El aumento de la utilización del herbicida glifosato en los campos de Argentina “repercute indudablemente en las mieles y en consecuencia crece la preocupación entre los propios apicultores”, alertó el sitio especializado Api-cultura.com
La principal consecuencia es que las mieles claras, que producen las abejas de las zonas de cultivos y que eran muy buscadas hace pocos años, hoy directamente son omitidas por los compradores internacionales, que se inclinan casi en exclusividad por la miel de monte o de isla.
El único que sigue tomando esa miel es Estados Unidos, que al ser el único comprador “firme” la termina pagando mucho menos en relación al valor real de mercado.
De acuerdo al artículo Api-cultura reproducido por Agrolatam.com, empresas exportadoras de Argentina se encuentran con los galpones llenos de tramboers y están almacenando a la imtemperie porque no pueden comercializarlos.
La solución que encuentran es comprar miel de monte y mezclarla, y de esta forma bajar el porcentaje de glifosato para poder sacar estos tambores.
Una cuestión consecuente es que no se quiere establecer una diferenciación muy marcada en cuanto a los precios de la miel de monte e isla, para que los apicultores no muevan sus colmenas hacia estas zonas provocando una sobrepoblación.
Los apicultores le apuntan a la falta de respuesta de los gobernantes quienes, o bien minimizan el problema diciendo que la situación no sería tan grave, o bien argumentan que si aumentan las exigencias en contra del uso del glifosato, los apicultores directamente se quedarán sin terrenos donde colocar los apiarios.
Hoy la miel que se está comprando se paga alrededor de 45 pesos el kilo, aunque al momento de concretar la transacción siempre se busca algún pretexto o se encuentra algún problema para tratar de bajar el precio, y además vale resaltar que los plazos de pago se extienden en algunos casos hasta los 45 días, con el agregado que están exigiendo análisis de glifosato, el cual cuesta 90 dólares.
Api-cultura apeló a “trascendidos” para apuntar que habría contenedores argentinos de miel con glifosato en Francia que estarían apunto de ser destruidos.
Lo que viene
Los campos en diferentes latitudes de nuestro país muestran apiarios abandonados, porque los apicultores consiguen otro trabajo y directamente dejan de atender las colmenas, las cuales se van muriendo paulatinamente.
Sin dudarlo los propios productores remarcaron que con el aumento constante del combustible y los precios que se manejan por el kilo de miel, para que la apicultura sea rentable hay que dormir al lado de las colmenas y reducir al mínimo posible los traslados.
“El 90 % de los que seguimos confiando lo hacemos por el amor que tenemos por las abejas, porque seguramente si sacamos números nos daremos cuenta de que no es para nada rentable”, sentenció un apicultor experimentado del norte bonaerense, sintetizando sin dudas el pensar y el sentir de la mayoría de sus colegas.