La normalización de la macroeconomía tiende a hacer crecer la prevalencia de los factores internacionales por sobre los locales
“Nos encontramos frente a un cambio en el modelo económico y, cuando eso sucede, el modelo de negocio necesita adaptarse al nuevo escenario porque de lo contrario corre el riesgo de quedar obsoleto”. Así lo advirtió Hernán Satorre, economista y asesor del CREA Herrera Vega-Pehuajó, durante un taller de escenarios organizado recientemente por las regiones CREA Oeste y Sudeste.
Durante más de un quinquenio los empresarios agropecuarios se acostumbraron a diseñar planes de negocios en un entorno macroeconómico caracterizado por una emisión monetaria excesiva que promovía la inflación, la cual intentaba ser contenida a través del atraso del tipo de cambio, lo que a su vez derivaba en una devaluación que daba lugar a un nuevo ciclo empobrecedor.
“En ese contexto, lo único que recibía el agro era financiamiento con tasas de interés reales negativas, con lo cual el corazón del negocio consistía en tomar dinero barato para luego licuar la deuda con una devaluación, además de adelantar compras de insumos, estoquearse en mercadería y administrar ventas en función de las necesidades de liquidez. La cuestión es que esa forma de hacer negocios se terminó con el nuevo escenario que se está implementando en la gestión de Javier Milei”, apuntó Satorre en un artículo de Contenidos CREA.
El economista remarcó que, mientras que en el anterior modelo el “negocio” consistía en priorizar la toma de créditos con tasas de interés reales negativas (es decir, que se licuaban por la inflación), en el actual, esa metodología puede poner en riesgo a las empresas porque las tasas, si la inflación sigue desacelerándose, no solo podrían dejar de ser negativas, sino que incluso pueden terminar siendo positivas.
Eso implica que, si bien antes era muy difícil equivocarse al tomar un crédito en pesos -porque estaba “cantado” que el mismo se iba a licuar- ahora la gestión financiera debe realizarse de manera profesional para determinar qué probabilidad de repago tienen las tasas por tomar –ya sea en dólares o en pesos–, de manera tal de evitar asumir un costo excesivo que pueda, eventualmente, transformarse en un problema.
En otras palabras: si el financiamiento deja de ser un “subsidio” para transformarse en un costo más –como ocurre en cualquier país normal–, entonces ya no puede ser gestionado de la misma manera, porque en lugar de un facilitador del negocio puede llegar representar un obstáculo para el crecimiento de la empresa.
“La clave es cambiar la mentalidad, porque hay cosas que uno podía hacer en el marco del gobierno anterior, que en éste no van a poder seguir haciendo, o bien, si se las hace, se puede perder dinero”, comentó Hernán.
Otro aspecto importante, relativo al área comercial del agronegocio, reside en el hecho de que la normalización de la macroeconomía tiende a hacer crecer la prevalencia de los factores internacionales por sobre los locales.
“En el modelo anterior, nos enseñaron a retrasar la liquidación para vender granos a medida que se necesitaba liquidez porque las circunstancias macroeconómicas internas eran las preponderantes. Sin embargo, eso no aplica en el nuevo modelo, en el cual esperar puede representar vender a precios que no son los más convenientes”, alertó.
Eso mismo aplica a los precios de los agroinsumos, los cuales, en un contexto de aceleración inflacionaria y distorsiones cambiarias tienden a subir, mientras que en un escenario de ordenamiento macroeconómico cotizan en función de los valores de paridad de importación, es decir, de los precios presentes en el mercado internacional.
“Luego de tantos años de trabajar en un entorno intervencionista, no estamos acostumbrados a pensar en precios que pueden bajar en función del balance de la oferta y la demanda”, comentó el economista.
En ese marco, la programación mental de acumular insumos deja de representar una estrategia viable, no sólo porque los precios pasan a ser fluctuantes, sino además porque el capital inmovilizado podría tener otro destino para generar renta.
Uno de los aspectos más dañinos del modelo intervencionista es que aísla al país de contexto global y los agentes económicos se acostumbran a analizar la situación con variables eminentemente locales.
“Sin embargo, cuando el gobierno logre unificar el tipo de cambio, será crucial volver a monitorear qué sucede en el mundo porque se habilitará así el ingreso de capitales del exterior y con eso surgirán nuevas oportunidades, pero también amenazas para los modelos de negocios adaptados al esquema anterior”, proyectó.
En definitiva: el primer paso para gestionar una empresa en el nuevo escenario es comprender la dinámica presente para así identificar cuáles son las posibilidades fácticas en función de los recursos disponibles en cada organización.
Fuente: news.agrofy.com.ar
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