Todo buen ganadero de vacuno lechero sabe que cuidar bien de sus animales genera productividad y, por tanto, rentabilidad. Dado que estos animales no hablan, es fundamental tener un gran sentido de la observación para poder comprender sus más mínimos signos. Al observarlos atentamente, muchos especialistas han aprendido a interactuar con el ganado de una manera que minimiza su estrés y sus emociones negativas. Entremos en el mundo de las relaciones hombre-ganado.
Los sentidos en el ganado
Al contrario de lo que algunos puedan pensar, las vacas no responden al habla humana. Los animales piensan más en términos de imágenes, sonidos, olores, tacto y sabores, mientras que los humanos combinan todo esto, además de añadir palabras. Por otro lado, los animales tienen ciertos sentidos mucho más desarrollados que los humanos, como el oído y la vista, que son sus dos sentidos principales, a excepción del olfato, que se vuelve predominante durante la época de celo.
La vista
Como se recoge en diferentes publicaciones, con los ojos a ambos lados de la cabeza, el ganado tiene una visión panorámica de entre 300 y 320 grados, dependiendo de la referencia consultada. Sólo hay una parte invisible, situada directamente detrás del animal, que no les permite ver, a menos que giren la cabeza. Se llama punto ciego. Para evitar asustar al animal y herir a alguien, el personal debe evitar acercarse de forma repentina a esta zona.
Además, como afirma la reconocida profesora Temple Grandin en su libro Working with Farm Animals, el ganado sólo tiene dos receptores de color en lugar de tres; tiene visión dicromática. Como falta el receptor del color rojo, las vacas ven el verde amarillento y un violeta azulado. Esta particularidad también hace que sean más sensibles a los contrastes de luz. Así, cuando el animal se mueve, puede negarse a pasar por encima de un sumidero cuyos lados estén cubiertos con serrín de color claro porque le parecerá profundo y oscuro. Por eso, uniformizar la superficie de los suelos, ya sea con paja, serrín o arena, ayudará a que el animal se mueva sin vacilar.
Este tipo de visión también implica que se mida mal la profundidad. Temple Grandin indica que cuando los animales se están moviendo en el prado y son alertados por un contraste de colores, se detienen y bajan la cabeza para percibir la profundidad del hoyo, zanja, etc. A la hora de desplazarse por el establo se rigen por el mismo instinto, por eso Grandin recomienda darles tiempo para que bajen la cabeza y analicen la situación. Esto solo le llevará al ganadero 30 segundos más, pero le evitará acabar maldiciendo… Ron Hill, de la Universidad A&M de Texas (EE.UU.), añade que será difícil mover al animal si tiene el hocico cerca del suelo o al contrario, si tiene cabeza levantada y al acecho. Antes de mover al animal, hay que esperar a que la cabeza vuelva a su posición normal.
El tiempo de adaptación del ojo bovino a los cambios de luz es de cinco a diez veces mayor que el del ojo humano. Su agudeza visual, es decir, el enfoque necesario para distinguir objetos lejanos, también es lenta. “Por eso es preferible avanzar despacio y sin brusquedades”, informa Pauline García, criadora de vacas de raza Salers en Cantal (Canadá) y experta en comportamiento animal. Además, para facilitar la entrada a una jaula de tratamiento, para el recorte de pezuñas por ejemplo, el ganadero siempre deberá retirar cualquier objeto, correa, cadena, etc. que pueda perturbar el entorno visual del animal. Cuantos menos objetos tenga que detectar el ojo de la vaca, más rápidos serán sus movimientos. Asimismo, es recomendable contar con una buena iluminación en todos los pasillos del recorrido.
El oído
Al ser uno de los sentidos más desarrollados de la vaca, su oído puede percibir frecuencias de sonidos más bajas y también más altas que los humanos. Por eso, los sonidos agudos, gritos y silbidos les molestan fácilmente. Para remediarlo, agradecerán algún sonido de fondo en el establo, por ejemplo, una radio que suene constantemente. Tener sonido continuo en su entorno amortiguará los ruidos repentinos que les puedan generar estrés.
Los animales también son muy sensibles a los tonos de las personas que los rodean. Reconocerán la voz de una persona amable que los trató bien y recordarán a una persona que, por el contrario, no les prestó una buena atención. Observamos que los mejores cuidadores de rebaños en estabulación libre guardan total silencio cuando mueven a los animales. Al evitar sonidos fuertes y ruidos innecesarios, se aprecia que los animales permanecen más tranquilos y se mueven más fácilmente (Temple Grandin, Working with farm animals). Un estudio de Pajor et al. (2000; 2003) muestra, además, que gritar produce tanto rechazo y es tan perjudicial como usar una pica eléctrica.
El tacto
El ganado vacuno es gregario. Le gusta sentir la presencia de otros animales a su alrededor, concretamente a una distancia inferior a un metro. Por lo tanto, es importante hacer los desplazamientos en grupo, cuando sea posible, en vez de hacerlo de forma individual. Comenzando por el individuo dominante en la jerarquía, los demás miembros del rebaño le seguirán de forma instintiva. En el caso de que sea necesaria una intervención en un solo animal, dejar que tenga contacto visual con el resto del grupo le tranquilizará.
Además, al tocar animales, el ser humano siempre debe intentar imitar el lamido de una madre con su cría. Un contacto firme calmará al bovino mientras que las caricias lo irritarán.
Si quieres leer el artículo completo, puedes descargarlo desde este enlace o también desde “Documentos”.
Artículo técnico publicado por Clara Caja Fernández en el número 259 de la revista Frisona Española, correspondiente a los meses de enero y febrero de 2024.
Fuente: https://www.revistafrisona.com
Deja una respuesta