Argentina exportó 4.131 millones de dólares en maíz a lo largo de 2016, según datos del INDEC, dicho valor representó una suba del 35% respecto del año previo, un muy celebrado despegue del comercio exterior granario en la nueva etapa de Cambiemos.
La mala noticia es que debido a la falta de reposición de nutrientes la Argentina regaló literalmente algo más de 4.000 millones de dólares que se fueron con la totalidad de los granos exportados.
Dicho de otro modo, por el balance negativo y la baja fertilización los nutrientes que se fueron con los barcos dentro del grano, equivalen a unos 8 millones de toneladas o -lo que es lo mismo- a valor de mercado internacional un año entero de exportación de maíz.
Los números surgen del diputado Luis Basterra, ex vicepresidente del INTA, y ex presidente de la comisión de Agricultura y Ganadería en la Cámara baja. Estos datos forman parte de los fundamentos que empleó el formoseño para explicar la necesidad de sancionar una ley que promueva el uso de fertilizantes.
El proyecto ya había tenido sanción en Diputados en noviembre de 2015, pero cuando llegó al Senado la iniciativa quedó planchada a instancias del nuevo Poder Ejecutivo. Curiosos para un gobierno que ha demostrado tener una excelente relación con el sector agropecuario. Las malas lenguas achacan al ex ministro Ricardo Buryaile (otro formoseño) la decisión de que el Senado congele el proyecto de Basterra. Sin pena ni gloria la ley perdió estado parlamentario.
La parte más fuerte del proyecto es la que establece el beneficio para los productores agropecuarios cualquiera se la modalidad en el uso del suelo (propietario o arrandatario) que le permite desgravar -por partida doble- del impuesto a las ganancias el coto del fertilizante utilizado.
Primero porque es un costo, y en el resultado económico está deducido, y en una segunda instancia por la ley que se promueve que se vuelve a descontar al momento de la liquidación del impuesto.
La extracción de nutrientes sin reposición está retrotrayendo a la agricultura argentina a prácticas que se creían superadas y que se asemejan más a la minería que a la producción agraria. Basándose en datos de Ciafa y el INTA, Basterra brinda un panorama preocupante.
“A los precios de los fertilizantes de cada año, los valores de extracción resultantes en 2006 se acercaban a 1.800.000.000 dólares, en 2009 superaban los 3.300.000.000 dólares y la baja utilización de 2015 se estima implicó una extracción no repuesta cercana a las 8.000.000 Tn. con un valor muy superior a 4.000.000.000 dólares, aun considerando la fijación biológica que proporciona la soja”, sostiene el diputado.
