David Perry, CEO y fundador de la firma Indigo, fue una de las figuras relevantes del negocio agrícola a nivel mundial que pasó por la última edición de Expoagro. Referente de esta startup de microbiología agrícola de los Estados Unidos, presente también en la Argentina, en una entrevista con LA NACIONexplicó su visión de la agricultura mundial y en el país, se refirió a la predisposición del sector para la innovación, destacó a las empresas de tecnología y subrayó la importancia de demostrar a los productores las ventajas que la innovación otorga en cuanto a rentabilidad y a sustentabilidad.
Para el ejecutivo, la Argentina es un país donde cuyo marco regulatorio hace «mucho más simple que se aprueben las nuevas tecnologías, comparado con otros países». Este punto, junto con la importancia de la agricultura local, están entre los motivos que llevaron a la empresa a decidirse por el país para abrir su primera sede internacional. El ejecutivo señala, no obstante, al comparar sobre la tecnología entre la Argentina y los Estados Unidos, que en este último país «hay un modo muy claro de pagar la propiedad intelectual de las semillas».
Perry nació hace 50 años en una zona rural de Arkansas, donde se crió en la granja de su familia. Estudió la licenciatura en ingeniería química de la Universidad de Tulsa, Oklahoma, y luego se perfeccionó en Harvard, donde realizó una maestría en administración de empresas.
El emprendurismo marcó su camino: en los últimos 20 años fundó tres compañías de innovación que recaudaron más de $1,2 billones de dólares. En 2014 llegó Indigo, la startup que desarrolla microorganismos endófitos para incrementar la productividad de los cultivos.
La firma identifica los microorganismos que son beneficiosos, los multiplica y los aplica a los cultivos mediante el tratamiento de semillas. Dichos microorganismos tienen el potencial de aumentar la resiliencia de la planta al estrés hídrico y térmico en ambientes adversos.
Tres preguntas apuntalaron desde el inicio el rumbo que debía tomar la compañía con respecto a los alimentos: «¿cómo vamos a producir lo suficiente?, ¿cómo hacerlo de manera sostenible? y ¿cómo podemos ayudar a las personas a elegir productos que sean mejores para su salud?».
En este contexto, el objetivo fue mejorar la sostenibilidad ambiental de la agricultura, el valor nutricional de los alimentos y la productividad de los agricultores mediante el uso de microbios naturales.
La empresa, con casa matriz en Boston, Massachusetts, se focaliza en cultivos como algodón, trigo, maíz, soja y arroz. Desde sus comienzos realizó cinco rondas de inversión que alcanzaron los 650 millones de dólares.
-A nivel mundial, ¿cuán predispuesto está el sector para incorporar tecnología?
-La mayoría de los agricultores que conocí en distintos países trabajan a la vieja usanza. Pero cada vez hay más puntos en común entre los productores, porque son muy independientes y tienen sus propios puntos de vista. Pero, en la mayoría de los casos, su primera elección es hacer las cosas como las hacían antes.
-Entonces, ¿cómo pueden las startups llegar a ellos?
-La buena tecnología funciona en cualquier lugar. En mi experiencia, los productores son conservadores en ambos países, en los Estados Unidos y en la Argentina. Suelen ser más escépticos respecto a la innovación y la incorporan quizá más lento que otros. Pero si uno puede demostrarle cómo ganar más y ser más productivos a partir de la adopción de la tecnología, ahí sí la adoptan rápido. Un buen ejemplo son los OGM (las semillas modificadas genéticamente) con tolerancia a herbicidas.
-¿Qué diferencias nota entre el productor estadounidense y el argentino?
-Los farmers norteamericanos vienen de una cuarta o quinta generación que se dedican a la agricultura: cuentan con una muy buena infraestructura y no tienen la necesidad de ser tan innovadores. En cambio, los productores argentinos sí tienen que tener un espíritu más innovativo.
En cuanto a la tecnología hay dos puntos que quiero resaltar: el primero es que una compañía startup argentina es quizá más robusta, más fuerte, que en Estados Unidos. Eso realmente me sorprendió, y creo que tiene que ver con la importancia de la agricultura en la economía de este país: veo que aquí hay empresas de tecnología muy interesantes. La segunda diferencia está en las semillas y es evidente: en los Estados Unidos hay un modo muy claro de pagar la propiedad intelectual de las semillas.
-En 2017, Indigo Agriculture eligió la Argentina para abrir su primera sede internacional. ¿Por qué se tomó esa decisión?
-Hoy tenemos presencia en cinco países: Estados Unidos, la Argentina, Brasil, Australia e India. El principal motivo de haber elegido este país tiene que ver con el tamaño del sector agrícola argentino. También el marco regulatorio: aquí es mucho más simple que se aprueben las nuevas tecnologías, comparado con otros países.
-¿Cuál es el principal problema de la Argentina para desarrollar un negocio de este tipo?
-En principio, la infraestructura, las telecomunicaciones, por ejemplo. Además, la Argentina es un país muy grande: las distancias entre los establecimientos a veces es un inconveniente. También es muy desafiante la cultura de arrendar la tierra por determinado tiempo: transmitir la importancia de la sustentabilidad del medio ambiente requiere de una visión a largo plazo; uno invierte en la salud del suelo y es distinto si el productor es dueño o no de la tierra. Parte del motivo de la fundación de esta compañía es porque la sustentabilidad, el cuidado de la tierra y los recursos naturales son un problema a nivel mundial.
Actividades
En el marco de Expoagro, para la visita de Perry el líder de Indigo en la Argentina, Carlos Becco, determinó como prioridad el encuentro del fundador con productores y clientes argentinos.
«También se reunió con emprendedores de las AgTech presentes en la carpa de Expoagro para debatir sobre el ecosistema y con autoridades nacionales como el jefe de Gabinete de la Secretaría de Gobierno de Agroindustria, Santiago del Solar», agregó Becco.
Este año, la empresa lanzó Indigo Research Partners y el Programa de Calidad de Trigo. El primero consiste en el desarrollo de una red de agricultores que evalúan tecnologías en nueve niveles de información: suelo, clima, sensores de cultivo, genética, microorganismos aplicados a la semilla, prácticas de manejo del cultivo, satélites y drones en más de 21.000 hectáreas. La Argentina es el primer país fuera de los Estados Unidos que pone en marcha este programa con un equipo interdisciplinario de profesionales para la gestión de los datos y su análisis.
Perry explicó: «Nuestro principal objetivo es mejorar la rentabilidad del productor, la sustentabilidad y la salud de los consumidores. Sabemos que hay muchas tecnologías que pueden contribuir a esta misión. Con Indigo Research Partners ayudamos a testear esas tecnologías con los productores».
En el segundo caso, el programa de Calidad de Trigo propone al agricultor «comprender el valor de su producción y realizar un análisis de manera gratuita». Según informaron desde la compañía, los productores pueden maximizar la rentabilidad según la calidad de sus granos. Durante esta temporada el programa está focalizado en el trigo.
Becco remarcó, además, que desde la compañía comprendieron que «en la Argentina muchos productores venden sus cultivos a precios inferiores de lo que deberían por no tener un parámetro específico de calidad en el cual basar sus precios».
En una entrevista con la cadena norteamericana CNBC, Perry confesó que medita cada mañana y dedica un tiempo a pensar: «¿Qué me preocupa? ¿Qué creo que es importante?» Además, toma nota de todo y apaga las alertas de mails y redes sociales de su celular. Las estrategias de un hombre con una gran ambición: mejorar la forma de producir y alimentar al mundo.
Por: Josefina Pagani