El especialista Juan Elizalde sostiene que de seguir estancada la producción de carne frente a una población creciente, podrían ocurrir nuevos dilemas entre consumo y exportación y tensiones con el gobierno. Una puesta a punto de las tecnologías para surfear la ola mejorando la eficiencia de la cría en un país que, a diferencia de otros, sigue sin aumentar el peso de faena.
uan Elizalde, de Elizalde & Riffel, presentó los grandes desafíos de la ganadería en el mundo pospandemia y las tecnologías para paliar la escasez de terneros, verdadero talón de Aquiles de la producción de carne, detallando las particularidades de la Argentina con su histórica brecha entre consumo y exportación agitada en el escenario electoral. La temática fue abordada en una charla, “Surfeando la ola”, organizada por la empresa Cladan de nutrición y salud animal.
“En todo el mundo hay menos territorio disponible para la cría. En muchos campos la carga animal irá bajando conforme vaya aumentando la relevancia de los servicios ecosistémicos que limitan las labores culturales e incluso hay ambientes donde ya no se puede rolar ni pastorear”, planteó Elizalde, refiriéndose a un escenario que está movilizando nuevas estrategias para criar, recriar y engordar animales.
Según el especialista, como el aumento del número de terneros resulta escaso, se busca agregarles más kilos para obtener la misma cantidad de carne o más, de modo de atender a una demanda mundial en aumento. “En otros países se ven destetes más pesados, prolongan la recría e incrementan el peso de faena de machos y hembras. Ya no se faenan vacas con menos de 520kg”, contó.
Para apreciar este cambio, Elizalde presentó un gráfico con la producción de carnes de diferentes especies desde los años ‘60 que muestra su crecimiento constante, pero en una menor superficie de pasturas, lo que va en línea con la escasez de áreas para la cría mencionada. “La producción mundial subió a razón del 1,5% por año en promedio, en las ganaderías más desarrolladas al 3% y en otras al 0,8% por año, mientras la Argentina apenas crece al 0,2- 0,1% y a veces nada”, aseveró.
En tal sentido, un tema mediático es que la producción argentina de carne vacuna está estancada desde hace más de 15 años: se estiman 2,93 millones de toneladas para 2021, cifra menor a los 3,13 millones de 2005. ¿Qué hay detrás de esto? “Acá siempre se produce la misma cantidad de kilos por cabeza, a diferencia de otros países, incluso regionales. Y eso es complicado, ya que para producir más carne es necesario aumentar la cantidad de cabezas”, advirtió.
¿Cuál es el problema de no producir más? “Ya apareció un nuevo cierre de exportaciones, algo que había ocurrido en 2006, porque cada vez hay menos carne para abastecer a una población creciente”, opinó, aludiendo a que en 2005 la Argentina tenía 38 millones de habitantes, en 2021 se estiman 45,8 millones y para 2040, 52 a 53 millones.
“La población crece a razón de 370 mil habitantes por año, lo cual genera una reducción del consumo de 0,4 a 0,5 kg/hab/año, a producción constante. Esto significa que, en 20 años, estaríamos consumiendo unos 35-40 kg/hab/año en lugar de los casi 50 de hoy, una tendencia que es irreversible. Y si la exportación suma 100 mil t/año, algo de interés para una industria competitiva, el consumo debería bajar aún más, a razón de 2,5 kg/hab/año”, pronosticó, presentando un modelo para calcular la evolución de estas variables.
“En concreto a largo plazo habrá que comer menos carne y no será porque esté tan cara como en Europa sino porque no alcanza. Si no aumenta la producción, habrá nuevos dilemas entre consumir y exportar y tensiones con los gobiernos”, subrayó Elizalde, detallando que sin embargo hay tecnologías disponibles para dar respuesta a esta problemática.
Destetar más kilos por vaca
Una de las prácticas utilizadas para mejorar la eficiencia de la cría tanto a nivel mundial como en algunas empresas locales, es estacionar y acortar el servicio. En algunos establecimientos todavía es necesario pasar de 6 meses a 4-5 meses y en los pampeanas más ordenados de 90 a 60 días, con ayuda de inseminación artificial a tiempo fijo.
“Con un servicio de 90 días, el 45% de los terneros nacen en los primeros 20 días de pariciones; al acortarlo a 60 días, si se puede mejorar la base forrajera, por supuesto, se logra el 65% en ese período y las vacas se vuelven preñar antes”, indicó, detallando que esta práctica permite obtener una descendencia más homogénea y concentrada, facilitando su manejo y control.
Asimismo, los terneros ‘cabeza’ de parición alcanzan un 10% más de peso al destete que los ‘cola’, ya que nacieron antes y llegan con mayor kilaje a ese momento. “Al mismo tiempo, los terneros que nacen al final son apenas el 5% y aun así son tempranos, nacen entre los días 41-60, es decir que ya no se ve la cola típica de un servicio tradicional, con 15% de terneros paridos entre los 60 y 90 días”, explicó. Y agregó: “Está demostrado que el aumento combinado del porcentaje de preñez y del peso al destete mejora el margen bruto de la cría un 25%-30%”.
A modo de ejemplo, el especialista presentó un campo en Chivilcoy, asesorado por la consultora, que cría en un campo bajo con la base forrajera mejorada, lo que les permite destetar más kilos de ternero por vaca. “Esa es la clave del negocio de la cría. Para ello, se necesita que la vaca empiece a producir lo antes posible, que destete la mayor cantidad de terneros posible y que tenga bajos gastos de mantenimiento en invierno, que es el mayor costo de la cría”, puntualizó.
Seguidamente contrastó la cría sobre esa buena pradera con otra realizada en un campo natural de basalto, en Uruguay. “Es el otro extremo, ahí, no podría sostener altos pesos al destete ni obtener buenas tasas de preñez porque la vaca con pobre condición corporal no se va a preñar. Entonces, la tecnología a aplicar es otra”, indicó. ¿Hay que concentrar el período de servicio? “Sí, obviamente, porque es necesario liberar a esa vaquillona del impacto que le genera la lactancia, aplicando un destete precoz o hiper-precoz. Para eso hay que hacer un servicio lo más corto posible, de modo de sacar menor cantidad de tandas de destetes, para que los terneros sean más uniformes”, respondió.
Y prosiguió: “La cría de Chivilcoy es autosuficiente porque la vaca produce leche y eso suplementa el pasto que comen los terneros. En el basalto, en cambio, necesita una ayuda externa, una oferta nutricional adicional para mantener su ciclicidad. Pero la premisa de estacionar el servicio y acortarlo es la misma”, puntualizó.
Un tema muy estudiado es el tamaño de la vaca adulta que tiene una enorme influencia en la cantidad de kilos de ternero por vaca que se terminarán destetando. Para visualizar su impacto, presentó un estudio de la Universidad de Nebraska, publicado en 2021, en el cual durante 20 años se hizo un seguimiento de vacas chicas de 436 kg promedio al parto contra medianas de 539 kg.
“La vaca chica desteta menos kilos que la mediana, pero cuando se analiza el porcentaje del peso del ternero con respecto al peso de la madre, su eficiencia criadora es de 52,5%, contra 42,9% de la mediana, o sea que hay casi 10 unidades porcentuales a favor de la chica”, explicó. Otro resultado importante de esta experimentación es que por cada 150 vacas chicas se pueden mantener solo 130 medianas en una misma superficie. En síntesis, “la vaca chica permite trabajar con mayor carga y destetar más kilos de ternero por hectárea y eso mejora el margen bruto”, aseveró.
Si se lleva esta estrategia a un ciclo completo, es posible recriar más kilos de terneros y obtener más kilos de novillo. “Calculando los kilos de novillo vendidos en función del peso de la madre de origen, vemos que la vaca chica potencia la eficiencia de todo el ciclo productivo”, resaltó, detallando que incluso antiguos ensayos del INTA Balcarce demuestran los mismo. “Es un tema de siempre pero que cobra actualidad porque cada vez habrá menor número de terneros”, reiteró.
Otro aspecto fundamental para mejorar la eficiencia criadora es evitar la restricción nutricional durante la preñez-lactancia. Al respecto, el especialista presentó un ensayo australiano realizado en ambientes parecidos a los de la Argentina, donde se compararon vacas bien alimentadas durante la gestación y lactancia versus restringidas durante ese periodo. “Después estudiaron cómo se comportan las crías hijas de esas vacas y acá lo tenemos en fotos, se ve de lejos la diferencia al destete, hay dos mucho más desarrolladas”, apuntó.
A hora de los resultados, registraron que, por cada kilo de aumento de peso al destete de los mejores terneros respecto de los otros, se logra un plus de 0,72 kg al final de la recría y de 0,78 kg a la salida del corral de engorde (Grenwood et al, 2013). “En concreto, si aumento 40 kg el peso al destete, es probable que logre un ternero recriado con 28 kg más, un gordo con 30-35 kg más, una res con 0,46 kg más y, finalmente, podré llegar al consumidor con 0,28 kg más de carne. Eso implica que, sobre todo, en las empresas de ciclo completo hay mucho para hacer desde la cría y, de esa forma, mejorar los parámetros de la recría y el engorde”, finalizó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne