Los precios reales de la hacienda se ubican hoy un 15 por ciento por debajo del promedio histórico 2005-2017. Y parece difícil que en el corto plazo recuperen el terreno perdido.
En relación a los principales insumos ganaderos, la pérdida ha sido peor: estos en el último año han subido un 85 por ciento, mientras que el novillito gordo subió un 40 por ciento y el ternero de invernada lo hizo sólo un 14 por ciento.
Del lado de la oferta, debe observarse que la faena ha crecido cinco de los últimos siete años, y que han quedado definitivamente atrás los bajos niveles de matanza que en el 2011-2012 permitieron lograr precios reales –y en dólares– muy altos.
La cantidad de terneros destetados, que en el mediano y largo plazo es lo que determina la oferta de carne vacuna de un país, viene creciendo en los últimos años.
En 2010, después de una fuerte liquidación, se destetaron sólo 11,5 millones de terneros; pero en 2018 el destete ya fue de 14,5 millones –récord histórico–, registro que muy probablemente se repita el próximo otoño.
La retención de hembras ha terminado (hoy dudamos si no estamos en liquidación) y todo lo que se produce, apartada la reposición, se vende y se oferta para faena.
La oferta actual de carne se ubica en los 3,1 millones de toneladas, que alcanza perfectamente –sin tensiones en el mercado– para consumir 56 a 58 kilos per capita y exportar 600 mil toneladas.
La escasez, que históricamente ha sido determinante para que el ganadero obtenga altos precios reales y rentabilidad, ha sido superada. Actualmente tanto la industria de exportación como la de consumo trabajan con un nivel de ocupación inesperado unos años atrás.
Sólo un nuevo ciclo de retención, que hoy no parece probable, que sirviera para acumular un millón de hembras al año podría reducir la oferta de ganado para faena y gatillar una suba de precios.
Para 2019 puede preverse que, en el mejor de los casos, la oferta dejará de crecer y se estabilizará en los mismos niveles actuales. No están dadas las condiciones para un cambio de fase del ciclo ganadero, hacia la retención.
Demanda doméstica
En cuanto al consumo interno, y pese al incremento en los volúmenes exportados, está razonablemente satisfecho: 58 a 59 kilos. Más si se tiene en cuenta la caída de los ingresos reales de la población y la caída del “ingreso disponible”, después del reciente cambio en los precios relativos, con el aumento del dólar, prepagas, expensas, tarifas, seguros, combustibles y luz, entre otros. Además, deben ponderarse los 60 kilo per capita de oferta conjunta de pollo y cerdo, que representan un volumen históricamente récord de sustitutos.
Si bien se espera que los ingresos reales de la población comiencen a recuperarse en los próximos meses, no parece que el consumo doméstico –con estos niveles de oferta– fuerce subas de importancia en los valores reales del ganado, por arriba de la inflación.
Si se toma la faena del trimestre agosto-octubre del 2018 y se la compara con igual período del año anterior, se observa que la matanza de novillos creció un 1,9 por ciento. Pero la de novillitos cayó 0,6 por ciento; y la de terneros machos, 17. Entre las hembras, crece fuerte la faena de vacas (26,5 por ciento) y la de vaquillonas (14 por ciento); mientras cae fuerte la de terneras hembras (15). Este cambio en la composición de la faena explica el modesto aumento que ha experimentado en los últimos meses el peso medio de faena.