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Conservación con productividad: el desafío para la ganadería sobre campo natural


Hoy día es más que reconocida la importancia ecosistémica de los campos en toda la región del cono sur de Sudamérica, debido a que por razones edafo-climáticas esa es la vegetación predominante. Una de las ventajas importantes de este tipo de vegetación es la posibilidad de sacar provecho económico directo, sin destruirla, vía su explotación…


Hoy día es más que reconocida la importancia ecosistémica de los campos en toda la región del cono sur de Sudamérica, debido a que por razones edafo-climáticas esa es la vegetación predominante. Una de las ventajas importantes de este tipo de vegetación es la posibilidad de sacar provecho económico directo, sin destruirla, vía su explotación con los herbívoros domésticos. Al contrario de lo que se pensaba años atrás, el pastoreo es un factor que promueve la conservación y la manutención de los servicios ecosistémicos de los campos naturales. Sin embargo, tal conservación sigue siendo un desafío para el productor, pues de manera general el ingreso obtenido con la única producción comercializada, que es la ganadera, no asegura la una mínima rentabilidad. Por otra parte, viene ocurriendo una enorme supresión de campos naturales por cultivos e forestación (Overbeck et al, 2007).

En los estudios económicos, todavía no incorporamos los valores de los servicios ecosistémicos -aquellos que toda la sociedad debería estar conscientemente dispuesta a pagar-, como lo son la calidad del aire y del agua, la biodiversidad, los servicios de polinización, la conservación del paisaje, entre otros. Tampoco nos valemos de la comercialización de otras ofertas que podríamos agregar al sistema productivo como el ecoturismo, productos naturales u orgánicos y la gastronomía asociada, para citar algunos ejemplos. Por lo tanto, mientras todas estas otras posibilidades de remuneración no son una realidad, no hay otra manera de conservar nuestros campos que no sea por el aumento de la renta proveniente de la ganadería. Y, preferentemente, con la menor inversión posible. Con ese propósito, hace ya algunas décadas la investigación en pasturas naturales del Cono sur busca conocer los verdaderos límites productivos de ese formidable recurso que nos brindó la naturaleza. El avance más importante en los “descubrimientos” científicos fue la entendimiento de cómo funciona el ecosistema pastoril, o sea, como el está compuesto biótica y abióticamente. Además, se ha estudiado como la modificación de un componente de ese ecosistema afecta el conjunto de los componentes clima, suelo, microorganismos, plantas y animales, y capacidad de respuesta frente a cambios en el clima. Todavía estamos en la búsqueda de más entendimientos de esas múltiples interacciones pero mucho hemos avanzado para una concepción más holística de los sistemas ganaderos en campo nativo.

Los estudios de fisiología y morfogénesis de las principales plantas constituyentes de nuestros campos, basados en los modelos propuestos por Lemaire y Chapman (1996), nos permitieron entender la necesidad de respetar el ritmo de rebrote post pastoreo, el cual es diferente para cada especies y tipo funcional. Estos estudios han permitido comprender la adaptación y la respuesta en el crecimiento de diferentes especies frente a cambios en las disponibilidades físico-químicas del suelo, en la disponibilidad de agua y de la intensidad de defoliación. El hecho de que ese ritmo de crecimiento (de generación de nuevas hojas, de macollaje, de fabricación de raíces) sea regulado por la temperatura nos permite utilizar la suma térmica como herramienta para estimar el crecimiento futuro y/o para manejar la frecuencia de defoliación de una determinada pastura (Quadros et al. 2011). El hecho de que tengamos una cantidad inmensa de diferentes plantas en ese ecosistema, no significa que no se pueda utilizar los conocimientos de morfogénesis, para manejarlas mejor, pues también se ha avanzado en el conocimiento de sus funciones ecosistémicas comunes. Este conocimiento, nos permite el análisis de comunidades muy diversas (casi quinientas especies de gramíneas y doscientas de leguminosas) al agruparlas por la presencia de atributos comunes y respuestas similares a las condiciones de clima o manejo. Este avance permitió entender y simplificar la complejidad de las praderas nativas en unos pocos “grupos funcionales” propuestos por Cruz et al. (2010).

El entender las “reglas” del crecimiento del pasto, y el porqué tenemos dominancia de uno u otro grupo funcional nos permite ahora trabajar con otra variable de manejo fundamental en la producción ganadera, que es la oferta de forraje. Esto es un escalón más en el entendimiento de los sistemas productivos, ya que significa establecer una relación entre el alimento ofertado en el pasto disponible y la demanda animal, lo cual potencialmente afecta el consumo, o sea su capacidad diaria de ingestión. En la práctica, se trata de establecer y considerar una relación entre el peso de materia seca de forraje disponible en el campo más lo que está creciendo con el peso vivo de los animales que lo van pastorear. Muchos estudios, en varios tipos de comunidades, incluyendo nuestros campos nativos, han demostrado que la cantidad de óptima de forraje ofertado por día debe ser cuatro veces la capacidad de consumo de los animales. Por ejemplo, un novillo de 300 kg de peso vivo que tiene capacidad de ingerir hasta el 3% de su peso (9 kg de materia seca de pasto por día) necesita tener a su disposición 36 kg o sea 12% de su peso vivo. Esa “sobra” de pasto (36-9 = 27) es lo que permite al animal comer lo mejor de lo que está ofrecido (selección) y para la planta significa mantener una cantidad de hojas verdes suficiente para seguir interceptando lo máximo posible de la luz solar. Esta área foliar remanente es el “combustible” para el proceso de fotosíntesis que fija el carbono atmosférico, con el cual se fabrican nuevos tejidos de rebrote (hojas, tallos, raíces). Por lo tanto esa constatación -mantener una oferta de pasto alrededor de 12% del peso vivo- en apariencia tan simple, fue lo que nos permitió duplicar la producción de carne en sistemas de recría. Este proceso de investigación nos llevó también a considerar que la carga animal es una variable de respuesta en función del crecimiento y la disponibilidad de pasto, y por lo tanto no puede ser establecida a priori.

Implementar el manejo de la oferta de forraje en sistemas productivos reales no es tan simple como puede parecer, ya que se necesita una adecuada subdivisión del campo, un buen conocimiento de cómo es cada potrero en términos de composición florística (al menos a nivel de grandes grupos funcionales y/o de algunas plantas indicadoras), y también depende de la capacidad productiva de cada uno, de la disponibilidad y distribución de abrigos, agua y sombra, de la historia de uso y de la posibilidad de contar con potreros diferidos estratégicamente. Este tipo de manejo es aplicación de tecnología únicamente de procesos, no implica movimientos financieros pero sí es basado en observación, estimación y conocimiento, y significa más del “doble de renta” en relación al manejo tradicional (Nabinger y Carvalho 2009).

La observación del comportamiento del animal en pastoreo -que tipos y componentes de plantas busca comer, por cuanto tiempo, que tamaño tiene cada bocado, donde y como lo busca, etc., fue el paso siguiente en la búsqueda del entendimiento del real potencial productivo del campo natural (Carvalho et al. 2009). Eso sirvió para desmitificar que las bajas ganancias individuales no eran una cuestión únicamente de la calidad del pasto ingerido, sino que también y mayoritariamente de la cantidad diaria que el animal fue capaz de cosechar, la cual es función de la estructura del pasto representada por altura del estrato inferior y por la frecuencia de plantas cespitosas. Trabajos puntuales demostraron que la altura del estrato bajo que maximiza el consumo vía tamaño del bocado es de 10-12cm (Gonçalves et al. 2009), mientras que la frecuencia de matas no debe exceder al 40%. Manejos del pastoreo que permitan alcanzar estructuras eficientes (alta proporción de hojas verdes en el estrato en el cual el animal logra un consumo de forraje con mayor eficiencia) en campos de doble estructura, logrando ahora ganancias tres veces superiores al manejo tradicional. En las condiciones de la Depresión Central en Rio Grande do Sul, Brasil, eso significa más de 200 kg de peso vivo por ha por año, producidos sin costos adicionales una vez que no se utilizaron insumos pero sí un cierto aumento de carga en primavera (oferta de 8% del peso vivo de octubre a diciembre, volviendo a los 12% en el resto del año) (Nabinger y Carvalho 2009).

A nuestro entender, por desconocer los procesos básicos de crecimiento del pasto y de cosecha por el animal, estamos dejando de ganar dinero con el campo natural. En síntesis, podemos lograr mejoras en el ingreso de los predios vía manejo, sin meter la mano en el bolsillo. Y si pensamos que en el futuro podríamos también cobrar por servicios ambientales, siempre es importante recordar que la aplicación de esas tecnologías de procesos, implican también substanciales mejoras en todos los servicios ecosistémicos. Servicios tales como la mejora en la captura y secuestro del carbono (especialmente en campos degradados), la conservación de la biodiversidad, la mejora en las condiciones físico-químico-biológicas de los suelos, que implican también en mayor resiliência de esos campos frente al variable clima actual y a los anunciados –y ya sentidos– cambios climáticos.

Por supuesto que existen más posibilidades para continuar intensificando la producción en base al campo natural. Estas opciones implican la aplicación de insumos, y van de la fertilización con nitrógeno o nitrógeno + fósforo, la fertilización más la intersiembra de leguminosas, la suplementación estratégica y el riego. Pero hay límites para su utilización si queremos conservar los servicios ecosistémicos y la economicidad del sistema. Tradicionalmente, desde la investigación hemos visto a la intensificación como un proceso de avance “una escalera tecnológica”, lo cual implica sustituir al manejo del campo natural por el agregado de insumos. Sin embargo, debido a las pérdidas tanto de diversidad como de estabilidad productiva, al incremento del riesgo financiero y a la escasa resiliencia constatada en los sistemas pastoriles extensivos basados en insumos, hoy estamos redefiniendo conceptualmente al proceso de intensificación. Actualmente, estamos concibiendo a las diferentes herramientas de intensificación como opciones para mejorar el uso de la base productiva del campo natural. Esta situación implica un cambio de paradigma respecto a la escalera tecnológica, ya que ahora estamos introduciendo insumos en forma controlada, por ejemplo, para alcanzar metas de estructura del pasto y/o de oferta de forraje que nos permitan altas ganancias animales, o para viabilizar la realización de diferimientos en áreas estratégicas y con ello disminuir el riesgo productivo.

Además, los principios antes comentados de ajuste de la oferta de forraje, del control de la estructura del pasto, y de diferimiento de potreros, son aspectos básicos que deben ser bien dominados por el manejador de campo natural para que luego la aplicación de insumos resulte económicamente viable. Lo mismo vale para el manejo sanitario, la elección de raza o cruzamientos, los cuales si van acoplados a un manejo eficiente del pasto, van a tener un mayor impacto económico y con ello propiciar la conservación de la ganadería con base en el campo nativo. No es objetivo del presente trabajo mostrar en detalles los resultados de la aplicación de esas tecnologías, pero sí alertar sobre las posibilidades y potencialidades de la ganadería sobre campo natural, sin hablar de la gran posibilidad de agregar valor a sus productos vía calidad diferenciada de la carne, leche y sus derivados, lo que también la ciencia ha demostrado. Esta presentación es un breve resumen de parte de lo que se puede visualizar con detalle en la publicación reciente “Nativão: 30 anos de pesquisa em campo nativo” disponible en internet (www.ufrgs.br/gpep/ publicações). Allí el lector encontrará un documento con los detalles y la síntesis de los resultados de un grupo de investigación de la Universidade Federal de Rio Grande do Sul. Este aporte se suma al de otras instituciones de la región, representadas por universidades e institutos de investigación y de fomento de los países que componen el cono sur que también disponen de resultados similares que demuestran el potencial y la viabilidad de la ganadería en base a nuestro más importante recurso natural.

¿Si todo eso es verdad, por qué entonces estamos considerando que la conservación de la ganadería en campo nativo es un desafío, como dice el título de esa charla? Y aquí los invitamos (ganaderos, investigadores, tomadores de decisión, sociedad urbana) a reflexionar seriamente sobre lo que cada uno está realmente haciendo para que esa ganadería, base de nuestra cultura regional, sea una actividad resiliente, económicamente viable y socialmente deseable.

Fuente: Engormix

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