La segunda jornada de A Todo Trigo fue el escenario para que los ingenieros agrónomos Gustavo Ferraris (EEA INTA-Pergamino) y Martín Díaz Zorita (Fac. de Agronomía de la U.N de la Pampa) presenten las principales innovaciones en materia de nutrición para el trigo y los cultivos de invierno.
Ferraris se abocó a los modelos y estrategias de fertilización de trigo y cebada. Según el especialista, el 55% del rendimiento en trigo se explica por la cantidad de agua útil en suelo, más las lluvias en la presiembra. Por lo que una buena condición hídrica inicial es fundamental para obtener un alto rendimiento.
En cuanto a los nutrientes, consideró al nitrógeno (N) como uno de los más importantes. “Fundamental en cultivos de invierno ya que determina rendimiento y calidad”, remarcó. La absorción de N en antesis explica el 48% del rendimiento en trigo. A la hora de fertilizar es tan importante la cantidad como la distribución para lograr eficiencia. La dosis de N que optimiza el contenido de proteína siempre es más alta que la dosis que maximiza el rendimiento. Esto empieza a lograrse con ajustes de 150 kg/ha. Con menos de ese nivel de N los valores de proteínas alcanzables están por debajo del 10%. “Juega mucho en la dosis óptima el margen bruto”, remarcó.
Otro de los elementos importantes es el fósforo, limitado en la zona núcleo. Según el técnico del INTA Pergamino, frente a este escenario nos podemos encontrar con dos criterios. El de la “Suficiencia”, es decir: aplicar la mínima dosis que maximice el retorno económico a la fertilización. Y, en contrapartida, el criterio del “Balance”, que también tiene un criterio económico de maximizar la rentabilidad, pero en un escenario un poco más largo. Es decir: también busca mantener los niveles de fósforo en el suelo pensando en la productividad de los siguientes cultivos.
“Los productores y asesores tenemos grandes desafíos con estos cultivos que se han vuelto tan intensivos”, remarcó Ferraris y agregó que en la actualidad “se necesitan más de un nutrientes, por lo menos cuatro o cinco podrían entrar dentro del paquete tecnológico”, dijo y, además del nitrógeno y el fósforo, mencionó el azufre y zinc para aplicar según las condiciones y el suelo.
“Cultivos que se fertilizaban antes de manera simple, solamente en la siembra, hoy tienen diferentes etapas donde se pueden combinar diferentes fertilizantes, desde el momento de pre siembra hasta la siembra de segunda”, detalló. Además explicó que se puede empezar con el agregado de nitrógeno en la presiembra o en siembra, con repaso de macollaje, e ir combinando fósforo y azufre entre la siembra del trigo y la soja de segunda. “Podemos recurrir a fertilizaciones anticipadas de una parte del fósforo al boleo; podemos recurrir a mezclas químicas; inclusive en el macollaje podemos agregar fósforo para la soja de segunda”, aseguró.
Finalmente sostuvo que “el diseño de la estrategia de fertilización, la elección de la fuente adecuada y armar una logística de fertilización es todo un desafío que vale la pena realizar, teniendo en cuenta el impacto que tienen estos cultivos para el sistema productivo”.
La segunda parte del segmento temático dedicado a la nutrición de los cultivos de granos finos se enfocó en las novedades respecto al uso de bioestimulantes y los fertilizantes biológicos. En este punto, el ingeniero Martín Díaz Zorita (DZD Agro realizó un amplio pantallazo sobre estos productos de nutrición, que están en pleno crecimiento tanto en la Argentina, como a nivel global.
Según estadísticas recientes, más del 13% de los fertilizantes especiales contienen bioestimulantes en su composición. En la Argentina, casi el 50% del área de cultivo utiliza fertilizantes biológicos, como inoculantes. “La consistencia en los resultados de campo nos está mostrando su conveniencia”, remarcó.
Díaz Zorita describió que el origen del concepto de “bioestimulantes” sirve “para entender las expectativas”. Las plantas se relacionan e intercambian elementos constantemente con el medio que las rodea. “Perciben señales externas bióticas y abióticas que afectan su crecimiento y su desarrollo. De este modo las células vegetales responden con procesos específicos, desencadenando cambios en el metabolismo de las plantas”, explicó.
Para entender más estos productos, Zorita definió a los bioestimulantes como compuestos químicos que son aplicados en pequeñas cantidades y afectan el crecimiento y el desarrollo de las plantas. “Son moléculas biológicas o compuestos análogos a los naturales que las células vegetales perciben con receptores e identifican como algo propio y desencadenan respuestas en células, tejidos u órganos de las plantas”, detalló.
En tanto que los fertilizantes biológicos (inoculantes) son productos con microorganismos vivos que, cuando son aplicados en la rizósfera (zona del suelo próxima a las raíces), mejoran la nutrición de las plantas con contribuciones directas o derivadas de la promoción del crecimiento de las plantas.
Entre los bioestimulantes más importantes nombró a los estratos de algas; los aminoácidos (proteínas animales o vegetales hidrolizadas); las hormonas vegetales; los extractos orgánicos y moléculas microbianas activas. “La aplicación exógena de bioestimulantes potencia procesos o actividad de la nutrición vegetal”, subrayó.
Según este especialista, a nivel celular, entre varios beneficios, se observan mejoras en la división celular, alargamiento celular, síntesis de metabolitos de biomoléculas, concentraciones de proteínas, tasa de fotosíntesis, crecimiento y desarrollo de las plantas. En síntesis, estos cambios que se producen en las células, se reflejan en el crecimiento de las plantas y modifican el funcionamiento y el resultado de los cultivos.
Siendo más específico, Diaz Zorita resaltó que los bioestimulantes y los fertilizantes biológicos “producen cambios en el metabolismo del trigo, mejorando y potenciando procesos funcionales activos. Estos cambios, en algunas situaciones se traducen en mejora de la producción. Aunque no siempre, por eso es importante la oportunidad y donde se consolida esa contribución”.
Ya en el cierre, sostuvo que “los cambios en los componentes del rendimiento dependen de interacciones con el ambiente”. Por eso, para decidir su uso, es necesario cuantificar estos aportes en las condiciones de producción. “El desafío es escalar los cambios de la célula a los componentes del rendimiento de los cultivos, cualificado la contribución efectiva a la producción”, finalizó.
FUENTE: A TODO TRIGO –