Cuando el mercado de importación de carne vacuna de China empezaba a estabilizarse, casi tres meses después de haberse desatado la crisis, con una caída estimada del 60-70% en los nuevos negocios y una baja del 30% en los precios, aparece ahora un nuevo cisne negro: la crisis del coronavirus.
Como se sabe, la suerte del mercado de la carne estaba jugada al éxito de las ventas para los festejos del Año Nuevo Lunar chino (25 de enero), que moviliza a cientos de millones de personas en China y todo Asia, quienes festejan y comen durante un período que va de los cinco a los diez días, visitando parientes, período que generalmente coincide con las vacaciones de la mayoría de la población. Se habían acumulado para estas Fiestas cientos de miles de toneladas de carne de cerdo y vacuna, destinadas a ser consumidas en pocos días. Las estadísticas indican que en 1954 se vendieron para el Año Nuevo en China 24 millones de tickets (tramos) de colectivo, tren o avión, que en el 1994 se superaron los 1000 millones de pasajes, que el año pasado se vendieron 2800 millones de tickets, y que para este año, varios días antes de las Fiestas, el gobierno chino había comunicado que ya se llevaban vendidos 2900 millones de boletos. Es la migración temporaria más grande que hoy registre la humanidad, por lejos. Cientos de millones de personas vuelven a sus pueblos de origen a ver a sus parientes y festejar.
Igual que en las crisis sanitarias anteriores (SARS, por ejemplo) se descuenta que la aparición del coronavirus afectará la economía china, cuyo crecimiento venía desacelerándose, y que empezaba a mostrar los daños inflingidos por la guerra comercial con Trump. Con la experiencia de crisis anteriores, se descuenta que habrá una caída en la demanda china por materias primas y alimentos (petróleo, minerales, carnes, granos), además del fuerte impacto que tendría sobre el nivel de actividad económica el hecho que millones de personas no puedan o no quieran trasladarse, viajar, trabajar o consumir. La gente, por miedo y por los consejos de las autoridades, sale lo menos posible a la calle, deja de concurrir a lugares públicos, deja de viajar -en algunos lugares es ilegal hacerlo- y deja de reunirse para festejar el Año Nuevo. Las calles de las grandes ciudades comienzan a lucir vacías. Si no va a haber prolongados festejos y comidas con parientes a los que se ve sólo una vez al año, si se reduce al mínimo las salidas, ¿cómo se podría vender y reducir así los enormes volúmenes de carne acumulados para este evento?
En los últimos días de enero, al combinarse la crisis del coronavirus con las vacaciones de la mayoría de los importadores, las nuevas operaciones se han reducido casi a cero.
Se estima, una vez pasada la crisis sanitaria, al igual que cuando sucedió el problema de fiebre aviar o el SARS, que la demanda por carne reaparecerá, debiéndose tener en cuenta que los consumidores chinos hace años que tienen de la carne importada una imagen (seguridad, calidad, inocuidad) mucho mejor que de la carne local.
Entre los proveedores, la caída de la demanda china no pega de la misma manera en los países que tienen un fuerte mercado interno, como Brasil o Argentina, que en los países como Uruguay o Australia, donde el 70% de la producción de carne se vende al exterior.