La Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia presentarán una posición conjunta en Naciones Unidas sobre la emisión de gases de efecto invernadero y las inversiones en proteínas alternativas, que el año pasado duplicaron los presupuestos de todos los INTAs de Latinoamérica. La propuesta de Fernando Vilella para construir un Pacto Verde de las Américas.
Los principales países exportadores de carne de América Latina, nucleados en el Consejo Agropecuario del Sur, firmaron un documento para defender a la ganadería regional en la Cumbre de Sistemas Alimentarios de Naciones Unidas, ante la interpelación por sus posibles implicancias sobre el medioambiente y la salud humana, entre otras. El evento, que se realizará en septiembre, convocará a los actores más importantes del mercado mundial a fin de establecer una agenda global para transformar los modelos con que se producen y consumen alimentos, ante la falta de progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, establecidos para 2030, entre ellos, “tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático”.
El documento, elaborado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), a pedido de las autoridades de la Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia, considera a la ganadería como un activo estratégico regional y aborda los cuestionamientos basándose en las últimas evidencias científicas y técnicas, así como en los sistemas productivos de estos países, que aportan casi el 40% de las exportaciones mundiales de carne bovina. El trasfondo es evitar que prevalezca una posición sesgada en la Cumbre, que, como surge de las reuniones previas, no tendrá en cuenta esas características.
La visión en contra de la carne vacuna existe dese hace muchos años, aunque cobró nuevos bríos con el “Pacto Verde Europeo” una hoja de ruta lanzada a fines de 2019, que apunta a que este continente sea el primero neutro, con cero emisiones, liderando el lobby ambientalista en todo el planeta. Para ello proponen, por ejemplo, penalizar los productos importados según su huella de carbono, calculada mediante modelos controvertidos, lo cual podría encarecer la carne de los países productores del Cono Sur.
Dada la importancia de esta temática, realizamos una breve síntesis de los puntos contemplados por el IICA, entre ellos, el presunto impacto negativo en el ambiente y la promoción de las proteínas alternativas como parte de la solución.
Del cambio climático
En esta cuestión, hace unos años, se le atribuyó erróneamente a la ganadería emisiones de gases de efecto invernadero equiparables a las del transporte (14% del total) cargando con una fuerte mirada negativa al sector. Sin embargo, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas calculó, en 2019, que aporta entre un 5,5% y 10% de las emisiones totales. De cualquier modo, el investigador Ernesto Viglizzo, documentó que las emisiones de los animales resultan más que compensadas por el secuestro de carbono de las tierras en pastoreo, algo que los métodos de medición mundiales no contemplan.
Otros investigadores (Mitloehner, Kebreab y Boccadoro, 2020) señalan que el metano emitido por los animales no impacta en el clima como el dióxido de carbono liberado por la quema de combustibles fósiles, ya que éste permanece cientos de años en la atmósfera, mientras que el de origen bovino, luego de 12 años, es mayormente removido. A esto se suma que los rumiantes, existen desde hace miles de años, por lo que parte de los gases ya estaban presentes al momento de la primera revolución industrial, que marca el inicio del calentamiento global, o sea, que son preexistentes a la problemática.
De las proteínas alternativas
Diversos actores que participan en la Cumbre plantean que la solución al excesivo consumo de carne bovina está en apoyar el mercado de proteínas alternativas, basadas en plantas y cultivos celulares. Sin embargo, sobreestiman los efectos positivos sobre el ambiente y la salud humana que, a la fecha, son estrategias de marketing.
Las compañías que producen alimentos a partir de vegetales de alto contenido proteico, como las legumbres, argumentan que hay una reducción de la huella de carbono y la contaminación. Sin embargo, no consideran los efectos de pasar de campo natural a tales cultivos, que pueden resultar en enormes emisiones por pérdida de carbono orgánico del suelo y de secuestro por parte de la biomasa vegetal.
Los beneficios en términos de salud humana son igualmente discutibles, dadas las características de ultra procesados que tienen los sustitutos vegetales, con elevados contenidos de sodio, y las diferentes densidades nutricionales con respecto a las proteínas de origen animal. Existe evidencia del rol que juega la carne vacuna como fuente de nutrientes, con nueve aminoácidos esenciales, que no pueden obtenerse fácilmente de las plantas (Leroy y Cofnas, 2019).
Si bien los sustitutos vegetales tienen una participación de mercado aún muy baja (1% según fuentes privadas), las inversiones en las compañías que los producen alcanzaron un récord en de USD 2.100 millones en 2020, valor que duplica la suma de todos los presupuestos de ese mismo año de los INTAs de América Latina y el Caribe, lo que da cuenta del potencial de esta nueva industria.
Por otro lado, avanzan los desarrollos de alimentos a partir de cultivos celulares, basados en la extracción de células madres de los animales y la generación de tejido muscular en el laboratorio, con el argumento adicional de aportar sustitutos a la carne sin necesidad de sacrificar animales, otro de los puntos por el que se cuestiona a la ganadería.
En 2020, las inversiones en este tipo de emprendimientos alcanzaron los USD 366 millones, seis veces más que el año anterior, aunque los productos aún no están disponibles para los consumidores dados los costos no competitivos.
“El mercado de proteínas alternativas ha sido impulsado por nuevos actores, con poder económico y mediático para influir en la agenda hacia el sector ganadero, como organizaciones sin fines de lucro y fundaciones financiadas por billonarios”, advierte el documento.
Con respecto a la salud humana, también plantea que la evidencia científica debe ser determinante en las recomendaciones dietarias planetarias. A modo de ejemplo, cita la publicación en la afamada revista LANCET, en 2019, de un informe que tuvo alta repercusión, donde se propone que una dieta saludable para los países de mayores ingresos debe reducir en un 50% el consumo de carne roja. El artículo ha sido cuestionado porque su base científica no representa el estado del arte de la nutrición (Hauver, 2019) y, finalmente, otro investigador, Hirvonen (2020), estimó que no es económicamente posible para los 1.580 millones de personas que incluye el grupo meta.
¿Qué solución propondrá el Cono Sur? La región hará un llamamiento para avanzar en la intensificación sostenible de los sistemas ganaderos, mediante modelos mejorados y climáticamente inteligentes, detallando las tecnologías disponibles y en desarrollo. Cerca de 300 estudios avalan que las emisiones netas se pueden reducir sustancialmente incorporando prácticas que contribuyan al secuestro de carbono. “Para minimizar el impacto ambiental y, a la vez, satisfacer la demanda mundial de carne es esencial incrementar la productividad”, finaliza.
Para el Ing. Agr. Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA, al consenso en materia de carne bovina entre los países del Cono Sur, algo difícil de lograr en otras áreas políticas, se suma otra buena noticia.
“El IICA anunció que América, toda, llevará una posición común frente a la cumbre de Naciones Unidas, surgida con la participación de los gobiernos y el sector privado, incluyendo las ONGs”, aseveró. Y detalló: “la postura considera a los productores agropecuarios como imprescindibles para los sistemas alimentarios, que están enfrentado con éxito el creciente consumo de la población global”.
A partir de estos acuerdos, Vilella resaltó “la oportunidad de generar desde el continente americano, una agenda geopolítica propia, como respuesta al eurocentrismo que, con su Pacto Verde, pretende dominar el relato alimentario global”.
“Hay voluntad de los países de coordinarse y actuar, también hay una institucionalidad, que es el IICA, que ha demostrado liderazgo y eficacia para lograr consensos. La idea es construir, desde la bioeconomía, un Pacto Verde de la Américas, que maximice la producción de alimentos basándose en la ciencia y la innovación, a partir de los recursos naturales y biológicos”, concluyó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne