Para dar cuenta del deterioro de las pasturas frente a las malezas, no hay más que preguntarles a los productores cuánta importancia le asignan a esta problemática en los sistemas pastoriles, sostienen los técnicos. “Seguramente no dudarán en afirmar que las pasturas les duran cada vez menos y que cada vez tienen más ‘baches’ de suelo desnudo o malezas en los lugares donde sembraron especies forrajeras”, describió Agustina Lavarello Herbin, especialista del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar Región Pampeana del INTA, según destaca elportal INTA Informa.
Lavarello Herbin analizó la competencia entre malezas y pasturas de clima templado-húmedo en fase de establecimiento –etapa en que se define el espacio que cada planta ocupará durante su vida útil–. Con pocos antecedentes previos al objeto de estudio, los resultados indican que, en la competencia por recursos, el impacto negativo de las malezas sobre el rendimiento y la calidad de las pasturas se incrementó cuando éstas tenían una mayor proporción de especies anuales.
Para Lavarello Herbin, este trabajo –presentado en el marco de la Maestría en el Área Producción Animal de la Universidad de Buenos Aires– resulta “una aproximación para tener una idea sobre qué sucede con especies forrajeras ampliamente difundidas en ambientes templado-húmedos de la Argentina frente a densidades cada vez mayores de malezas anuales de invierno”, señala al web de noticias del INTA.
De acuerdo con la especialista, “los resultados serían extrapolables a casi totalidad de la provincia de Buenos Aires, el centro y el sur de la provincia de Santa Fe, los sectores meridional y centro-oriental de la provincia de Córdoba, y el tercio oriental de la provincia de La Pampa”.
Desde el punto de vista metodológico, el estudio buscó analizar el impacto de densidades crecientes de una maleza anual (Brassica juncea) sobre la productividad, persistencia potencial –vida útil– y valor nutritivo de especies forrajeras en su etapa de establecimiento, momento en que la planta consolida su desarrollo hasta no depender de las reservas de las semillas y genera sus primeras raíces, destacó el INTA Informa.
Para eso, se analizaron dos diseños de siembra de forraje: uno que tenía una mayor proporción de cebadilla (Bromus wildenowii, especie anual) que de pasto ovillo (Dactylis glomerata, especie perenne) y otro a la inversa; ambos diseños tuvieron trébol rojo en igual proporción. Se hicieron regresiones según el modelo hiperbólico para establecer las relaciones entre pastura y malezas.
La investigadora, quien recibió una beca del INTA para realizar la formación de posgrado, señaló que la literatura científica ya indicaba que las malezas perjudicaban la productividad de las pasturas. “Estos antecedentes se confirmaron al observarse una reducción en la productividad de la pastura en ambos diseños experimentales”, explicó.
A su vez, se identificó “una menor persistencia potencial de las pasturas a causa de las malezas, un punto importante si se considera la inversión económica que significa la implantación a escala de un sistema de producción”, valoró la investigadora al servicio de información del INTA.
Según los resultados del trabajo experimental, las malezas afectaron más a la cebadilla que al pasto ovillo. “Maleza y cebadilla son especies anuales y, por lo tanto, presentaron una superposición temporal en su demanda de recursos que condujo a una mayor competencia”, argumentó Lavarello Herbin.
Además, los ensayos mostraron una mejora en la calidad del forraje debido a las malezas, explicado por un aumento en el porcentaje de proteína bruta en la cebadilla cuando estuvo en menor proporción. “Probablemente, este resultado se deba a que las malezas redujeron el crecimiento de la cebadilla y, por ende, sus proteínas estuvieron concentradas en una menor cantidad de tejido”, indicó la especialista.
“En síntesis, las pasturas con mayor proporción de cebadilla no sólo tuvieron una menor persistencia potencial –es decir que tuvieron una menor vida útil potencial en el tiempo–, sino que también fueron menos productivas y tuvieron menor valor nutritivo en términos de proteína bruta, en relación con el pasto ovillo –especie perenne de más lento crecimiento– que produjo más forraje a lo largo del gradiente de malezas”, reflexionó la investigadora.
En el cultivo de especies forrajeras templado-húmedas, la composición de las comunidades de malezas es muy difícil de prever. No obstante, se destaca la aparición de malezas anuales otoño-invernales, con predominio de crucíferas, como nabo (Brassica nigra), y/o compuestas, como diferentes tipos de cardos (Carduus acanthoides, Silybum marianum, Cynara cardunculus, Cirsium vulgare).
En este sentido, Lavarello Herbin explicó que estas especies suelen presentarse acompañadas por ortiga mansa (Lamium amplexicaule), vira-vira (Gnaphalium spp.), boulesia (Bowlesia incana), canchalagua (Veronica persica), apio cimarrón (Ammi majus), manzanilla (Matricaria chamomilla), pensamiento silvestre (Viola arvensis), rama negra (Conyza spp.), capiquí (Stellaria media), entre otras.
Recomendaciones de manejo
Para la investigadora, estos resultados indicarían que no habría que aumentar la proporción de especies anuales en las pasturas cultivadas (es decir, aquellas que poseen más de un año de vida útil) sobre las perennes (aquellas que superan al año en producción, como la festuca o el pasto ovillo).
Asimismo, recomendó la implementación de otras medidas como aumentar la densidad de siembra de las forrajeras dentro de la línea de siembra y/o sembrar pasturas pluriespecíficas (aquellas que estén compuestas por más de una especie) con especies más capaces de competir frente a las malezas y capturar mejor los recursos, de tal forma que no queden disponibles para su aprovechamiento.
“Estas estrategias colaborarían en la reducción de la aplicación de agroquímicos”, destacó Lavarello Herbin al INTA Informa.