El país asiático se ha convertido en un cliente ideal para los frigoríficos uruguayos y se sitúa a la cabeza en el ranking de las exportaciones en materia cárnica, pero la expansión del coronavirus, entre otros sucesos, mantiene en tensión a una industria que vive del exterior.
CHINA, EL IMPORTADOR «IDEAL»
Con apenas tres millones y medio de habitantes, el mercado uruguayo se queda pequeño para la industria cárnica, que debe buscar compradores fuera de sus fronteras y exporta alrededor del 75 % de su producción a más de 60 países, siendo China el principal importador, explica a Efe el gerente de Marketing del Instituto Nacional de Carnes de Uruguay (INAC), Lautaro Pérez.
En 2019, la fiebre porcina mató a millones de cerdos y el gigante asiático salió al mercado internacional en búsqueda de una proteína diferente que llevarse a la boca, aunque hacía unos seis años que ya había desbancado a Rusia como primer comprador del vacuno uruguayo.
Su tamaño y los bajos aranceles, además del alto aprovechamiento que hace del animal erigen a China en el importador «ideal», subraya Pérez.
«En China hay decenas de tipos de cocinas que utilizan muchos cortes y eso lo que permite es valorizar todas las partes que tiene el mix de exportación de un país como Uruguay», insiste el gerente.
Las exportaciones de carne bovina al gigante asiático superaron en 2019 los mil millones de dólares, según datos de la agencia de promoción de inversiones, exportaciones y marca país Uruguay XXI, seguidas de lejos por la Unión Europea, que rondaron los 300 millones, y Estados Unidos, con 200 millones.
Sin embargo, a finales del año pasado cambió la situación comercial con China.
Según relata a Efe el gerente comercial del frigorífico Sirsil, Gabriel Slinger, los compradores pidieron una renegociación del precio de la carne de un 30 por ciento, bajo amenazas de abandonar los contenedores en el puerto o en el agua.
Las razones tienen que ver, apunta, con la liberación al mercado por parte del Gobierno chino de ‘stocks’ de contingencia destinados a situaciones de conflicto o la apertura de los canales grises de Hong Kong y Vietnam, entre otras.
La expansión del coronavirus fue la gota que colmó el vaso.
Con ciudades cerradas y una histeria colectiva creciente, Slinger vaticina que habrá una baja en el consumo de carne y, por tanto, su compañía se mantiene a la espera de ver cómo se desarrolla el mes de febrero, que será «de expectativas y negociaciones».
UN MENÚ A GUSTO DEL CONSUMIDOR
Mediante los esfuerzos de promoción, el Ministerio de Ganadería (MGAP), el INAC y las visitas de los comerciales a los países destino consiguen posicionar la carne uruguaya.
«Uruguay tiene muchos años de ganadería, muchas familias que han trabajado durante tanto tiempo y puede hacer una promesa consistente que sea atractiva para el mundo», asevera Lautaro Pérez.
La trazabilidad total del producto vacuno, la carne libre de hormonas y antibióticos o la ausencia de eventos sanitarios relevantes son varios atractivos de esta ganadería, subraya el director de la Unidad de Asuntos Internacionales del MGAP, Rodolfo Camarosano.
Sin embargo, otra parte importante de la promoción es detectar el gusto del comprador y elaborar un «menú» que esté dispuesto a pagar, explica Slinger.
«No todos los países piden el mismo corte ni la misma cantidad de grasa en corte. Entonces, ahí entra el padrón de cada país», señala.
De esta manera, un padrón ‘Reino Unido’ supondrá una carne con mayor cantidad de grasa, mientras que el padrón ‘Alemania’ tendrá una cobertura mínima, y cada uno recibirá lo que prefiera y pueda pagar.
URUGUAY, UN PAÍS CARNÍVORO QUE COME VACA EXTRANJERA
Según el INAC, el consumo de carne vacuna en Uruguay superó en 2018 los 56 kilos por habitante, haciendo del país suramericano el mayor consumidor de este alimento.
Sin embargo, la alta demanda internacional implicó una subida interna de los precios «por encima de los promedios» en un país con una tasa de inflación del 8 por ciento, matiza a Efe el secretario ejecutivo de la Liga Uruguaya de Defensa del Consumidor, Edgardo Martínez Zimarioff.
«Tenemos un amplísimo nivel de personas de bajo nivel adquisitivo para los cuales puede estar siendo difícil, acostumbrados a una dieta cárnica, consumir lo que hasta ayer consumían con más facilidad porque en su momento la carne fue realmente muy accesible para el ciudadano medio», critica.
Mientras el ganado local viaja hacia otros países, los uruguayos terminan comiendo carne extranjera, con una textura y una ternura diferentes, explica Zimarioff.
«Al mercado local le servía más traer carne de nuestros vecinos y a nosotros se nos hacía muy difícil mantener la ecuación», justifica Slinger, que apunta al alto precio del ganado uruguayo frente al de Argentina o Brasil como el motivo de esta importación.
LOS NUEVOS DESAFÍOS
Recientemente, veinte frigoríficos uruguayos obtuvieron la certificación halal para exportar carne bovina y ovina a Arabia Saudí.
Para cumplir con la ley islámica, el animal debe ser sacrificado por un matarife musulmán que deberá pronunciar la palabra «Bismilah» («en el nombre de Alá»), según informa la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), entre otros requisitos.
Si bien la apertura de mercado es vista como una buena noticia, el gerente comercial de Sirsil advierte de la competencia de Brasil, que ofrece carne a precios inferiores.
Además, avisa, la demanda vacuna saudí «no es tan grande como en el caso de ovinos» y todavía debe armarse el negocio.
Este negocio se completará en breve con Vietnam, país al que Uruguay quedará habilitado para exportar en el primer semestre de este año, adelantó Camarosano.
Mientras, la industria sigue pendiente de la ratificación del acuerdo Mercosur-UE, un texto que no terminan de ver con buenos ojos porque la cuota de Uruguay se reduciría a 19.000 toneladas, cuando ha exportado «muchísimo más», según dijo el responsable del MGAP.
El gerente de Sirsil apuesta por reducir los aranceles en Europa para que llegue una mayor cantidad de carne al otro lado del Atlántico.
Todo para que la carne resista a las amenazas y siga siendo uno de los emblemas de Uruguay y de su economía.
Sergio Marín Lafuente y Alejandro Prieto