Se confirmó lo que anticipamos en nuestro editorial de la semana pasada: los derechos de importación impuestos por el gobierno de los EEUU al biodiésel argentino, no solo frenaron los embarques del biocombustible, sino que impactaron en todos los productos del complejo soja.
Es fácil de entender. En los Estados Unidos rige un mandato obligatorio, por ley, de mezclar biodiésel en todo el gasoil. Lo hacen con fines ambientales, y es una gran noticia que sigan adelante con esta política. Implica contribuir a la reducción de gases de efecto invernadero, un tema que saltó a la primera plana con las inéditas inundaciones del sur de Texas y Louisiana, con decenas de muertos y 30.000 evacuados.
Los porcentajes de biodiésel son definidos por cada Estado. La media está en 5%. Pero Minnesota, por ejemplo, impuso el B20 (20% de biodiésel) a partir de mayo próximo. El mercado total es 7 millones de metros cúbicos. Argentina abastecía, hasta ahora, el 15% de esa demanda, más de un millón de metros cúbicos. Un negocio de 1.200 millones de dólares, que es lo que quieren los sojeros del Medio Oeste para ellos.
Para producir un litro de biodiésel, hacen falta un litro de aceite y 0,1 de metanol. Como subproducto sale un 10% de glicerina. Argentina, además de ser el mayor exportador mundial de aceite y biodiésel, era también el mayor productor de glicerina refinada, con varias plantas recién instaladas, con la última tecnología y gran escala. Su destino es la industria farmacéutica, alimenticia, cosmética y química fina. Antes se obtenía del petróleo. El dentífrico Colgate, entre otros, usa glicerina de soja argentina. Esas plantas ya están paradas. Pero esto es solo un colateral del evento principal. Veamos.
Para sustituir la importación de biodiésel argentino, los norteamericanos necesitarán 1 millón de toneladas de aceite adicionales. Consecuencia inmediata: el aceite subió un 7% en Chicago. La soja contiene un 17% de aceite. En consecuencia, tendrán que moler 7 millones de toneladas más de soja. Ellos actualmente exportan poroto sin procesar, y prácticamente todo lo que elaboran va a su mercado interno.
El aumento del precio en Chicago no tuvo un correlato en el mercado local, donde ocurrió exactamente lo inverso. Al no producirse más biodiésel, “sobra” aceite. El reciente anuncio de la reapertura del mercado chino no significa embarques inmediatos, y solo compensaría la mitad del mercado perdido (500 mil toneladas).
Pero lo más grave es lo que viene a continuación. Al moler 7 millones de toneladas adicionales de soja, sustituirán la exportación de poroto por la de harina. Cascada de efectos nocivos para nuestra industria: habrá 6 millones de toneladas adicionales de harina de alto contenido proteico, el principal producto de exportación de la Argentina, con embarques por más de 12 mil millones de dólares anuales. Recordemos que Argentina es el mayor exportador mundial de este producto.
Reflejo inmediato en el mercado: así como el aceite subió 7% en Usa y bajó acá, también se derrumbó el precio de la harina. Un 5% hasta ahora. Todo esto significa que habrá un spread (brecha) mayor entre el precio de la soja en Argentina y en los Estados Unidos. Transferencia de ingresos a partir de una medida proteccionista. Después de todo, uno no debiera sorprenderse porque es lo que anunció Donald Trump que haría si resultaba electo. Y por eso lo votaron los farmers de Iowa. Aquí pierden los chacareros y el Estado, que recaudará menos.
Sumemos la última gema del alhajero, la glicerina. No es cuantitativamente importante, pero los procesadores de biodiésel estadounidense sacarán a los argentinos de un mercado muy sofisticado, que supieron construir con tecnología local.