Compartimos la opinión del Dr. Arturo Baldini en relación a la realidad que vive la actividad hípica en la provincia de Buenos Aires.
En el año 2004, ante la proliferación de los bingos con sus máquinas electrónicas para apostar y gran cantidad de otros juegos de azar, el gobierno bonaerense decidió, a través de una ley, declarar de interés “la cría del caballo sangre pura de carrera, su entrenamiento y las competencias hípicas oficiales”.
Para proteger al turf, se le asignó una “subvención” destinada a reparar el daño ocasionado por la existencia de esos nuevos puntos de captación de potenciales apostadores.
Este fondo de reparación surge de las ganancias que obtienen los bingos a través de las denominadas “tragamonedas” y se destina, en su mayor parte, a los premios que abonan los hipódromos a los propietarios de los caballos y a todos los que intervienen en la preparación y competencia de los mismos.
La ley fundamenta que la “cría, entrenamiento y competencia de caballos de sangre pura de carrera” es una actividad productiva, de carácter intensivo, demandante de mano de obra y generadora de ingresos para las comunidades donde se afincan los hipódromos, las cabañas y los centros de entrenamiento. (actualmente trabajan en esta tarea, unas cien mil personas de manera directa y otro tanto de manera indirecta). La producción de caballos de sangre pura de carrera se concentra en la provincia de buenos aires (75%), Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
La gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, decidió poner fin a ese dinero indispensable para el funcionamiento de los hipódromos oficiales bonaerenses, con el argumento de que “no se puede subsidiar al juego en los hipódromos, cuando la provincia tiene otras necesidades”. Pretende concretarlo a través de una nueva ley del turf que se encuentra en análisis en la legislatura bonaerense.
La realidad indica que, sin ese aporte, la actividad es “inviable”, porque los hipódromos deberían cuadruplicar sus ingresos, algo impensado en la actual coyuntura económica.
De concretarse, el desenlace de tal medida sería la pérdida de miles de puestos de trabajo, la quiebra o desaparición de establecimientos de cría, centros de entrenamiento, hipódromos, casas rematadoras, veterinarias, talabarterías, forrajerías, fábricas de indumentaria hípica y herraduras, laboratorios, etc., con especial impacto en las clases sociales más postergadas.