Si bien constituye un sostén para los habitantes de la Puna, existe una diferencia de 5.000% entre el precio que reciben los productores y el que paga el consumidor por el producto final. Un estudio académico busca mejorar las condiciones de comercialización.
La producción de fibra de llama es fundamental para las familias de la Puna argentina que habitan en pueblos ubicados a más de 3 mil metros de altura, en condiciones ambientales extremas. Sin embargo, la informalidad y la falta de información provocan que los productores reciban precios muy bajos que desalientan su crecimiento. Por eso, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) evalúa una serie de alternativas para aumentar la producción y la calidad, agregar valor a los productos e incentivar las exportaciones.
La investigación fue realizada por Francisco Pampuro en el marco de la Especialización en Agronegocios y Alimentos que se dicta en la Escuela para Graduados de la FAUBA. “Más de 40 mil personas están relacionadas con esta producción”, detalló. “No obstante, sólo dos empresas compran el 80% del producto, lo llevan hacia la Patagonia para su procesamiento y lo exportan casi sin valor agregado. Los precios bajos que pagan a los productores no fomentan el desarrollo de la actividad ni de las comunidades que la llevan a cabo”.
“En promedio, las familias reciben de 28 a 30 $/kg de fibra, mientras que los abrigos de lana de menos de un kilo no bajan de los 1500 pesos en los mercados destino. Esto supone una diferencia de más del 5.000%, lo que da cuenta del valor agregado que puede alcanzar la fibra a nivel local. Sus características le aportan un valor alto en el mercado internacional. Pero la falta de institucionalidad para definir la calidad y el mayor poder de negociación de los compradores, que se materializa en asimetrías de información y apropiación indebida de renta, no permite el desarrollo competitivo de los productores”, destacó Pampuro, quien también es economista recibido en la UCA.
El investigador afirmó que si bien existe una demanda internacional para los productos derivados de la fibra de llama, la Argentina no llega a esos mercados, como sí lo hacen Perú y, en menor medida, Bolivia. “El principal problema es el bajo procesamiento que recibe la fibra. Existe tanto la potencialidad como la demanda para desarrollar la actividad”.
Reglas claras
Pampuro se refirió a las acciones que podrían contribuir al desarrollo de la producción. “Un marco institucional y normativo puede brindar apoyo a los productores. Medidas que contemplen parámetros de calidad, de valor agregado y tipificación pueden ayudar a que reciban un precio justo. A su vez, permitiría que busquen aumentar la calidad de sus mercancías. El INTA y el gobierno de la provincia de Jujuy están trabajando en esto”.
Un futuro en llamas
“Esta actividad se desarrolla en ambientes ubicados a más de 3 mil metros de altura, en zonas frías y áridas alejadas de los centros urbanos. Por esa razón, la cría y la producción de fibra representa casi la única alternativa productiva. Normalmente, los productores no tienen ni tecnología ni formación académica, y el producto tiene poca publicidad y nada de marketing”, contó Pampuro.
Sin embargo, resaltó que las condiciones extremas de la región no determinan la informalidad del sistema productivo. “Países que comparten la Puna con la Argentina, como Perú y Bolivia, tienen sistemas diferentes de comercialización y agregado de valor. Los tres países llegan casi 4 millones de cabezas. El 56% se encuentra en Bolivia, un 37% en Perú y cerca del 6% en la Argentina”.
Perú exporta un volumen muy superior al nuestro. También vende una cantidad considerable de hilados y tejidos con valores agregados muy por encima del pelo sin cardar ni peinar que exporta nuestro país. “Esto aleja las posibilidades de desarrollo de la región, como también lo hace el transporte de la mayor parte del producto a la Patagonia, ya que se corta la cadena que podría generar mayor empleo localmente”.
“Los jóvenes de las familias productoras no ven oportunidades en la producción de la fibra por desconocer el negocio y porque no ven prosperar a sus familias. Suelen optar por migrar a las ciudades en busca de empleos. Si las nuevas generaciones no ven el beneficio de continuar la actividad, el futuro de la producción de pelo de llama se volverá muy incierto”, concluyó.
Fuente: Sobre la Tierra | Por: Sebastián Tamashiro