Frecuentemente, surgen notas que hablan sobre la peligrosidad del uso de plaguicidas. Para el ingeniero agrónomo, docente universitario e investigador del Inta, Guillermo March, esas informaciones, a menudo, desinforman.
“Los efectos negativos de los plaguicidas suelen ser magnificados, aunque también muchas veces son minimizados”, señaló March durante la 15° Jornada Nacional de Monitoreo de Malezas, Plagas y Enfermedades realizada en el centro de congresos y convenciones del hotel Quórum, en la ciudad de Córdoba.
“De los plaguicidas: lo bueno, lo malo, lo feo” fue el título de la conferencia en la que analizó algunos mitos y verdades de las aplicaciones de fitosanitarios y sus efectos sobre el ambiente.
Su conclusión fue que si bien es lógico defender la utilización de agroquímicos como puente para reducir las pérdidas productivas, no puede soslayarse que contribuyen a los problemas ambientales que vive el mundo. Por eso, consideró que especialistas y asesores deben pensar en “integrar estrategias” para salir de esta encrucijada.
“A partir del conocimiento disponible, podemos disminuir su impacto negativo y dirigirnos hacia la integración de estrategias. Una puerta hacia una agricultura sustentable en sus tres dimensiones: económica, social y ambiental”, propuso March.
La gestión de envases de agroquímicos es uno de los puntos por resolver.
Casos
El experto se refirió a la información que muestran los medios de comunicación y dijo que hay que tomarla como capítulos puntuales de una historia que todo el tiempo se puede mejorar. Y analizó concretamente estadísticas de intoxicaciones y eventos relacionados con contaminación de agua con plaguicidas.
En el caso de las intoxicaciones, desmitificó uno de los mitos que hay sobre la agricultura: que la principal causa de accidentes en esta actividad son los agroquímicos. Datos oficiales de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) muestran lo contrario: el 97 por ciento de los accidentes fueron físico-mecánicos, y sólo 0,9 por ciento por “exposición o contacto con sustancias nocivas o radiaciones”, de los que apenas la tercera parte (0,3 por ciento) se debieron a plaguicidas.
En cuanto a contaminación en el agua, se centró en una nota que tituló que en Argentina “llueve glifosato”, basada en una investigación de la Universidad Nacional de La Plata que estimaba que las precipitaciones depositan anualmente 1,178 miligramos por metro cuadrado de este principio activo.
Pero March señaló que es un problema que va más allá de la producción agrícola y de este producto en particular. “Desde hace más de medio siglo se comprueba que las lluvias contienen plaguicidas -y otros contaminantes-, incluyendo no solo los plaguicidas usados en un país, sino también algunos prohibidos y/o no registrados en él. Como se ha señalado acertadamente, la contaminación de la atmósfera no reconoce fronteras ni ideologías”, resumió.
En cuanto a estudios que evalúan la presencia de plaguicidas en cursos de agua, manifestó que los datos relevados indican que, en general, no se superan los umbrales establecidos en la ley de Residuos Peligrosos. Sin embargo, insistió en que eso no significa que haya que abandonar los recaudos necesarios para evitar posibles impactos en el ambiente.
“Si bien el umbral es pocas veces superado y de manera puntual en el tiempo, las concentraciones detectadas señalan que algunas prácticas agrícolas deben cambiarse”, concluyó March.
Fuente: clarin