen en el ámbito de grupos de afinidad, como es el caso de Milar, un emprendimiento desarrollado por empresarios y técnicos CREA de la zona de influencia de Necochea, que se propone crear un dispositivo de aplicaciones selectivas de herbicidas, el cual, además de ser más barato que los equipos importados, pueda también realizar controles en cultivos emergidos (y no solamente en barbechos).
La gestión de macrodatos es, por el momento, el aspecto más visible de la revolución agrotecnológica. Pero pronto comenzaremos a ver también avances en edición génica, dado que los desarrollos obtenidos con CRISPR-Cas9 (“tijeras moleculares”), al no ser considerados OGM (“transgénicos”), permiten abaratar sustancialmente el costo regulatorio de los mismos, generando así una democratización del avance científico a nivel global.
Por ejemplo: un grupo de investigadores del INTA Balcarce empleó CRISPR/Cas9 para modificar el gen de polifenol oxidasa presente en el cultivo de papa, cuya enzima provoca el pardeamiento enzimático en tubérculos (es decir, que se pongan negros o que se oxiden cuando se los corta y se los expone al aire). Ese desarrollo, una vez validado, podrá ser inscripto como un cultivo convencional en el Inase al tratarse de un mutante y no de un transgénico (el cual requiere varios años y millones de dólares de certificaciones ambientales y regulatorias antes de poder ser comercializado).
En lo que respecta a la automatización de procesos, la empresa argentina FarmIn Technologiesestá desarrollando un sistema que permite automatizar los pesajes de ganado bovino con generación de alertas en tiempo real, mientras que Inipop está realizando pruebas con prototipos aptos para realizar tareas agrícolas.
Se trata de casos destacados, aunque, en conjunto, representan esfuerzos puntuales en un ambiente caracterizado por el conservadurismo y la necesidad de gestionar la convulsión del día a día. Para que el futuro pueda ser autogestionado –en lugar de que sea impuesto por una fuerza externa– se requiere una cierta masa crítica de empresarios dispuestos a invertir parte de su capital y tiempo en desarrollos agrotecnológicos. Quedarse de brazos cruzados por pensar que el futuro está muy lejos no es una opción. Pregúntenle a los propietarios de medios cómo les fue con esa actitud.
Ezequiel Tambornini