A 45 kilómetros al oeste de la ciudad de Río Cuarto, en el paraje Rodeo Viejo, el modelo productivo que lleva adelante el establecimiento San Miguel podría permitir rebautizar la zona como “Rodeo Pesado”.
En un planteo de ciclo completo y basado en la alimentación con pasturas y maíz, la familia Bruno produce novillos Aberdeen Angus que en 15 meses llegan a faena con un peso de más de 600 kilos.
Mariela Bruno relata que el proyecto familiar comenzó en 1942, cuando sus abuelos compraron las primeras hectáreas de este campo ubicado entre Las Albahacas y Alpa Corral, al pie de los montes que integran el cordón serrano del sur cordobés.
En la actualidad, encabeza el establecimiento junto con su padre, Héctor, quien vive en el campo y se caracteriza por ser muy detallista. “Él tiene el concepto de que uno tiene que autoabastecerse, sin depender de otros. Que cada peso tiene que estar bien invertido y por eso hay que planificar todo. Lleva un libro diario con todos los gastos; si va a la ciudad y paga un parquímetro, lo anota”, describe Mariela.
Bajo estos parámetros, la estrategia de esta familia sorprende con una planificación de largo plazo, en medio de un país dominado por el cortoplacismo.
“Está armada hasta 2037, con una rotación de cuatro años de alfalfa, dos de maíz, tres de verdeos y después comienza el ciclo de nuevo. En el medio, soja antes de la alfalfa. Y no nos movemos de ahí, ni en las mejores épocas del maní ni cuando las vacas valían poco. Aunque el negocio no sea el mejor, no cambiamos: somos ganaderos”, resume la productora.
Alimento propio
Con asesoramiento del Inta Río Cuarto, técnicamente el modelo que llevan adelante en San Miguel es “mixto”. Sobre una superficie de casi 800 hectáreas (678 propias y 113,6 alquiladas), 520 (65 por ciento) son ganaderas y 271,6 (35 por ciento), agrícolas.
Pero todo lo que se siembra y se cosecha va a parar al rumen de los novillos. “Nos autoabastecemos de granos de maíz y si la cosecha es buena, aumentamos la carga. Y al poroto de soja lo partimos y usamos para sumar proteínas en las dietas. Sólo vendemos como grano cuando hay excedentes, y hace tres años que no vendemos”, precisa Bruno.
En lotes de entre 30 y 35 hectáreas, divididos en tres parcelas en las que se efectúa pastoreo rotativo, San Miguel posee un rodeo de 1.470 cabezas que suman más de 500 mil kilos, en su mayoría propias. “Cuando el año viene bien en cuanto a pasto, aumentamos la carga con ejemplares comprados afuera”, aclara.
El ciclo completo comienza con un servicio estacionado y continúa con los destetes entre marzo y abril, en función de la condición corporal de las vacas. “Si es mala, hacemos un destete precoz a los tres meses; si no, uno anticipado o convencional, a los cuatro o cinco meses”, indica Bruno.
Una vez alejados de la madre, los terneros son enviados durante un mes a lotes apartados, solos, para que se acostumbren a comer las raciones. Pasado ese tiempo, se suman al resto de la invernada y se manejan con la misma cadena forrajera, integrada por verdeos (avena, melilotus, centeno, triticale) en invierno y alfalfa en primavera y verano, además de suplementaciones con granos y silaje de maíz.
“El grueso de la alimentación es a pasto. Salvo cuando la alfalfa no nos alcanza y necesitamos suplementar más la dieta, lo usual es que sólo el 0,7 por ciento del peso vivo sea granos. Sobre un novillo de 200 kilos, son 1,4 kilos; el resto se cubre con la pastura. Con eso obtenemos una ganancia diaria de 900 gramos”, enumera la productora.
En este contexto, considera un factor fundamental respetar los tiempos de descanso de las pasturas: en los verdeos, son unos 60 días; en la alfalfa, 42.
Un año después, una vez que superaron los 400 kilos, los novillos ya son encerrados en un feedlot donde permanecen 90 días. Allí la dieta se compone casi en su totalidad de maíz (silo y grano) y un máximo de seis por ciento de poroto de soja en la ración.
El resultado final es un ejemplar que supera los 600 kilos, pero no es obeso. “La clave es la recría larga, que les da tiempo para desarrollar los músculos. Cuando entran al feedlot, es sólo una terminación de grasa. Y no son confinamientos intensivos, tenemos de a 30 animales distribuidos en 10 corrales. No nos gusta verlos embarrados ni hacinados”, agrega Bruno.
En cuanto a las vacas de cría, se alimentan de pastos llorones y rastrojos de maíz. La idea es que, en 15 meses, alcancen un peso de entre 280 y 290 kilos y estén listas para el entore. La tasa de preñez es casi perfecta: en los últimos dos ciclos, fue de 95 por ciento. “Hacemos tacto y no perdonamos a ninguna: vaca que da vacía, se va”, explica.
Campo modelo
Alejandra Canale es la técnica del Inta Río Cuarto que acompaña a la familia Bruno en estas estrategias. “Tenemos un módulo demostrativo en el que hacemos recorridas y ensayos, además de que trabajan allí muchos pasantes”, comenta.
Mariela Bruno es también docente de la cátedra de Producción de Bovinos de Carne de la Universidad Nacional de Río Cuarto y por eso San Miguel tiene su costado académico.
“Es uno de los pocos campos que quedan puramente ganaderos, ya que la mayoría de los productores se vuelvan también a la agricultura para mejorar su negocio”, afirma Canale.
Y destaca el aporte del establecimiento a la sustentabilidad, a través de las obras realizadas para conservación de suelos: “Es una zona periserrana, con mucha erosión hídrica; en varios lotes construyeron curvas de nivel que ayudan a disminuir peligros”, cuenta.