«Cuando hablamos de la pandemia y qué haremos el día después -aún cuando no sabemos qué sucederá con el virus, si habrá una vacuna, ni cuál será el panorama económico- tenemos una certeza: los Estados Unidos continuarán centrándose en la carne de calidad que proporciona una experiencia enriquecida a los consumidores. Esto es una tendencia de largo plazo, en la que venimos trabajando desde hace años mediante mejora genética hacia un marmolado intenso», dijo Katelyn McCullock, Directora del Livestock Marketing Information Center (LMIC), EE.UU, en el seminario sobre los desafíos de la carne pospandemia organizado por el IPCVA.
La entidad, que cuenta con la colaboración de 27 universidades, organizaciones líderes de la industria ganadera y el USDA, presentó su visión sobre la situación ante el covid-19 y las perspectivas de la primera ganadería del mundo.
«Nuestro sistema de tipificación incluye cinco grados de calidad para ganado engordado en feedlots. En los últimos años, aumentó la proporción de las carcasas que califican como prime, las de mayor nivel, y desde 2015 alcanzan al 5% del total. Pero, en la primera mitad de 2020, estamos más cerca del 10% y eso implica mayores costos para la industria ya que los productores perciben un plus de precio por su ganado (unos 25 centavos de dólar por kilo en gancho). Es un cambio enorme en muy poco tiempo», planteó.
¿Por qué ocurrió esto? «Hubo un incremento en la cantidad de días de alimentación a corral que llevó a pesos de faena inusualmente elevados, de 376 kilos por carcasa (+ 4,3% interanual). El retraso en las salidas se debió a los cierres de plantas, cuyo personal contrajo covid-19″, contó.
El sistema de salud estadounidense es descentralizado y al inicio de la pandemia la decisión de continuar o no con la actividad, se tomó en cada Estado o condado; luego el Presidente Trump emitió un decreto considerando a la industria frigorífica como esencial a nivel federal. «Así, se implementaron sistemas de protección para el personal y se redujeron los cierres», afirmó.
De cualquier modo, la faena cayó 14% en el segundo trimestre de 2020. «Con lo ajustado que estaba el mercado laboral en general, en los primeros momentos, se creó la tormenta perfecta para no conseguir mano de obra para estas tareas calificadas y no pueden ser realizados por cualquiera que esté disponible», contó. Y anticipó que, en base a esta experiencia, «habrá cambios más agresivos hacia la automatización de los procesos en las áreas donde sea posible. Esto también será una tendencia a largo plazo«.
Actualmente, se faena hasta los sábados y en junio se procesaron 2,9 millones de animales, un aumento del 26% comparado con el mes anterior, según del USDA. «De cualquier modo, todavía tenemos 1,1 millón de cabezas más que el año pasado que han estado encerrados por más de 120 días, que podrían calificar como prime continuando con los sobrecostos para los procesadores», advirtió. Entonces, prosiguió, «se necesita que esos niveles de faena continúen altos durante todo el segundo semestre y que los consumidores sostengan la demanda por esa mercadería», señaló McCullock, aludiendo a que la cadena cárnica es un sistema «justo a tiempo», o sea basado en la eficacia para alimentar el ganado, faenarlo y llegar a la góndola o el restaurante, en forma sincronizada.
El consumidor manda
«De aquí en más, percibimos que la faena estará controlada, incluso si hay en EE.UU. otra ola significativa de coronavirus, de manera que somos optimistas en que esto no resultará en nuevos cierres de plantas. Ahora, estamos sujetos a otros desafíos», afirmó la especialista, refiriéndose a “cuánto podrá comprar el consumidor de un alimento de por sí caro, con precios mucho más elevados que las carnes alternativas”.
Al entrar los Estados Unidos en un período de recesión, al igual que la mayoría de los otros países, la población ha disminuido los gastos en alimentos en general y no van tanto a los restaurantes que ya reabrieron. «Estamos viendo niveles bastante bajos de consumo, no como en la gran recesión de 2008, pero aun así sustancialmente menores que los de 2019», alertó McCullock.
El mercado interno estadounidense acapara el 90% de la faena; y hasta la irrupción de la pandemia, el 50% de la carne se consumía en el hogar y el otro 50% afuera. «Por eso, el poder adquisitivo de la gente y su percepción sobre la seguridad que ofrecen los locales de comidas frente al covid-19 son muy importantes», dijo.
¿Exportaciones? «Desafortunadamente, también sufrimos en este canal comercial por el impacto del coronavirus en la industria frigorífica», aseveró. El volumen embarcado en mayo, en el pico de los cierres, cayó 30% interanual, totalizando 62 mil toneladas, el menor nivel mensual en 10 años, aunque se espera un repunte en la segunda mitad del año que dependerá de la situación en cada mercado.
Joel Haggard.
«Nosotros no tenemos la locomotora de China como la Argentina, Uruguay y Brasil», agregó Joel Haggard, vicepresidente de la Federación de Exportadores de Carne de Estados Unidos, otro disertante en el seminario del IPCVA. En ese sentido, China sólo representa el uno a dos por ciento de las exportaciones estadounidenses mientras el resto de Asia alcanza al 62% del volumen y el 70 % del valor, sobre todo Japón y Corea, que mantienen niveles de demandas más estables.
¿Potencial de China? «Recién hemos tenido acceso sin restricciones a este país desde febrero de este año. Se firmó un acuerdo comercial binacional por el que ellos retiraron la prohibición a las hormonas que utilizamos en nuestros feedlots, pero no a la ractopamina que también es habitual en la producción de carne. O sea que todavía se requiere que tengamos una cadena de suministro exclusiva para ese destino. Estamos tratando de construir esa capacidad pero, por lo pronto, sólo enviamos un par de cientos de toneladas a la semana», explicó.
Pospandemia
«Estados Unidos ya estaba en una fase de contracción del ciclo ganadero, por el que cada 10 años tenemos un pico o una disminución en el número de animales. Ya empezamos a ver menos el año pasado y creo que la pandemia acentuará este proceso de liquidación», planteó McCullock.
«La línea punteada azul representa nuestra estimación de hasta dónde podrán caer los inventarios a futuro, en función de la situación financiera y la incertidumbre que enfrentan los productores con respecto a los precios que lograrán al momento de las ventas», detalló la especialista, mostrando un gráfico declinante sobre el stock de vacas al 1º de enero de cada año. De cualquier modo, cabe aclarar que con las hembras existentes al día de hoy producen la misma cantidad de carne o más que con las 45 millones de hace 30 años.
Para finalizar, presentó otro gráfico sobre el comercio internacional de los Estados Unidos desde 2014 a 2020 que confirma que, aún con la creciente productividad del rodeo, el país es importador neto de carne de vacuna. «Ahora estamos comprando más, en parte como consecuencia de que la carne americana se ha vuelto más cara», afirmó.
«Pero no creo que esta suba sea sólo un cambio dramático a raíz del coronavirus, hay otros factores que inciden en la necesidad de producto, desde cuestiones de calidad hasta la paridad cambiaria. Nuestro país consume habitualmente una cantidad sustancial de carne vacuna y tendremos que seguir importando en pospandemia», concluyó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne.