En la primera semana de mayo en Estados Unidos se faenaron casi 500 mil vacunos y casi 2 millones de cerdos. A pesar de lo notable de estos números, resultaron 32 y 24% menores que el comparativo de hace un año.
La baja se debió al cierre de muchas plantas a causa del contagio de covid-19 entre sus empleados, según describe la revista The Economist en su último número.
Hasta fin de abril, 115 plantas en 19 estados reportaron casos, con unos 5.000 contagiados y 19 muertes.
Esta situación creó grandes distorsiones en los precios en el sector. Por un lado, el valor de la hacienda sufrió bajas, por lo que muchos productores que no encontraban dónde colocar su producción. Fue especialmente grave en el caso de cerdos y pollos, debiendo sacrificar animales para hacer lugar en las pistas de engorde a las nuevas camadas.
El gobernador de Iowa afirmó que cada semana unos 700 mil cerdos no encontraban posibilidades de ser enviados a faena comercial.
Del otro lado de la cadena, hubo una disparada en los precios mayoristas de la carne. La carne vacuna llegó a duplicar el valor del año anterior mientras que la de cerdo lo superó en 30%. La menor producción y los mayores precios se ven en los siguientes gráficos.
Si bien algunas plantas han reabierto a esta altura, la situación no está normalizada.
Éste también fue uno de los motivos que llevó al presidente Donald Trump a dictar un decreto que estableció la importancia de que los frigoríficos siguieran trabajando.
Indudablemente, así como las plantas que debieron cerrar sufrieron un costo muy importante, las que pudieron seguir se han de haber beneficiado de esta brecha de precios entre hacienda y carne.
Es notable que en un mercado tan concurrido y abierto, con tantas normas que protegen la competencia, se haya producido semejante anormalidad.