Todo indica que en el futuro el mundo requerirá de lo que puede producir la Argentina. La pregunta es si la mayor demanda será una continuidad de lo que hemos visto hasta ahora o se buscarán otros caminos.
Hasta ahora la discusión general ha decurrido mayormente sobre la base de que será como hasta ahora, pero más. Quizás sea así, pero no sería sabio asumirlo sin debate.
Recientemente en este mismo espacio se ha argumentado que China, nuestro principal socio comercial en este tema y con quien acabamos de cerrar un acuerdo para la exportación de carnes, ha adoptado una política para reducir estos consumos a la mitad de los niveles actuales.
¿La razón? Las preocupaciones ambientales y el hecho de la alta huella que producen este tipo de consumos. Cuestión interesante por varios motivos, el mas importante quizás, es el que se trata de una de las primeras políticas de magnitud en este campo argumentadas en base a cuestiones ambientales y de cambio climático, y por alguien que ha sido bastante cuidadoso en no caer atrapado en las discusiones ambientalistas.
¿Estaremos frente a una nueva tendencia? Y si es así, ¿seguirán decisiones en la misma dirección en otros mercados y países?
Se transformarán las huellas ambientales de distinto tipo en patrones del crecimiento y el acceso a los mercados. La magnitud de las informaciones negativas que llegan desde quienes miden la situación ambiental a nivel global, debería llamarnos a pensar que no sería difícil que, independientemente de lo que se este discutiendo en este momento, el sendero futuro vaya en esa dirección y que uno debería asumir escenarios mas restrictivos como un dato del futuro mas posible, y no solo en carnes, sino también en otros sectores alimenticios y energéticos.
Gran oportunidad para la Argentina y una que deberíamos empezar a profundizar desde ahora, para que ese futuro no nos tome desprevenidos. Hoy ya existen indicadores que reflejan que nuestra ganadería tiene indicadores de impacto mucho mas benignos que los que se utilizan generalmente y hay consenso que nuestros sistemas productivos tienen bases de sostenibilidad que, si no son únicas están cerca de serlo, y que esas características le dan al resto de los productos de la cadena una base de competitividad a la que no muchos otros países tiene acceso.
Estas son ventajas comparativas de nuestra economía que no deberían desperdiciarse como base para la construcción de una estrategia que nos permita aprovechar las tendencias de los mercados internacionales y generar hacia adentro las transformaciones que se necesitan para reindustrializar el país y derrotar la pobreza.
En la Argentina esas ventajas están esencialmente ligada a la bioeconomía, una visión del desarrollo que desde hace algún tiempo venimos insistiendo desde este mismo espacio, como la oportunidad que no podemos dejar pasar en la coyuntura actual.
La bioeconomía abarca no sólo la explotación de recursos naturales renovables, en particular en el sector agropecuario, sino también sus encadenamientos “aguas arriba” con las manufacturas agroindustriales (desde alimentos elaborados a biocombustibles o productos medicinales), “aguas abajo” con otras manufacturas industriales que proveen insumos (por ejemplo fertilizantes) o bienes de capital (maquinaria agrícola) y en tercer lugar con el variado conjunto de servicios vinculados a las diferentes etapas del proceso de agregación de valor en esta área (bioinsumos y biomateriales para una industria mas “verde”).
Una breve mirada a nuestra realidad hoy, resalta que mucho de esto ya esta en marca, lo que debería considerarse ahora es si no ha llegando el momento de abordar el tema de manera integrada, como un complejo que articula actividades, primarias, secundarias y terciarias, donde las políticas productivas y comerciales se definen en función del objetivo del conjunto, explotando las sinergias entre cada una de sus partes integrantes y, por consecuencia, su competitividad en cada mercado particular.
Es una buena idea desde el punto de vista de los mercados que vienen y puede ser también atractivo para el llamado a inversiones en que nos encontramos embarcados: no sería más de lo mismo, sino la base para construir un sector que refleje las prioridades y preocupaciones del mundo que viene.
Nota de Redacción. El autor pertenece al Centro de Agronegocios de la Universidad Austral.
Fuente: El Clarin