Tras un aumento de casi 65% en un año que superó en 20 puntos al que tuvieron en el mismo lapso los Alimentos y el nivel general de la suba de precios, el Gobierno anunció el cierre de las exportaciones de carne vacuna en un intento por mantener a raya las alzas hasta las elecciones. Con el argumento del peso del 8% que tiene este producto sobre el IPC y del crecimiento de más de 1.100% que tuvieron las ventas a China desde 2015, el Ejecutivo abrió nuevamente un frente de conflicto con el campo, con una medida que para los expertos puede funcionar en el corto plazo, más allá del efecto nocivo en el largo.
El recuerdo más fresco es el de 2006, cuando Néstor Kirchner tomó la misma decisión por 180 días, en un escenario que comparte similitudes con el actual, por los envíos al exterior in crescendo y ocupando una proporción cada vez mayor de la producción local.
Desde el Ejecutivo remarcan que mientras el consumo interno retrocedió 19% en los últimos seis años, las exportaciones avanzaron un 300%, fenómeno que la potencia asiática explica en su totalidad, con compras que durante ese lapso saltaron más de 1.100%. Así, las ventas al exterior pasaron de representar el 7% a casi 30%, un porcentaje que se encuentra entre los máximos históricos.
De esa parte, el 75% va a China y esos envíos «compiten con el consumo local», ya que la producción local sólo se expandió un 5%, explican en el oficialismo. Las cifras muestran que las exportaciones de carne a ese país sumaron en 2020 casi 700.000 toneladas, cuando las familias argentinas dejaron de consumir unas 550.000 toneladas menos por año, plantea el Gobierno.
Desde el sector salieron a aclarar que se trata de dos segmentos distintos: mientras en el país quedan el novillito y la vaquillona, la potencia asiática consume animales más grandes y cortes de una calidad muy inferior, utilizadas en cocciones largas.
«No va a provocar sobreoferta porque no hay margen como el que se tenía en 2006«, puntualizó el analista Ignacio Iriarte ante la consulta de BAE Negocios, en referencia al stock de cabezas que había en ese entonces. De todas formas, no descartó que el mercado interno pueda llegar a absorber la carne que se enviaba a China «si la venden a 300 pesos».
En ese sentido, Pablo Goldín, de la consultora Macroview, apuntó que «creo que lo mejor que se puede lograr es que transitoriamente deje de subir«. «Me cuesta pensar que con una medida así, haya una baja», añadió.
«La carne es un producto políticamente jodido. Es la anti-soja, que se exporta toda y no se consume localmente. Los gobiernos de turno prefieren no tener un problema de consumo interno por un producto que genera solamente USD3.000 millones de exportaciones. La medida no garantiza que la inflación pueda bajar de 4% al 2% mensual, pero es una ayudita«, evaluó Goldín.
«Cuando cerraron las exportaciones de carne su precio cayó, un par de años después el aumento fue altísimo. Cuando abrieron las exportaciones el efecto fue inverso, leve aceleración en el corto plazo y caída en el largo«, coincidió Federico Moll, de Ecolatina, en una publicación realizada en su cuenta de Twitter.
Por su parte, el Gobierno no se dio con vueltas y entre las causas por los mayores envíos a China mencionó denuncias por subfacturación y fuga de divisas, en las que se involucran operaciones en los dólares paralelos y criptomonedas; la posibilidad de ubicar cortes y animales de muy baja calidad; la mejora de costos operativos de los frigoríficos exportadores al aumentar escala; y el objetivo de mediano y largo plazo de ganar clientes con demanda asegurada frente a vaivenes de mercado interno.